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POLÍTICA Y LITERATURA

IDEAS CIRCULANTES

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Por:

Graciela Sánchez Narváez

 

Graciela Sánchez Narváez

 

 

“La lucha del hombre contra el poder
es la lucha de la memoria contra el olvido”
El libro de la risa y el Olvido
Milán Kundera

 

Históricamente el hombre, desde el mismo momento que afronta su realidad, desea prolongarse en el tiempo y darse continuidad, para ello, además de librar innumerables luchas con la naturaleza y como culminación de su proceso de adaptación, inventa “la palabra”. Al mismo tiempo que funda esta herramienta, que lo hace sobrevivir conservándose en la memoria, la tiende como un puente para comunicar al otro sus ideas; pero, además, con ella, le son conferidas la pasión y la emoción, de donde nacen los sentidos que les imprime a los textos. Mucho después de la palabra surgió la escritura y luego la literatura, entendida ésta como la actitud rebelde contra el olvido, condición especial de la especificidad humana.

El arte y la literatura, entonces, por un lado, lo llevan a perpetuarse y por otro, al deseo de transformar permanentemente su entorno social. De la misma manera, todo mensaje escrito o hablado, es comprendido por el destinatario, con su propia carga cognitiva y emocional.

 

 

La Política se ha definido de diferentes maneras, creo que la más cercana a su naturaleza es la que se refiere al conjunto de actividades que se asocian con la toma de decisiones o la definición de otras formas de “relaciones de poder” entre los individuos o los grupos sociales. Raciocinio y pasión son los dos territorios que políticamente se enfrentan cotidianamente en el acontecer social. Somos animales simbólicos y, por lo tanto, somos seres sociales y políticos. Así que, el “poder político” busca, contrario a la literatura, la permanencia y la continuidad de un cierto orden social, en el cual rigen unos esquemas de comportamiento colectivo, con el fin de mantenerse en la historia el mayor tiempo posible.

La función básica del poder es la reproducción de las relaciones sociales que dan vida a determinados formas de organización y producción. Se ha sostenido que la literatura no tiene incumbencia directa con lo político; se ha creído, además, que el literato es alguien que permanece al margen de esta dimensión de la vida humana, sencillamente, porque no le interesa. Muchas veces se dice que los resultados de sus reflexiones no se apoyan en datos e informaciones cuantitativas, sugiriendo que la verdad sólo se encuentra en esta fuente objetiva.

Sin embargo, estas afirmaciones en mi opinión son muy lejanas de lo que realmente ocurre frente a las verdades del pensamiento. Hemos encontrado novelistas, ensayistas, poetas y críticos, interviniendo en la vida política de una comunidad y considero que la literatura, considerada como un área del conocimiento y de la práctica social, ha atravesado todas las actividades humanas. Algunas veces en forma directa como en el caso de Félix de Azúa, Vargas Llosa, o Gustavo Álvarez Gardeazábal, entre muchos otros; otras veces de manera más indirecta, como se plasma en las obras de García Márquez.

El Literato se encuentra mucho más a gusto en una reflexión personal, que le permite afirmar lo que piensa y además lo autoriza a buscar la forma de decir lo que siente de forma natural y espontánea. Pero él sabe que representa con su pensamiento a muchas personas, por eso es cuidadoso y responsable con lo que expresa, además está listo para afrontar la adversidad cuando sus palabras chocan lógicamente con otras formas de pensar.

 

 

Con lo anterior, no quiere decir que se esté de acuerdo con la retórica abusiva que emite comentarios irresponsables. Por el contrario, la crítica puede ser apabullante con léxico inteligente y contundente.

Si bien es cierto que la crítica política exige de ciertas habilidades literarias, se sabe que un escritor o literato, dispone lógicamente de un conocimiento universal y actualizado de las relaciones sociales que los seres humanos aplican en un determinado espacio y tiempo, esto quiere decir que posee capacidades intelectuales que lo catalogan como un pensador, como un filósofo y por lo tanto como una persona responsable de la transformación de la sociedad y de entender los intereses políticos de las personas y de los partidos que se pueden leer no solo a partir de los discursos y las acciones de quienes se encuentran en el quehacer político, sino de sus comportamientos culturales. O sea que un escritor, un literato, posee todo un bagaje informativo sobre el hombre social a través de los tiempos y sus culturas, pero al que ha dado un toque muy personal.

En ambos casos, el hombre como actor político y el literato se encuentran confrontados, pero ambos deciden la partida de varias formas, pueden vivir enfrentándose o soportándose unos a otros. La historia nos lo cuenta. La Inquisición quemó libros de escritores que iban en contravía de sus preceptos. No le importó dejar a la humanidad sin sus más grandes tesoros con el afán de perpetuarse en el poder, que requería de un cierto comportamiento humano pata cumplir con sus fines.

 

Desde esta mirada, la literatura es una forma de emancipación, es un agente potencialmente subversivo al que el poder político muchas veces halaga y otras, disminuye. Así, muchas veces abogará por la transformación y el cambio, pero otras, buscará el refugio de la ensoñación. La literatura es un espacio en el que confluyen los sueños comunes y el alma colectiva de los hombres.

 

La literatura y la política son dos realidades poseedoras de un rigor propio, métodos y manifestaciones particulares. La Literatura va más allá del texto (oral o escrito); pues es la expresión de la inconformidad social, cuya función es la transformación y el cambio, la no permanencia, debido al dinámico movimiento de los seres sociales.

Por lo anterior, la obra literaria, sin proponérselo coadyuva a la toma de posición de los lectores. El cuento de mi autoría, publicado en este medio hace una semana, es un ejemplo claro de lo que se ha desarrollado con el tema Política y Literatura. “La niña Enriqueta” es sin proponérselo, una invitación a conmover a los lectores frente a la toma de posición entre dos puntos políticos opuestos.

Para concluir, la literatura es un canal imprescindible para comunicarnos permitiendo transmitir ideas, información y actitudes de una persona a otra; la literatura es arte y, por lo tanto, contiene a lo político, porque los seres humanos contamos con una línea de pensamiento y con una forma determinada de sentir.

El ser humano es un ser político por naturaleza, por lo tanto, vive ejerciendo la política. Los escritores, los padres, los educadores, los compañeros, los gobernantes, hacemos política cuando expresamos lo que creemos que es justo y correcto para el buen vivir social.

 

 

Es absurdo establecer un divorcio entre política y literatura porque la primera, es el instrumento que utilizan los pueblos para definir los ejes de su vida social, el escritor, en cambio, expresa en forma creativa y crítica lo que considera justo e injusto. Por esta razón, desde el comienzo de las letras, cuando se concibieron como tales, la literatura ha sido una herramienta ligada irrevocablemente a la actividad política.

 

Todos somos diferentes, por eso las ideologías políticas trabajan incansablemente para conseguir consensos entre los grupos humanos, porque pensamos la vida de formas distintas o tenemos formas diversas de aplicar nuestras teorías a la realidad, es por eso que las ideologías con frecuencia fracasan frente a esta realidad.

 

La diversidad humana, es una de las características más importantes que tenemos, de allí el valor de la libertad, que es el mayor tesoro que poseemos como especie, es inútil intentar acabarlo con ideologías fundamentalistas. Alguna vez leí algo sobre este punto, se trataba de comparar esta condición de los humanos con la letra que aprendemos en la escuela, que es la misma para todos, pero sale de cada mano con modelos y estilos diferentes. Una vida es como la letra manuscrita.

Irremediablemente, y en contra de lo que algunos afirman, la Literatura es un espacio que jamás puede dejarse por fuera de un análisis político serio. Es más, me atrevo a decir que un buen escritor, tal vez sin proponérselo, hace política desde su obra.

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