GOETHE Y FAUSTO, LA HUMANIDAD EN UN POEMA

El primer Fausto era un rebelde, el segundo Fausto un resignado.

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Por:

Graciela Sánchez Narváez

 

Graciela Sánchez Narváez

 

 

“Todo es como si nada hubiese sido nunca,

y sin embargo ello se mueve en círculo,

como si fuese.

Yo preferiría el vacío eterno”

Goethe (Fausto)

 

Nos encontraremos en este artículo con Goethe, otro grande de la Literatura, sin embargo, centraré mi atención en la obra que lo inmortalizó. Ella es “Fausto” y es que, ella fue una producción literaria a la que su autor le dedicó prácticamente toda su vida. Siento que la inmensa obra de Goethe se resiste a cualquier análisis breve, como ocurre también con la de Shakespeare. En esta oportunidad se trata de ofrecer al lector algunas líneas de aproximación, orientadas a lo que en mi consideración es su máxima obra.

Brevemente, afrontaremos la vida del autor. Goethe nace en Alemania en 1749 y fallece en 1832. Su juventud transcurre en Frankfurt, (lugar de nacimiento), Leipzig y Estrasburgo, es admirador y lector de Shakespeare, por lo cual, para su producción literaria elige los géneros dramaturgo y poético, desde los cuales aborda su primer tema con su obra: Fausto. En 1775 se establece en Weimar por donde pasaron muchos escritores ilustres de Alemania; es aquí donde rompe con los excesos de su juventud. Un viaje a Italia, lo lleva a evolucionar en sus conocimientos literarios, tanto, que después de considerar a Shakespeare su dios y su modelo, lo cambia por Homero, a quien lee profundamente. En su vejez, Goethe vuelve a la observación científica que había practicado a lo largo de su vida y expresa su afición por la religión mahometana y las costumbres del Oriente musulmán.

 

 

Faust en Mephisto, Anton Kaulbach (1864–1934)

 

“Fausto” es el alfa y el omega de la obra goethiana. Como ya se había afirmado, fue la obra de toda su vida, pues la comenzó en 1771 y fue terminada en 1831. Sin “Fausto”, Goethe, habría sido, en mi consideración, uno de tantos otros escritores, tal vez más prolífico, pero nada más. Con “Fausto” es el poeta de la humanidad. Y la historia lo ha considerado como uno de los escritores más grandes que ha existido. Su obra es comparable a los poemas homéricos, a las obras de Dante, de Shakespeare, de Cervantes y de James Joyce.

¿De dónde sale la imagen de Fausto? Se dice que entre 1480 y 1540 existió en la región de Wurtenberg, antiguo estado de Alemania, un médico alquimista, prestidigitador, más fanfarrón que mago, con el nombre de Johannes Faust, quien, por su actitud estrafalaria, dio mucho de qué hablar en la región. Después de su muerte, la leyenda, que no se hace esperar, se apoderó del personaje, sobre todo en los ambientes universitarios de Erfurt de Leipzig, ciudad alemana, también famosa por ser una de las primeras ciudades feriales de Europa y por tener su prestigiosa universidad dedicada a la formación musical. A Johannes Faust se le atribuye mil aventuras fantásticas y así es cómo aparece y nace el “Libro popular del doctor Fausto”, cuya edición impresa más antigua data de 1587, en la cual Fausto es presentado como un humanista más pagano que cristiano, opuesto al idealismo místico del luteranismo, es el hombre al que el “deseo de saber” lo arrastra lejos de la fe. Este libro popular fue objeto de varias versiones.

En tanto que la leyenda se popularizaba en los teatros de marionetas, la primera gran transfiguración literaria de este personaje es la obra de Marlowe, considerado el dramaturgo predecesor de Shakespeare, que hace un héroe del mezquino carácter del personaje popular. Sí, un héroe titánico, hambriento de saber y de poder. Una especie de sujeto en contra de la moral de los tiempos, un nihilista al que su autor admira en secreto. Lessing, crítico del arte alemán, por su parte, intentó pintar a Fausto a su manera: ya no es un especulativo que se condena a vender su alma al demonio a cambio de juventud y de saber, sino un hombre que finalmente es más fuerte que el Maligno.

Con Goethe, la trama de este poema dramático, gira alrededor de una tragedia universal que ocurre cuando el viejo doctor Fausto, decepcionado de la búsqueda de la verdad por medio de la ciencia y del poder, se vuelve hacia la magia, hace un pacto con Mefistófeles: a cambio de su alma le dará la eterna juventud, el poder como lo desee y los placeres de la vida. De esta manera y con el nombre de Heinrich, lo arrastra al crimen. Fausto va en busca de Margarita con Mefistófeles, para hacerla fugar de la prisión, ya que estaba condenada a muerte por haber asesinado a su hijo ilegítimo, producto de su relación con Fausto.

La obra es concebida como una ópera, como un filme, como su texto en verso y en prosa, a veces dialogada entre el Señor y Mefistófeles sobre el alma; otras veces, con largos monólogos filosóficos, pasajes simbólicos, obscenidades, etc.

Son realmente visibles los dos contenidos considerados dentro de la misma obra del Fausto. Con el título de “Fausto primitivo de Goethe en forma primitiva”, se publica el texto inédito, encontrado como manuscrito en el año de 1887, después de la muerte de su autor. Entre 1797 y 1806, acaba la primera parte de su poema, cuyos horizontes se han ensanchado, especialmente bajo la influencia de Schiller. Esta es una visión filosófica del destino de la humanidad, el drama del hombre rebelde que se vende al mal para convertirse en un dios. La obra aparece con el título del “Fausto, Tragedia”. Algunos críticos la llaman “Fausto 1”.

Entre 1825 y 1831, Goethe escribe la segunda parte de su poema. Aquí, Fausto no es ya un hombre rebelde, sino un hombre que acepta todos los significados de la vida; esta filosofía se expresa por una serie de visiones simbólicas que desconcertaron a los lectores. Algunos críticos no vieron sino una presuntuosa alegoría, pero que forzosamente ha de entusiasmar al lector moderno, publicado fragmentariamente durante la vida de Goethe. Es el “Fausto II”, que apareció con el título “Fausto Segunda parte de la Tragedia”.

 

“Fausto Primitivo” nos presenta mucho más que un héroe. Fausto es ahora el hombre rebelde no solamente contra la mediocridad y la ignorancia en la sociedad en que vive, sino la mediocridad encarnada por el personaje en contra de los límites de la naturaleza humana que se arrodilla ante un Dios personal. Es un Prometeo, una especie de superhombre en el sentido de Nietzsche, que se afirma y se crea a la vez por medio de lo verdadero y de lo falso, del bien y del mal, superándose a sí mismo progresivamente; el pensamiento y las intenciones de Goethe se trasmutan en un símbolo de la humanidad, afronta el problema de la libertad universal e individual y su coherencia entre sí. Fausto escapa de la condenación en los últimos versos porque es libre. A punto de hundirse en el universo del mal, tiene la visión de remordimiento, pero no del arrepentimiento.

 

Mefistófeles sigue presente, pero solo como un observador de la tragedia. Quien está ante nuestros ojos ya no es un rebelde que quiere dirigirse a Dios, sino un hombre que va a buscar su razón de ser, su significado en experiencias simbólicas, representando el gran mundo del poder del estado en el palacio imperial del emperador Maximiliano. La belleza, idea encarnada por Helena de Troya, reencontrada en un aquelarre mitológico, el viejo profesor en el laboratorio y finalmente el mundo de la acción en la que Fausto, habiendo cobrado plena conciencia de sí mismo, por la posesión mística de Helena, se convierte en un hombre pionero que coloniza un territorio para el bien.

En conclusión: el primer Fausto era un rebelde, el segundo Fausto un resignado. Fausto I, pretendía ser un superhombre; no vacilando, por ello, en perderse por toda la eternidad. Fausto II se contenta con ser un hombre más entre todos los hombres y cabe preguntarse si esta mutación del héroe es algo que se parece a un superhombre o no es más que una abdicación. Para Goethe, la respuesta es indiscutible, el cambio es positivo; pero el lector puede quedar seducido por el que duda y niega constantemente, por ese Mefistófeles cínico, que es por encima de las intenciones conscientes de Goethe, el centro mismo del drama; ese Mefistófeles que, contemplando el cadáver de Fausto, exclama:

 

“Helo ahí, pues.

El que resistió con tanta energía

es domeñado por el tiempo,

el anciano yace aquí sobre la arena”.

 

 

 

 

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