ALGUNOS ATISBOS SOBRE LA MODERNIDAD EN COLOMBIA

se revalúa hasta las relaciones del hombre con Dios, surgiendo así mecanismos que fundan su historia como centro de la misma, transformando el universo que lo rodea y recreando un mundo de posibilidades en sus propias potencialidades.

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Por:

J. Mauricio Chaves Bustos

 

J. Mauricio Chaves Bustos

 

 

¿Por qué Colombia postergó la modernidad? Esta parece ser la pregunta central de todo estudio referente a la modernidad en nuestro país. Sin embargo, para dar respuesta a ello, es necesario recomponer el ideario de lo que significa ser moderno, así como la irrupción de la modernidad frente a unas condiciones sociales, políticas y económicas, fundadas en una filosofía concreta después de la Ilustración, que definitivamente van a cambiar el rumbo de la historia del mundo.

 

La herencia hispánica, la forma como se nos invadió, conquistó e impuso un ideario, sigue aún pesando en nuestro mundo fáctico y en nuestro propio ideario como nación; España también experimenta tarde el legado de la modernidad, y siendo el epicentro de cambios en el mundo del XV y XVI, se rezaga en sus propias costumbres y tradiciones. No hemos sido modernos, porque nuestra herencia no es moderna.

Haremos dos entregas sobre este tema, la primera aborda las definiciones de lo que significó ser moderno en Occidente, y específicamente en España, así como la industrialización como factor de cambio en un mundo que inaugura los modos de producción y consumo como factores determinantes de esa modernidad; y la segunda, la supuesta llegada de la modernidad a Colombia, siendo necesario determinar cuándo y cómo llega el ideario moderno a Colombia, así como los idearios políticos y culturales, para determinar cómo se vivenció ésta en nuestro país, indicando algunas falencias modernas traspuestas de un mundo Occidental a un mundo añejo como el nuestro, con una herencia hispánica en nuestras formas de producción y de gobierno y, específicamente, en el modelo del Bogotano como prototipo del ser nacional en un mundo tradicional, conservador y católico, durante el periodo denominado de hegemonía conservadora.  

 

PRIMERA PARTE

 

EL IDEARIO MODERNO – EUROPA Y ESPAÑA-

 

 

La modernidad es un concepto filosófico u objeto de reflexión en cuanto se trata de establecer el alcance del tratamiento de los problemas que se abordó, solucionó y planteó, pero llegando a cuestiones fácticas o concretas en la aplicación de un pensamiento determinado en una época determinada. Se dice que Europa se vuelve moderna con el descubrimiento de América, pues amplía los horizontes de un mundo que se corrompía en su propia endogamia, esto indica que hay una apertura ideológica y política, los conceptos tradicionales acerca de Dios y el Mundo como una concreción divina, son también cuestionados, así la ciencia se va perfilando como el pilar del constructo del hombre moderno europeo; pero curiosamente España nunca logró ser moderna. Mientras los países europeos se consolidaban en Estados unitarios con objetivos comunes para sus habitantes, España se rezagaba en una economía feudal.

Una de las características del mundo moderno europeo, es la consolidación del Estado Nación, incuestionablemente inusitado con la llegada del Estado absolutista: independientemente de la significación que quiera dársele al Estado absolutista, su figura está asociada, a través de cualquier tipo de mediación histórica, a la novedosa forma de poder político que ve a constituir el Estado moderno, y evidentemente, en este tránsito están presentes las revoluciones burguesas, pues de alguna manera ellas representan el acontecimiento distinguido como indicador definitivo del reino de un nuevo orden [1], por ello es determinante que las revoluciones burguesas tengan eco en Inglaterra y Francia, no así los levantamientos en España, que son fácilmente depuestos y superados por la realeza y la nobleza españoles. Y mientras el resto de Europa define unas clases sociales bien definidas -obreros, propietarios de tierras y burgueses comerciantes- en España se volvía a la tradicional divergencia existente entre los nuevos nobles -señores burgueses- y los aventureros que ansían una forma fácil de fortuna y de ascenso social -fundadores y consolidadores de las elites latinoamericanas-. La riqueza en Europa se genera gracias al conocimiento de las técnicas mercantiles y contables, con trabajos especializados, y con una burguesía que propendía por los cambios políticos para permitir generar mayor riqueza, en tanto que España, rezagada en todos estos ordenes, vivía en sus formas y en sus modos de gobierno y de producción, al puro estilo feudal, y en materia mercantil estaban rezagados frente a las conquistas de ingleses y portugueses, por ello regulan sus ingresos con la implantación de aduanas, generando una atención desmesurada a los controles fiscales y rentistas, generando así un Estado burócrata propenso a la corrupción.

Con este mundo en cambio, también se cuestionan las formas tradicionales católicas de explicación del mundo metafísico divino, y sus implicaciones en el mundo terrenal. De ahí la reforma para Europa. Pero también de ahí la Contrarreforma para España, con el surgimiento de instituciones tan retrógradas como la Compañía de Jesús y la Inquisición. En la transición de la Europa medieval a los inicios de la Europa Moderna dos hechos revisten un interés y una importancia vigorosos: la aparición de una vigorosa cultura laica en la Italia del siglo XV y la revolución luterana en Alemania, España todavía experimentaba un peso enorme del cristianismo papal. Con la ayuda de la filosofía, la teología será revaluada desde el antropocentrismo, y al estar Dios sometido al principio de razón suficiente, se hacen innecesarias las meditaciones terrenas, sin la necesidad de  una autoridad eclesial y sin la necesidad de unas costumbres que pretendían mediar entre la verdad absoluta y el sujeto.

La modernidad, le permite reconocerse al hombre en sus posibilidades. Es una manera de superar la naturaleza y los límites impuestos por esta. Así, el hombre descubrirá que es posible dominar el mundo, transformarlo, imponerse con sus pretensiones sobre todo aquello que lo pueda suplantar o superar. Como se dijo ya, se revalúa hasta las relaciones del hombre con Dios, surgiendo así mecanismos que fundan su historia como centro de la misma, transformando el universo que lo rodea y recreando un mundo de posibilidades en sus propias potencialidades. Surge así el conocimiento como punta de lanza del nuevo hombre moderno.

 

 

Industrialización del mundo occidental

 

 

La llegada de la industrialización hace aproximadamente dos siglos, resultó en uno de los acontecimientos más importantes en la historia del hombre

 

 

Durante los siglos XV a XIX, Europa se consolida en todo el orbe. Los Estados Unidos son su mayor concreción. La modernidad se quiere imponer en las colonias, como lugar y espacio para la reproducción de capitales y de economías a favor de los Estados europeos y desarrollados: para los pueblos de Europa, el periodo transcurrido entre 1814 y 1914 fue una era de progresos notables, en cada uno de los países del continente, que casi se cegaron a la influencia constantemente creciente que su economía ejercía en ultramar… Fue un siglo durante el cual las energías  acumulativas de Europa pudieron dirigirse a empresas constructivas y el Capital y la población excedentes encontraron inversiones lucrativas en otros continentes. Cada generación disfrutó de un aumento de riqueza y de comodidad, de una ampliación en los niveles de alimentación, salud y saneamiento. Con cada década, nuevos avances técnicos aceleraron la mecanización de la industria, nuevas ciudades dibujaron contra el cielo sus anárquicas siluetas y nuevos niveles de producción se alcanzaron en las fábricas y los talleres [2].

Así, la influencia de Europa en el mundo fue un proceso de imposición ideológica desde la muestra de una necesidad de cambios fácticos en las formas y modos de producción; el desarrollo económico, posibilitado con el avance de una ciencia y una tecnología puestas al servicio del desarrollo de capitales, se mostró como el ideario básico para toda la humanidad. La imposición fue fácil desde el coloniaje, pero cuando las colonias cobran vida propia, la imposición debe hacerse desde la educación y mediante la propaganda de la felicidad que reporta al mundo la aplicación de técnicas y ciencias nuevas, modernas, en la medida en que buscan el desarrollo económico desde la industria, desde la explotación de la naturaleza con caracteres nunca antes vistos, ya no es el hombre contra la naturaleza, sino que es el hombre desde la industria -apoyado con técnicas y herramientas- capaz de enfrentarse a ese poder hasta entonces omnímodo que había tenido la naturaleza.

Europa se aviene con unas riquezas económicas nunca antes vistas, pudiendo acceder a otros rincones del planeta, convirtiéndola en el centro del comercio mundial, y a veces alterando sus relaciones armoniosas en aras de ejercer su dominio en Latinoamérica, Asía y África, lucha por el dominio que llevó al enfrentamiento bélico entre las potencias a inicios del siglo XX.

 

Esos cambios económicos basados en la explotación material del hombre por el hombre y de la naturaleza, también despertó el advenimiento de la búsqueda de materias primas en estos territorios, generando un nuevo imperialismo colonial, así los progresos del industrialismo generan nuevas tensiones entre los dueños del capital y los proletariados, así como entre los dueños del capital y los nuevos vasallos colonizados, los dueños de las materias primas.

 

La industria ya no se mueve por el número de obreros, ni tampoco incide la extensión del territorio que pueda poseer el dueño del capital, sino por la capacidad de detentar una fuerza mecánica capaz de mover esas maquinarias. Poder que fue detentado por las tres grandes potencias de entonces: Inglaterra, Alemania, e incipientemente los Estados Unidos. Detentaban el poder económico, basado también en el monopolio de la fabricación de máquinas industriales.

El mundo de la modernidad, se extiende así con los beneplácitos de la confianza del hombre en sus potencialidades, pero ahora extendidas al poder de las máquinas; la riqueza la genera el comercio de capitales industriales; el dinero, obtenido de cualquier forma, se constituye ahora en el punto de medida del desarrollo de las naciones; surgen los inversionistas y los tenedores de acciones, a quienes poco importaba la forma como se obtuviera esa riqueza -mediante la explotación de obreros, o acabando con los recursos naturales de otros países-. Así, se va zanjando la brecha cada vez más grande existente entre ricos y pobres, a los dueños del capital y a los trabajadores, creando la especulación monetaria mediante el sistema de acciones, que podían seguir generando riqueza para unos pocos cuantos, en desmedro cada vez más de los obreros de las industrias.

 

El siglo XIX terminó cuando todas las energías de la civilización industrial dinámica se elevaban en un crescendo. En la industria económica, la concentración y la centralización fueron los principales dominantes de la edad; concentración del capital, de la industria, de la población y del poderío [3].

 

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[1] Mauricio Chaves Bustos. La América utopista. 510 años después, visión histórica de Europa, España y América, en los siglos XV y XVI. En: Planeta Sur No. 2. Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Derecho Ciencias Políticas y Sociales. Bogotá, 2003. pp. 30-43.

[2] Geoffrey Bruun. La Europa del siglo XIX. México: Fondo de Cultura Económica. Colección Breviarios No. 172. p. 10.

[3] Ibid.. p. 158.

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