EMMA Y ANA, LA TRAGEDIA DE LOS AMORES PROHIBIDOS
En los círculos de la crítica literaria se ha hablado de la relación que tienen las dos novelas, La Regenta y Madame Bovary, en las que el tema central es el adulterio y la dinámica del triángulo amoroso.
Por:
Graciela Sánchez Narváez

En un artículo titulado Radicalidades y Crítica Literaria, que hace poco fue publicado por este medio, mencioné a Leopoldo Alas, como un escritor español que hace crítica “desde adentro”. Utilicé este término para referirme a un escritor que es confiable como crítico, porque sólo quien se dedica a escribir, sabe lo que implica esta tarea, por lo cual, sin dejar de ser riguroso en todos los conocimientos que se debe tener sobre el Lenguaje para esta complicada actividad, debe estar consciente de lo que significa “una obra artística literaria”.
Un crítico respetable debe partir del análisis de la estética de la creación verbal de la obra en dos sentidos: el primero, se relaciona con la observación de la forma y el contenido dados por el autor de la obra y, el segundo, que es el realmente importante, se refiere a la recreación que subjetivamente realizan, tanto el lector impresionista, que puede ser cualquier persona, como los críticos literarios que tienen conocimientos especializados.
Sabemos que los silencios intertextuales nos hablan de lo “no dicho” por el autor, por lo cual, toda crítica literaria debe contener una orientación desde el conocimiento, pero debe ser ante todo completamente respetuosa y humana, sin dejar de ser rigurosa, por esta condición.
Escribo este artículo basada precisamente en una curiosidad que sobre este escritor y crítico español me despertó mi padre, quien lo mencionaba como “Clarín”. De él nos contó anecdóticamente sobre una reñida competencia que rayaba en rivalidad con otro crítico francés nacionalizado en España apodado “La Víbora”, de quien no recordaba el nombre.

Lo que no sé es cómo mi padre había adquirido estos conocimientos, pues en ese entonces, en los pueblos de provincia como el nuestro, no existían bibliotecas; sólo llegaba una señal de radiodifusión con pocas emisoras y la Revista Selecciones, que mi padre coleccionaba con mucho empeño, pues constituía casi el único referente de temas culturales. Y es que, desde entonces, era una revista pequeña, editada en buen papel y con un contenido que abarcaba todos los intereses, desarrollaba temas serios y actualizados de carácter cultural, político y económico, pero también tenía una sección de chistes, juegos, culinaria y pasatiempos, como los famosos crucigramas.
Entrando en el tema, lo que quiero comentarles es que Leopoldo Alas, (Clarín), nace en 1852 en Zamora (España) y muere en 1901 en Oviedo, (España). Realmente su nombre es destacado y ampliamente reconocido cuando publica su novela La Regenta. Muchos críticos la consideraron como la mejor novela del siglo XIX en lengua hispana, otros pocos la valoraron como una copia de Madame Bovary, novela escrita por Gustav Flaubert, a quien Leopoldo Alas, leía y admiraba.
El impacto de la publicación de La Regenta fue tan grande, que dejó opacada su brillante trayectoria intelectual y literaria, complementada, además, con la ampliación de sus estudios de Derecho en Madrid, donde se destacó como jurista. Allí, gracias a unos compañeros, conoce el sistema filosófico del alemán Karl Krause, cuyas teorías avivaron su innata condición idealista; además, su contacto con la corriente positivista del realismo y el naturalismo, le moldearon su religiosidad, con un profundo sentido social. Fue escritor en muchos frentes, como el periodismo y la narrativa. Es por esto que personalmente lo considero un crítico respetable porque fue un escritor dedicado y constante, condiciones que le merecían ser calificado como un “crítico desde adentro”. Cuando criticaba una obra literaria, sabía de lo que estaba hablando.
Aunque fue conocido casi exclusivamente por La Regenta, tiene varias novelas cortas, muchos artículos y ensayos de crítica, creó periódicos desde el tiempo de su adolescencia y luego intervino con su crítica literaria en una buena cantidad de importantes escritos. En Andalucía escribió una serie de ensayos sobre la situación del campo y la región, por encargo del director del periódico El Día, en el que desarrolló un detallado registro sobre la miseria, la injusticia social y la temible organización denominada Mano Negra.
A mis lectores, aquellos con los que enlazamos la Literatura con el arte cinematográfico, debo comentarles que he visto la película basada en su novela, en dos versiones, la dirigida por Gonzalo Suárez y la posterior versión que fue dirigida por Fernando Méndez Leite. Recomiendo esta última, pues se atiene mucho más al texto de la novela y describe con imágenes significativas un contenido más amplio y detallado.
En los círculos de la crítica literaria se ha hablado de la relación que tienen las dos novelas, La Regenta y Madame Bovary, en las que el tema central es el adulterio y la dinámica del triángulo amoroso. Las protagonistas, que dan nombre a estas novelas, son mujeres inteligentes y soñadoras que, hundidas en la mediocridad de lo cotidiano, luchan contra la tentación de tener el amor deseado, pues temen al juicio de la sociedad, pero al final, caen en la ilusión de amar a escondidas y luego en la desilusión de no poder tener lo anhelado.
Ana y Emma son las protagonistas de cada novela, las dos protestan contra la vida que llevan, aún sabiendo que están casadas con reconocidos hombres de la sociedad, sin embargo, el narrador en las dos novelas, presenta a estos personajes como débiles e indiferentes con su esposa.
El adulterio parece convertirse en sanación del alma de estas dos mujeres jóvenes y bellas, casadas por conveniencia, pues anhelan vivir el amor como lo han soñado. En las dos novelas la sociedad las amenaza y las castiga. A Ana con la exclusión de todo grupo social y la indiferencia marcada, especialmente a raíz de la muerte de su esposo en un duelo con su rival. Las amigas le vuelven la espalda y nadie la saluda en ninguna reunión social. En cuanto a Emma Bovary, con la incomprensión social unida a una desesperante sensación de desconsuelo, soledad e insatisfacción, que la llevan a suicidarse, agobiada por la exclusión social y las enormes deudas que no puede pagar.
Leopoldo Alas, desde su orientación metafísica, religiosa y filosófica, tuvo la capacidad de comprender el mundo en parcelas, excluyendo de su mirada algunas que no convenían con su pensamiento, pues consideraba que de esa manera se renovaría la cultura española.
Luis Bonafoux (nombre que nunca recordó mi padre), apodado La víbora de Asniéres, dijo que Clarín había plagiado a Madame Bovary en su novela La Regenta. Se refería especialmente a una escena en la que Víctor, esposo de Ana y su rival, contemplan juntos desde el mismo palco una obra de teatro. Clarín respondió vivamente a sus acusaciones. Le dijo, en síntesis: No le falta razón a Bonafoux, aunque sí buena fe. Madame Bovary y la Regenta tienen una parecida trama, es más, leí varias veces la novela de Flaubert, a quien admiro.
Muy buena respuesta la del autor, pues sabemos que en el siglo XIX encontramos conviviendo de cerca distintos movimientos literarios que comparten ciertos temas y coordenadas temporales y espaciales. Este el caso de La Regenta y Madame Bovary a las que se ha llamado novelas del romanticismo, de la ilusión y la desilusión. Hay una explicación suficiente cuando el mismo autor reconoce la admiración por el autor de Madame Bovary y cuando reconoce que pasó mucho tiempo leyendo su obra.
Las dos obras transcurren en medios culturales similares, la una en España y la otra en Francia, con la preocupación por la forma y la objetividad narrativa de los naturalistas. Sus parecidos son innegables, pues hasta se titulan con los nombres de las protagonistas. Emma, en Madame Bovary por ser la esposa de Charles Bovary y La Regenta que es Ana, por ser la esposa del Regente de Vetusta, ciudad donde ocurren los hechos. Las dos casadas indeseablemente y enamoradas de un tercero imposible. La dos son hijas únicas.
Unas pequeñas diferencias entre estas dos novelas las podemos encontrar en que, aunque sus protagonistas Ana y Emma, son ambiciosas, mientras Emma Bovary quiere todos los lujos que le puede dar la vida, la Regenta, Ana, quiere el amor que ella ha idealizado; por otro lado, en la Regenta se definen mucho más los personajes quijotescos, esos que se encuentran entre la realidad y el deseo. El narrador es intruso, irónico y ambiguo, todo lo cuenta desde lejos, por eso mantiene cierta neutralidad ideológica, ambigüedad y pluralidad en sus perspectivas.
Puedo concluir que aquella versión del crítico Luis Bonafoux, sobre el plagio de Madame Bovary en la Regenta no tiene mucho sentido. Después de tanto tiempo de estar el mundo culto extasiado con el Quijote, muchas obras que tenían un toque romántico incluían a variados personajes que representaban a las sociedades pacatas de estas épocas, quienes eran motivo de burla y expuestos a la vergüenza pública.
Una y otra novela, difieren en el estilo y en el enfoque que cada autor le imprime a su obra, como una marca que jamás se podrá copiar. En una novela lo importante no es el tema, es la impronta, el sello, la marca de la forma única como se cuenta la historia, o sea el estilo y el enfoque. Si no fuese de esta manera, considero que siendo los escritores habitantes de un mismo mundo y de un mismo tiempo, todo lo que harían sería la cadencia de una eterna copia.

Muy bien argumentado el texto de mi amiga Graciela, aunque solo le hago un reparo, desde fines del S. XIX se demostró que el ” innatismo” de las ideas y mucho más con relación a las manifestaciones o expresiones artísticas, no existe; cuando menciona ” su innata condición idealista…” con referencia al autor de La Regenta. Nadie nace con ideas ni como pintor, escultor, etc., el hombre y la mujer en lo intelectual, laboral, artístico, etc., se construyen, se forman, se hacen… Otra cosa muy distinta es que se tiene que reconocer que los contextos del hogar, la familia y Sociales, si influyen en el futuro creador o realizador de cualquier arte o actividad, pero esto es muy diferente, ojo “nadie nace sabiendo”, esas facultades o rasgos particulares en nosotros los humanos, se adquieren, se construyen y se perfeccionan.