ELEGIAS MINIMAS
(DE ELEGIA DE VARONES ILUSTRES EN LA PROVINCIA DE LA VILLAVICIOSA DE LA CONCEPCION DE LOS PASTOS)
Por:
Jorge Luis Piedrahita Pazmiño

TOMAS HIDALGO CALVACHE

En Ipiales vivió por pocos meses un intelectual finisecular, sorprendente autodidacta que para esa temporada ya tenía acabadas piezas históricas y literarias. Aquí culminó sus “Ensayos de una Historia”, y pidió apoyo a la ciudadanía obandeña para su condigna edición.
Juan María Hidalgo, su padre, había casado en primeras nupcias con una señora Lara. Cuando enviudó casó con Modesta Calvache, en El Tambo, esto dijo el presbítero e historiador Arístides Gutiérrez, en su “Historia de la Congregación de San Felipe Neri”, 1934, pág. 38.
Curiosa e inexplicablemente, el erudito Ignacio Rodríguez Guerrero afirmó -él, que fue tan preciosista en sus habladurías-, que el apellido materno era Lara. Para el puntual biógrafo Pablo Emilio Obando Acosta, el apellido materno era Calvache ratificado por la propia viuda, doña Natalia Guerra y por el neriano Arístides Gutiérrez, como vimos.
Estudió con los Nerianos, Humanidades y Teología. Luego pasó a estudiar Derecho en el Colegio Académico de Pasto, fundado por el Libertador en 1825.
“Hijo soy de Pasto: amo a mi Patria como a mi segunda Madre, y crece y crecerá más mi cariño, cuanto más lejos me encuentre de sus sacros lares. Hijo soy de Pasto; y como tal, deseo que el nombre de mi patria sea conocido, que los hechos de sus preclaros hijos no permanezcan ignorados, que no se sepulten en la tumba del olvido las figuras de los hombres notables que ha producido, que su belleza no sea desdeñada, que su virtud no se llame superstición, que su valor no se impute a fanatismo, que se tengan en cuenta la feracidad y la riqueza de su suelo. Hijo del Sur, abrazo en mis propósitos a todo el Sur (…)
“PASTO ANTIGUO Y MODERNO ANTE COLOMBIA, es el título de una obra que preparó a fuer de asiduas lecturas y de pacientes investigaciones. Ese título requiere, sin embargo, alguna explicación. En el siglo XVI la jurisdicción de la Tenencia de Pasto era dilatada, extendiéndose a todo el territorio de las provincias actuales de Pasto, Barbacoas, Túquerres y Obando, aparte de las del Caquetá y Caldas, y a una pequeña porción de la del Carchi en la República del Ecuador. Al decir, pues, PASTO ANTIGUO, se comprende que mi trabajo será extensivo a todo el sur del Cauca, desde el Patía hasta el Carchi, por lo menos y por supuesto, a la región del Caquetá. Esta obra en cierne, se dividirá en tres grandes porciones, que formarán tres o acaso cinco tomos de 400 a 600 páginas impresas cada uno. La primera será un estudio histórico, etnológico y etnográfico sobre las tribus indígenas del sur del Cauca. La segunda, la formará un estudio político, social, literario y religioso, especialmente sobre el alzamiento de nuestros comuneros, sobre nuestras guerras desde 1809 hasta 1824, en donde hay mucho que rectificar a nuestros historiadores, sobre la fundación de nuestras órdenes religiosas y colegios y sobre los hombres notables de nuestra patria olvidados o desconocidos, como los religiosos Juan Lorenzo Lucero Zambrano, Francisco de Jesús Bolaños, Francisco de Jesús Paz y otros sacerdotes y seglares, en especial de nuestros patriotas, durante el noble lustro de la Guerra Magna. La tercera, en fin, será un estudio geográfico, económico y estadístico de la misma región”.
Y reanudaba su introducción y exposición preparada en Ipiales: “La sed de lo desconocido, devora las entrañas de este coloso que se llama siglo XIX. Atalaya del progreso de dos mundos destella su mirada con la luz de la civilización de ochenta centenares de siglos y en el eco de su nombre llegará hasta la plenitud de los tiempos, como el protagonista de los grandes inventos, del creador de las ciencias más difíciles y de las colosales maravillas”.
El sabio humanista Rodríguez Guerrero conceptuó que Hidalgo “escudriñó como ninguno el más remoto pasado de estas comarcas”. Su muerte tempranísima a los 28 años truncó esta promesa y realidad historiográfica del sur de Colombia. Trotamundos y carenciado viajó a la capital del Estado, a Popayán, a confirmar un valimiento prometido por el gobernador Pedro Antonio Molina. Sólo alcanzó a permanecer un mes en la ciudad letrada, pues que en una velada en homenaje al sabio Caldas se despachó en contra de un ensayo alusivo cuyo autor era Antonino Olano. El día siguiente, 31 de octubre de 1895, fue abaleado en el puente de El Humilladero, por un hermano del agraviado la víspera.
No obstante y desconsideradamente María Teresa Álvarez Hoyos en su investigación sobre la Generación de 1904, afirma que nuestro historiador “falleció súbitamente” (p.231).
Fue traductor inédito de Homero y Virgilio, versión que permitió deslizar sumarias conjeturas sobre el verdadero autor de trabajos comparados que aparecieron tiempo después. Pablo Emilio Obando en su lucrativa investigación revela que los manuscritos de Hidalgo Calvache fueron incinerados, pero surge la incógnita de si el gobernador Molina no usufructuó indebidamente estos tesoros comoquiera que los manuscritos y archivos quedaron bajo su custodia.
Amigo, contertulio y/o corresponsal de Valencia en Popayán, de Rafael Reyes, de Miguel Antonio Caro, de Cordovez Moure, Adolfo Gómez, González Suárez…
Escribió el “Juicio crítico sobre la Historia General de la República del Ecuador”, cuyo autor fue el acatado Obispo y arzobispo de Ibarra y de Quito, Federico González Suárez, que avaló las glosas del pastuso.
El “Juicio Crítico” fue incluido en el tomo III de las Obras Completas del Obispo que editó la Biblioteca de la Casa de la Cultura Ecuatoriana “Benjamín Carrión”.
Tomás Hidalgo Calvache, el malogrado intelectual que disputó sobre Historia Inca y grancolombiana con el arzobispo González Suárez, dejó escrito estas frases reivindicadoras: “El pastuso fue patriota; el pastuso triunfó en Ayacucho; esto he dicho y lo sostengo. Es verdad que muchos de nuestros antiguos conciudadanos fueron adictos a la Corona de España, pero ni fueron todos, ni fueron los más notables. ¡Sí, también nuestra Patria levantó el grito enérgico de Independencia y se vio sacrificarse a muchos en aras de la libertad! Varios soldados, tres coroneles y un edecán del gran Libertador Bolívar, representaron a Pasto en la gloriosa batalla que por completo dio la libertad a la América española, ¡día de eterno recuerdo en que el pabellón colombiano se paseara victorioso en los campos de Ayacucho!”
Destacó la participación de los pastusos en la campaña libertadora. De Custodio Rivera que fue soldado del estandarte real, pero terminó envuelto en los pabellones bolivarianos, siendo coronel en Ayacucho; Manuel Ordóñez, que a los diez años se alistó al servicio de la emancipación y un joven Santacruz, junto a Manuel José de la Barrera, edecán del Libertador y hermano del presbítero Tomás de la Barrera que alternaba discursos patrióticos con Bolívar en Lima.
Estos esbozos aparecen en “Pasto Antiguo y Moderno, Reseña Histórica y Filológica dedicada a todos sus conciudadanos”, Pasto, Imprenta de A. Ramírez Z., de 1890, por lo que pudiérase pensar que Hidalgo sí publicó su investigación.
MILCIADES CHAVES

Precursor de los estudios sociales y económicos en la Colombia del medio siglo, nativo de la vereda Cuatis en Gualmatán, “jardín de flores”, de la provincia pasto, bachiller del Max Seidel de Tumaco, en 1941 ingresó a la Escuela Normal Superior y fue el primero y más aprovechado de los alumnos -junto a Roberto Pineda y Virginia Gutiérrez- del sabio Paúl Rivet, concejal de París, fundador del Museo del Hombre y del Instituto Etnológico Nacional. Inmediatamente graduado se fue a la Universidad de Columbia coloniales (el antropólogo Paúl Rivet el que clasificó 123 familias lingüísticas en Suramérica, no obstante que aun tratándose del mismo idioma no es el mismo lenguaje).
Regresado al país en 1945, el científico José Francisco Socarrás le animó a vincularse con Luis Duque Gómez en el Etnológico. Muy pronto se le unirían sus conterráneos Sergio Elías Ortiz y Segundo Bernal Villa.
Milcíades viajó a la zona de los awa kuaiquer para examinar su hábitat, su lingüística, su etnografía. También les hizo clínica antropológica a los chamíes, chimilas, inganos, sionas y kofanes. En la Guajira inauguró la llamada escuela de la mitología.
Su nombre está conectado también con la creación del Instituto Indigenista de Colombia.

Nuevamente en Nueva York, en estudios en Columbia, a su regreso lo castigó la dictadura de Laureano Gómez que excluyó a los antropólogos e intelectuales sociales o liberalizantes. Paradójicamente es el general Rojas quien lo retoma y lo destina en el Departamento de Seguridad Social Campesina y el ministro de Trabajo, Emiliani Román lo designa director de la División de la Seguridad Social Campesina.
Para Otto Morales Benítez uno de sus personajes descollantes era Milcíades Chaves, el antropólogo de avanzada por quien también tuvo especial admiración. Cuando llegó al Ministerio de Trabajo en 1959 encontró al nariñense como director técnico de la Seguridad Social Campesina, rubro administrativo apetecido por el clientelismo frente nacionalista. Otto evaluó a Milcíades, lo escuchó y calibró su peso específico en las disciplinas económicas, sociales, econométricas y no salieron avantes las “voces reaccionarias” de quienes querían su cabeza. El joven ministro sentenció que “no hubo dudas de que se trataba de un trabajo con seriedad profesional”. Tanto entendimiento se cultivó que muy luego se lo llevó al Ministerio de Agricultura a defender la nueva reforma agraria. (“Nariño y Pasto en el Panorama de la Historia y la Cultura”, p. 200)
En 1959 se crea el Departamento de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia, adscrito a la Facultad de Ciencias Económicas. En él enseñaban algunos de los pioneros de la antropología en Colombia como Virginia Gutiérrez, Roberto Pineda Giraldo, Milcíades Chávez, Juan Friede, entre otros. En 1961 se programan algunos cursos de antropología social con lo cual, desde 1963 se organiza un título como licenciado en sociología con especialización en antropología social cuyas primeras egresadas serían Ligia Echeverri de Ferrufino y Gloria Triana en 1964.
En 1966 se crea la Facultad de Ciencias Humanas bajo el liderazgo de Orlando Fals Borda y el Departamento de Antropología con los profesores Luis Duque Gómez, Virginia Gutiérrez, Milcíades Chaves, Enrique Valencia, Rémy Bastien y Blanca Ochoa de Molina, respondiendo al interés de varios investigadores que veían la necesidad de crear un programa de formación de profesionales en el estudio de las poblaciones humanas desde la perspectiva sociocultural, arqueológica, lingüística y biológica comparativa.
Para Chaves era insoslayable que se adquiriera conciencia geográfica del país. Este hecho es primordial para acudir a determinaciones lógicas. Quienes mejor han gobernado son aquellos varones que se recorrieron la patria, instruyendo a sus electores ideológicamente, repasando los asuntos doctrinarios, enseñando derroteros, o quienes en sus empeños económicos o en sus designios de exploradores en aventuras industriales o de cultivadores, hicieron la misma travesía. Chaves consideraba que una de las causas de las mermas que eran explícitas en esos años –y algunas que persisten- se originaban en la insularidad de Nariño. Acentuaba un principio que no se ha valorizado cabalmente: para que mutara su realidad asfixiante y limitante era indispensable no conservar su estructura social y económica. Todo está plasmado en su erudito “Estudio Socioeconómico de Nariño”.

En su dimensión de historiador y en su crónica de la guerra de los mil días, condensó el conflicto: “cuando estalló la guerra, al finalizar el siglo pasado el enfrentamiento entre la ciudad de Pasto adicta al partido conservador e Ipiales, adicta al partido liberal, fue inevitable”, lo que valía resumir la silueta ancestral de las dos comarcas en cuatro siglos: la una, monárquica y aristocratizante, con el régimen conservador; la otra, guerrera, mestiza, democrática, con los insurgentes.
El paleógrafo Camilo Orbes se suma a historiadores y antropólogos como Ildefonso Díaz del Castillo, José Rafael Sañudo Torres, Sergio Elías Ortiz, el mismo Justino Mejía, Milcíades Chaves, Jacinto Jijón y Caamaño, Eduardo Zúñiga y Benhur Cerón Solarte, quienes también advirtieron de la epopeya y tragedia de la nación de los sindaguas.
En 1985, conformó un equipo de investigación con Margarita Chaves, Juan José Vieco, Benhur Cerón y Eduardo Zúñiga (quien ha sido su cálido y justiciero biógrafo) para estudiar la población indígena del surcolombiano.
Maestro integérrimo, su principal casa de estudios fue la Universidad Nacional.
En 1975, se posesionó como rector de la UDENAR, magisterio que ejerció por un año largo mientras lo toleraron las alambradas hostiles de la burocracia y de la reacción ideologizada.
Como siempre, la educación departamental entró en crisis, FECODE y los estudiantes del Liceo se fueron a paro por los incumplimientos inveterados. Sin ningún atenuante los policiales invadieron el Alma Mater y pulverizaron la extraterritorialidad universitaria. El Rector, solidario con la justa protesta estudiantil fue anatemizado, arrestado y destituido desde Bogotá. Murió en 1987.
[11] Roberto Pineda Giraldo, Virginia Gutiérrez de Pineda y Milcíades Chaves en la entrada del Parque Arqueológico de Facatativá 1947. Henry Wassén (1908-1886).
Milcíades Chaves ejecutando medidas antropométricas a un indígena kofán. Fotografía de Juan Friede. 1945. Archivo Fotográfico del ICANH.
JOSE ANTONIO LLORENTE

Nacido en Cumbal, en 1856 con ancestros payaneses. Hacia 1870 su familia se radica en Ipiales y él se matricula con los profesores Miguel Burbano y Manuel María Navarrete. Poco después se traslada a Quito
En 1975 viaja a Bogotá a estudiar Derecho y son sus profesores Santiago Pérez, Félix de León, Rojas Garrido, Ñito Restrepo, Diógenes Arrieta, Juan de Dios Uribe, todos del firmamento radical que se enseñoreaba en los Estados Unidos de Colombia.
En la guerra civil de 1876 fue destinado al Cauca y marchó al Tambo, combate en el cual ganó las charreteras de teniente y su batallón, la victoria. Pero en el intento de recuperar Almaguer, en el campo de La Herradura, fue herido en la pierna y ganó para siempre el apodo de “Cojo Llorente”, a los 20 años de su combativa adolescencia.
El mismísimo Jorge Isaacs lo impulsó a culminar la abogacía y se graduó en 1884 avalado por el expresidente Santiago Pérez.
Litigante por más de 40 años, su voluntad se enquistó en la defensa integral y visceral del progreso de su esquina sur. Impulsó también, como Guillermo Chaves Chaves, la construcción del ferrocarril del Pacífico. No en vano a una estación se le nombró con su apellido.
Combatió en la guerra de los mil días alistándose en Ipiales, bastión liberal que enfrentó con bizarría y heroísmo el conflicto civil. Los Llorente, Garzón, Portilla, Ortega, Montenegro, Vela, Caicedo, Polo, Rueda, Álvarez… se combustieron en las calderas de la revolución.
Apresado que fue Llorente hubo de fugarse hacia el Ecuador de Alfaro, con tal suceso que por poco se ahoga en el río Carchi. En Tulcán organizó la resistencia, se colgó el escalafón de General y se entregó al vértigo suicida de la guerra.
Guachucal, Cumbal, Túquerres, Barbacoas, Tumaco, Chiles, Chimangual fueron trincheras sangrientas. Las haciendas Simancas y Cascajal fueron el teatro y anfiteatro de las hostilidades. El 23 de enero de 1900, a librazos y puño limpio los liberales tuvieron que replegarse al campo de Guamialamag, hacia Cumbal. De allí se siguió el desastre de Puerres, la incorporación del general Avelino Rosas que arribó a Tulcán, prosiguió a Chiles y Cumbal. Muy poco después, “el guerrillero de Cuba” y caudillo de la Gran Colombia moría alevosamente asesinado en Puerres. Su cadáver fue arrastrado hasta Ipiales en donde sus cenizas se veneran (¿veneraban?) amorosamente.
De los despojos de la guerra civil quedó la verdad inconclusa de que si el liberalismo la hubiera ganado, Panamá no se hubiera perdido para Colombia.
Llorente fue cofundador del departamento de Nariño en 1904.
Representante a la Cámara en 1918, había sido constituyente en 1910, ministro de Hacienda del presidente Carlos E. Restrepo. Lo iba a volver a ocupar en la época del presidente Suárez si el sectarismo de los conservadores no lo hubiera impedido.
Murió en Bogotá, en 1931, a los 75 años. El Colegio de su tierra natal lleva orgullosamente su nombre procero
ALFONSO ALEXANDER MONCAYO

1906-1985. Vivió en Ipiales donde participó como columnista y editor de varias publicaciones, igualmente dejó su descendencia, de tres hijos. También fueron tres épocas: la primera durante los años cuarenta, retornó luego de su viaje legendario a Nicaragua y, finalmente en sus últimos días, antes de su muerte.
Arrojado y librepensador, escribió una afilada y mordaz narrativa que le valió su exilio voluntario de Pasto que lo declaró persona no grata a raíz de una novela (“SIMA”) que denunciaba las costumbres non sanas de la sacramentada ciudad teologal, sifilítica y mística.
Escribió también la biografía de César Augusto Sandino (Edit. Ercilla, Santiago de Chile 1937), “Sima” (Bucaramanga 1939), “La vida lírica de un símbolo” (Pasto, 1944). Dicen sus lectores que en sus relatos de sangre queda la huella de su participación en la revolución nicaragüense. Enrique Santos Molano, a quien le dedicamos aquí una Elegía, dejó establecido que “Sima” se clasifica entre las mejores novelas de historia. Como igualmente certificó Juan Lozano y Lozano a la novela “Chambú”, entre las cinco novelas de todos los tiempos.
En “Sur Liberal”, periódico gaitanista, Alexander se desempeña como columnista y se dedica a resaltar la imagen del recién sacrificado caudillo Jorge Eliécer Gaitán, así como a rescatar las tradiciones, costumbres e historia del pueblo Ipialeño.
Corresponsal y contertulio de Monseñor Justino Mejía y Mejía colaboraba para la Revista de Las Lajas. En 1944 elaboró un diccionario del idioma kansá que figura en el archivo de Monseñor.

SERGIO ELIAS ORTIZ

Sergio Elías Ortiz, vastísimo historiador, profesor de la escuela pública y Rector del Colegio “Sucre” en Ipiales. Pastuso, 1894-1978, estudió con los maristas. Fue rector de la Universidad, diputado, representante, investigador en el Instituto Colombiano de Antropología y Cónsul en Sevilla, España. Fue también presidente y “secretario perpetuo” del Centro de Historia de Pasto, así como miembro de numerosas academias nacionales e internacionales
Autor de numerosas contribuciones a la historiografía nacional e internacional. Humildemente hemos podido concluir que en su infatigable investigación sobre los “franceses en la Independencia de la Gran Colombia”, le faltaron Pedro Dupin y Carlos Martín, padre del excanciller homónimo.
Sergio Elías Ortiz como vicepresidente, no sólo fue decisivo para que monseñor Justino Mejía y Mejía sea elevado a Académico de la Colombiana de Historia, sino que en la correspondencia que se cruzan aparece la maciza cultura que vierten entrambos. (Ver Elegía) Sergio Elías escribió juguetonas y divertidas crónicas de su peregrinar por la Villaviciosa de la Concepción de los pastos.
Precísese que desde las aulas universitarias, en el periódico “El Estudiante”, Sergio Elías Ortiz desconceptúo “Los Estudios sobre la vida de Bolívar”, de que es autor su paisano J.R. Sañudo: “No sólo nos proponemos refutar esta desgraciada obra, sino también las omisiones en que incurre…ha gastado más de 20 años en fabricar su obra sobre Bolívar, ignorando las fuentes históricas, ¿o es que ha procedido con mala fe histórica?”.
Con el historiador y académico Edgar Bastidas Urresty –al limón- escribimos en 1997, “Dos Visiones sobre Bolívar”, un estudio comparado del “bolivarianismo” de Sañudo y Sergio Elías.
