EL COMPAÑERO JEFE EN LA VILLAVICIOSA
ELEGIA DE VARONES ILUSTRES EN LA PROVINCIA DE LA VILLAVICIOSA DE LA CONCEPCION DE LOS PASTOS (XVII)
Por:
Jorge Luis Piedrahita Pazmiño

I. El Compañero Jefe en la Villaviciosa
La última vez que lo traté fue en la Villaviciosa de la provincia de los Pastos en marzo de 2006 cuando pródigo y efusivo animaba la campaña del agónico liberalismo en compañía del también expresidente César Gaviria. A pesar de sus 93 años su temperamento estoico y entusiasta estaba empinado y sus íntimas cuitas se enderezaban a atajar las presentidas catástrofes de la reelección de Uribe Vélez.
Yo como diputado liberal ipialeño servía de acólito en la comitiva y compartía con los jefes naturales sus expectativas y designios. López me hizo depositario de muchas de sus memorias de aquella frontera que le había sido adicta desde sus provocativas luchas del MRL en los sesentas y de su campaña victoriosa de 1974. Allá y entonces yo lo había atisbado por primera vez, hace 45 años, cuando desde la plataforma del Hotel Las Lajas el candidato oficiaba el evangelio de la esperanza en aquella provincia famosa por su emoción liberal.

Otras veces lo descubrí de soslayo en ceremonias oficiales, sesiones académicas o en servicios religiosos. En la conmemoración de los 40 años del magnicidio de Gaitán; en la celebración de los 10 años de DAINCO (en 1986), de los 20 del DRI (1996), institutos que él había creado, de gran aliento territorial y despegue agrícola, temáticas que él privilegió en su portafolio de estadista y en las que coincidencialmente me desempeñé cuando ejercí el servicio público. También lo escruté en el atrio de los templos en donde se oficiaban los funerales de sus amigos Mauricio Obregón, el poeta Eduardo Carranza, el catedrático emerrelista Gregorio Becerra, el ex presidente Misael Pastrana o en el sufragio verdaderamente doloroso de los mártires del holocausto de la justicia. En El Externado igualmente había concurrido a enaltecer las celebraciones “de casa” como diría el Rector Hinestrosa o en otras ceremonias de alcurnia internacional invitado por su par en el iusconstitucionalismo Carlos Restrepo Piedrahita.
Pudiera decirse que las primicias de su biografía se confunden con la de la nacionalidad. A comienzos del siglo XX todos los ángulos del parque de San Francisco – antigua plaza de Las Hierbas- eran escoltados por los blasones y la heráldica de las familias criollas de la pequeña capital neogranadina, de apenas 200.000 almas. Allí se habían asentado –trecientos años antes- los fundadores foráneos, Jiménez de Quesada, Federmann y Belalcázar, los primeros, con todas sus mesnadas y paramentos. Y a lo largo de la densa colonia, los nobles en reposo devenidos oligarquía rampante. En el costado oriental –el ahora Jockey Club- vivió el Precursor Nariño y allí le incautó el verdugo Hernández de Alba su libertad, sus recaudos de tesorero y su biblioteca de dos mil tomos.
En la esquina norte –en el actual edificio de Avianca- murió millonario y hepático el vicepresidente Santander y por allí mismo, cuarenta años después, el expresidente Murillo Toro, víctima de arterioesclerosis; la plaza debería recordar el viacrucis del precursor y no la parábola del vicepresidente. Fernando Vallejo lo dijo: “cambiaron el nombre de un santo piadoso por el de un prócer dudoso”. A unos pasos hacia el este también había vivido el fundador Licenciado Jiménez de Quesada.
En el eje occidental aún custodian los templos de La Veracruz y el de la Orden de La Tercera. Más al aquilón, el monasterio de Las Nieves y al sur la Gran Vía, el Hotel Granada y “El Tiempo”, cuando lo fundó don Alfonso Villegas y el rincón de la plaza en el que la chata Dorotea, vendía masato y su famoso helado de paila, edificios todos de linajuda y añosa construcción, abnegados testigos de la cachaquería santafereña.
En uno de aquellos, el 30 de junio de 1913, nació el niño Alfonso Lázaro López Michelsen Pumarejo Lombana, precedido de brioso y añejo tronco genealógico y destinado por los hados a ser personaje principal a lo largo del siglo. La casa era tenida en arriendo, allí mismo había nacido 48 años antes, el deslumbrante poeta José Asunción Silva. Esa casa era colindante del cotizado y elitista Jockey Club. Muy pronto sus padres se trasladaron a la casa del abuelo, sabio danés Karl Michelsen, vecino de la calle 14, alrededor del Colegio Mayor del Rosario y contigua de la de los Vega, cuya doncella Maruja –futura esposa de Carlos Arango Vélez y suegra de Misael Pastrana- cuidaría del niño Alfonso cuando le sobrevino tos ferina. Doña Maruja lo llevó a su cama, lo atendió, lo cuidó, y como nunca tuvo hijos varones, lo volvió un hijo sustituto para ella. Pero, por esas inocentes calendas, la señorita Maruja Vega era la reina de los estudiantes y Jorge Eliécer Gaitán apenas entrado en la adolescencia, porfiaba por arengar en las conmemoraciones del centenario del héroe Antonio Ricaurte. Los López Michelsen habitarían casonas circunvecinas, ya de la calle 17 ora de la 18 –en la sede de la masonería, ya en el ocaso- y hasta en la 24, frente a la Biblioteca Nacional cuando en septiembre de 1952 su vecino y equívoco amigo, el vicepresidente Urdaneta Arbeláez, había permitido impasible el saqueo e incendio del inmueble por parte de unidades atrabiliarias de la policía política.
Aquellos años de su niñez delataban los signos de una sociedad modesta y recatada, si se tienen en cuenta los insignificantes índices de crecimiento económico, sus invisibles conexiones entre las diferentes provincias y sus menos disimuladas transacciones con el mundo exterior. La escasa inmigración europea, tanto como el hecho de estar la capital a distancias siderales de los puertos sobre el Atlántico o el Pacífico amén de rodeada de montañas insistentes y soberbias, eran determinantes de la geografía introvertida y la economía autárquica, que la hacía una ciudadela a la cual arribaban con gran pereza las repercusiones de los trastornos mundiales. No en vano el mismo López Michelsen la llamó siempre el Tíbet de Suramérica. Todavía el país no se reponía de la amputación del departamento de Panamá, doloroso episodio al que le dedicaría su destreza de letrado y su tenacidad y tino de estadista. (…)
Bogotá, en cambio, no ya en la Colonia sino para las fechas del nacimiento y niñez de nuestro personaje, es una ciudadela que apenas contabilizaba 200.000 parroquianos, y con el alumbramiento del nuevo siglo, habían prendido también las luces de la Empresa de Energía que había instalado don Santiago, Tayo Samper, y de la que López Pumarejo sería dos veces Gerente.
La propia Iglesia Matriz, la también llamada Catedral Primada, junto con los otros 27 templos circunvecinos, eran modestísimas fábricas –en verso de Juan Lozano- comparadas con las basílicas recargadas de piedra y mármol que exornaban las capitales latinoamericanas. Empero, el jesuita y geógrafo Coleti recordó en 1769, que la catedral “es magnífica y conserva el grande y singular tesoro de la cabeza de santa Isabel de Hungría”.
Un ambiente de austeridad transmitió hasta bien entrado el siglo XX el sosegado discurrir de una sociedad en donde la pobreza nivelaba por igual a los pretendidos ricos y a los abnegados pobres. No resisten comparación las construcciones del arquitecto Lelarge con las mansiones de México, Lima o Buenos Aires, verdaderas joyas y monumentos barrocos y virreinales.
Constituían, sin embargo, el orgullo de los santafereños sus casas de adobe y de tapia pisada, las callejuelas estrechas y empedradas, los barrizales en plena contravía, los tranvías cojitrancos, la alcantarilla del San Francisco al aire libre, las capillas, los conventos, campanarios y humilladeros, las casonas encaladas en donde las familias prominentes educaban a su prole en ascético y proverbial predicamento. Casonas de largos y pesados zaguanes, portones con aldabas y trasportones con tranca y ventanas enrejadas y con postigos. Aleros amplios y caídos sobre el patio, solares floridos con parásitas y azaleas, brevas, duraznos, ortigas y lengua de vaca. (…)
Es verídica por ello toda la genealogía de cinco generaciones que lo emparientan a ALM con el nacimiento de la Colombia mestiza, mulata y tropical. En sus Memorias la rastrea con desenvoltura y orgullo. (…)
Por la rama de su madre María Michelsen Lombana, ella era nieta de Bernardina Ibáñez Arias, la legendaria y rutilante ocañera, que cuando soltera fue asediada por Bolívar y los jóvenes que prosperan a la sombra del encumbrado magistrado. Con sus hermanas Carmen y Nicolasa vivieron, en su orfandad prematura, un vacío que cubrieron acogiéndose a las égidas tutelares de Bolívar y Santander, adultos en términos de la longevidad contemporánea y encarnación de la nueva clase que se consolidaba en la Nueva Granada. A Carmen, Bolívar le obsequió una daga de oro que había pertenecido a Napoleón. (…)
Así que dadas todas estas ramas genealógicas y trasmontando el río de su sangre, López era santafereño, pero igualmente bogotano, valduparense, tolimense, santandereano, toda sangre mestiza por lo danesa, india y española.
II – Carta sobre el ipialeño Gerardo Martínez Pérez
López Michelsen fue cercano y prosélito de nuestro paisano Gerardo Martínez Pérez, condiscípulo de Lleras Camargo, de Carlos Lozano Lozano, de Estrada Monsalve, todos discípulos de monseñor Carrasquilla; y el ipialeño, colegial del claustro, muy joven, audacia menor de treinta años, fue jurisconsulto, orador de vuelo, Gobernador, Procurador que reglamentó la vigilancia judicial y Ministro de Industrias y Trabajo, que enrutó la legislación sobre accidentes laborales; primo hermano del malogrado estudiante Gonzalo Bravo Pérez. En el mundo de la cultura fue fundador y animador de la ipialeña y ya centenaria sociedad “El Carácter”.
En carta confidencial que le pone el presidente López Pumarejo a su hijo habla eufórico y satisfecho de su colaborador. Fechada en enero 17 de 1936, remitida a Santiago de Chile le dice:
“Dejaré para otra ocasión el darte algunos informes sobre política. Harían una mezcla muy rara estas confidencias familiares con mis comentarios respecto de lo que ocurre en el Congreso o dentro del Despacho Ejecutivo. Baste por hoy informarte que las Cámaras siguen trabajando en armonía con el Gobierno y que con el correr del tiempo admiro más la capacidad de los Ministros. Lleras me hace grandísima falta en la Secretaría General, pero en el Ministerio de Gobierno está realizando una obra magnífica y prestando una colaboración inestimable. Echandía saldrá de la discusión de la Reforma Constitucional consagrado como uno de los grandes talentos jurídicos de esta tierra. Soto está sirviéndole de blanco a “El Siglo” de Laureano Gómez; pero no hay en estos contornos quien se atreva a negarle su grandísima preparación para dirigir las finanzas nacionales. César García es el mejor ministro de Obras Públicas que ha ocupado ese despacho, aunque sus antecesores no lo crean. (Un vainazo para Alfonso Araujo, postulado para irrepetible ministro de obras por Olaya quien también quería —e hizo todo lo que pudo— para que Araujo fuera su sucesor. Después, en 1944 fue conspirador, jlp.) González Piedrahita está haciéndose al medio con una rapidez sorprendente y lleva trazas de ser reconocido muy pronto como un gran Ministro de Relaciones Exteriores. Tu admirado amigo Martínez Pérez es muy ilustrado e inteligente. Sin embargo, no cuenta con el favor del congreso ni ha ganado mucho terreno en la conciencia pública. Otro tanto puedo decir de Rodríguez Moya y Salamanca; pero tengo de los tres muy alto concepto como funcionarios”.
Muy pronto, en este mismo año de 1936, Gerardo moriría ahogado en Honda, porque siendo ateo habíase bañado en jueves santo.
III. La plaza Roja y el fraude electoral

López Michelsen no sólo recordaba las vicisitudes que habían sufrido su padre y su hermano Fernando en julio de 1944 víctimas del odio militar-laureanista y que en Ipiales habían sido acogidos con solicitud y gallardía, sino que en el sur occidente colombiano también fecundaron semillas del MRL y particularmente en Ipiales, tradicional plaza roja. Recordaba en el horizonte del tiempo las banderas rojas desplegadas a lo largo de la calle real ondulantes al voceo estridente de los vivas legendarios. Del departamento de Nariño, fueron representantes a la Cámara, por el Movimiento Revolucionario Liberal, en 1958, 1960,1962, Ernesto Vela Angulo con la suplencia de Misael Mesa; en 1964, Eduardo Alvarado Hurtado con suplencia de José Alfredo Folleco; en 1966, Luis Eduardo Álava (que presidió la Cámara cuando la reforma constitucional de ese año, y de la cual fue ponente Domingo Sarasty, con la suplencia de José Alfredo Folleco; en 1974, fue Senador Ernesto Vela Angulo, con suplencia de Flavio Ortiz Sarasti, que fue Gobernador de un día. El laureado poeta del litoral Guillermo Payán Archer -corresponsal del nobel Vicente Aleixandre- no pudo aceptarle la gobernación ante el descarte de la construcción de la Refinería en su suelo y subsuelo natal.
(Aunque no podía ser del MRL, también Eduardo Del Hierro Santacruz fue cercano a López, según Benjamín Ardila Duarte. Hablaban en inglés antiguo con el presidente. El gran jurista y humanista Guillermo Puyana Mutis, se inició también en las corrientes del MRL y se desempeñó como Secretario de Juventudes. El humanista y Académico de La Lengua Vicente Pérez Silva incluyó a López en la antología de los grandes oradores nacionales.
En 1970, un episodio de los más controvertidos y disputados fue el de la elección de Misael Pastrana versus el General Rojas, que tuvo su sorprendente desenlace en nuestro Departamento de Nariño, en el litoral Pacífico, en las urnas de El Charco, Mosquera, San Pablo y La Unión, también en Yacuanquer, Sandoná y Samaniego, que fueron apeladas por el prominente ipialeño José Elías Del Hierro quien precisamente perdió su candidatura presidencial y al senado en aquel año. Del Hierro promovía efusivamente al costeño Evaristo Sourdís, y le puso en Nariño, 12.000 votos. Anecdóticamente, repárese que el expresidente Guillermo León Valencia tampoco alcanzó a coronar su Senado por el Cauca. Fue determinante en la opaca victoria de Misael Pastrana que la bancada costeña votó de todas formas por Sourdís; caso contrario, el general Rojas habría recibido ese contundente guarismo.
El entonces canciller López Michelsen tenía viejas vinculaciones con doña María Eugenia Rojas la verdadera capitana de la campaña de oposición. Pero tenía indeclinables compromisos con el presidente Lleras Restrepo y con el gobierno en general. Tanto de sus memorias como de sus revelaciones a Enrique Santos en su reportaje “Palabras Pendientes”, se puede colegir que hubo un cierto consenso sobre la realidad del fraude de aquella noche, que se fraguó en Nariño y que todavía para finales de los ochenta seguía pagando dividendos.
“Transcurrieron muchos años y una partidaria mía de la época del MRL fue nombrada gobernadora de Nariño (Mercedes Apráez, por Belisario y luego ratificada por Barco, JLP.). Como había sido tan amiga, fue a consultarme sobre la constitución de su gabinete. Venía acompañada por un parlamentario de extracción oficialista a quien le parecieron cosas sabidas las revelaciones que se me hacían y por tal razón no las contradecía, o bien, porque en su afán de garantizar su cuota, no quería contradecir a quien iba a dispensársela.
“Me dijo: ¿Cuánto le damos al pastranismo? ¿Cuánto al laureanismo? ¿Cuánto a los liberales y qué hacemos con el cupo de Chamorro? Le dije, y quién es Chamorro, que tiene cupo. (Padre del actual alcalde de Pasto). Y ella me contestó que se trataba de un señor Chamorro Ruiz, el que había puesto la plata del fraude para que ganara Pastrana. Le manifesté que no tenía ni idea de qué me estaba hablando y entonces me contó que, siendo ella Secretaria de Educación de Nariño, el Cabezón Martínez, (Ricardo Martínez Muñoz, jlp.) que ocupaba el cargo de Gobernador, reunió a los miembros de su gabinete para decirles que el triunfo de Pastrana dependía de su departamento y que la idea era mandar una avioneta a la costa nariñense antes de que salieran los pliegos en dirección a Pasto, para hacer el fraude. Consiguieron un piloto que hacía el vuelo por cien mil pesos, pero que no aceptaba cheque sino plata en efectivo. Buscaron por todos lados a ver quién facilitaba los cien mil pesos y fue Chamorro, que dio la plata para el vuelo. “Chamorro fue el liberal que puso los cien mil pesos en billetes la noche de la elección de Pastrana para poder contratar una avioneta que fuera a las islas del Pacifico nariñense a ajustar los registros que debían venir por mar hasta Tumaco. “Desde el gobierno del doctor Pastrana –dijo la gobernadora—, siempre se ha respetado el cupo de Chamorro en los diferentes gobiernos”.
“Lo cierto parece ser que en Mosquera e islas aledañas, se puso un número de votos como no se había visto hasta entonces: pero profundizando en el tema del fraude de Nariño, lo que sí me consta, y lo sabe todo el mundo, porque fue publicado en su tiempo, fue el hecho de que votos de unos municipios aparecían en las urnas de otros.
“El gobernador de entonces era Ricardo Martínez Muñoz, más conocido con el apodo de “El Cabezón Martínez”, que fue quien, en la tarde del domingo, a medida que se fueron conociendo los resultados electorales que favorecían al General Rojas, reunió a sus secretarios para deliberar acerca de cómo contribuir a reducir la votación que lo favorecía”.
“Personas que asistieron a la reunión me han relatado de qué manera se concibió originalmente el fraude en las islas remotas y, posteriormente, en todo el territorio del Departamento. Se imponía en las primeras horas de la mañana siguiente llegar a Mosquera y El Charco antes de que salieran las canoas con los resultados de la elección de la víspera. De ahí la idea de contratar un vuelo con una persona de confianza que pusiera en marcha el operativo. El piloto, dueño del avión, puso como condición el que se le pagara de antemano en billetes la suma que se le proponía para transportar al agente del fraude. Fue el motivo por el cual se hizo necesario apelar al señor Chamorro, quien mantenía en efectivo una cuantiosa suma en su casa y era un buen liberal, fiel a su partido.
“El Cabezón” había sido discípulo mío en la Universidad Nacional y por muchos años lo perdí de vista. Poco tiempo después de las elecciones fue enviado a Europa, en donde permaneció por varios años, principalmente en Roma, en donde alcanzó el cargo de Ministro Consejero de nuestra Embajada ante El Vaticano.
“Carlos Lleras no lo supo nunca porque, al parecer, la iniciativa la tomó el Cabezón Martínez, que luego estuvo de diplomático diez, doce o catorce años, bajo todos los gobiernos, en Roma. Después, verificando las cosas, resultó que toda la historia que le estoy contando coincide con una versión del propio Pabón Núñez en el sentido de que el fraude fue en Nariño.

“He llegado a la conclusión de que sí hubo fraude, aunque ignoro su verdadera magnitud, dice en sus Memorias, p. 169. Inclusive cuenta que Mario Laserna Pinzón, a la sazón Director de La República le transmitió que el expresidente Ospina Pérez (el más entusiasta padrino de Pastrana) estaba dispuesto a reconocer la victoria de Rojas; también recuerda las diatribas de María Eugenia, los antecedentes de la declaratoria del estado de sitio y el toque de queda a las 9 de la noche y la obligación de irse a dormir y la teatral mirada del reloj (que se lo regaló Johnson, en Punta del Este, digo yo, jlp.) El fraude lo hubo en Nariño, en donde las urnas de unos municipios como Yacuanquer y Sandoná, aparecían intercambiadas, pero sobre todo por la involuntaria revelación (de la Gobernadora) que me llevó al convencimiento de que el centro de las maniobras electorales contra el General Rojas había tenido por asiento este Departamento del Sur de Colombia”.
El Tigrillo Carlos Augusto Noriega, que fue dos veces Ministro de Gobierno de Lleras Restrepo, en su libro “Fraude en la elección de Pastrana Borrero”, Editorial “Oveja Negra” dice:
“En Nariño los cargos contra la limpieza se presentaron de manera terminante, convincente y a fondo desde la misma noche del 19 de abril”. Y señala nítidamente el caso de José Elías del Hierro que llevó hasta los tribunales de justicia su inconformidad. Inclusive alcanzó a ser precandidato presidencial en las nerviosas jugadas que los conservadores intentaron para detener la candidatura de Pastrana Borrero.
Rodrigo Llano Isaza vocea una sazonada ingeniosidad que corrió en ese tiempo. Apenas posesionado Pastrana, nombró embajador en España al Tigrillo Noriega. Coincidió su viaje con una gripe fuerte que le dio a Lleras y Noriega de amable le envió un telegrama desde Madrid: “Hago votos por su pronta recuperación”, a lo que Lleras recordando “lo que pasó aquella noche”, le contestó: “Deje ya de hacer votos que nos va a tragar la tierra”.
Inclusive en reportaje para “Juan Mosca”, Pabón Núñez confiesa que ante doña Bertha de Ospina Pérez, el senador Luis Avelino Pérez también reclamaba la paternidad de haber violado la urna triclave en Pasto, para favorecer a Pastrana. Pérez y Montezuma Hurtado –que salvaron su senado- ahogaron la candidatura de Chelías Del Hierro.
IV. López Michelsen en Ipiales

Fue muy emocionante recibirlo al cabo de las tormentas en Ipiales, en compañía del también expresidente César Gaviria y del candidato Horacio Serpa en la frustrada campaña de 2006, en trance de ganar para el liberalismo nuevamente la jefatura del gobierno que la disputaba el converso Uribe Vélez, que ganó la reelección, que no sólo fue declarada nula por las altas cortes, sino que condujo al abismo ético a la nación. Muchos lo hemos reconocido como el Giulio Andreotti colombiano.
López y Gaviria, dos expresidentes liberales en mi coche particular, caso único en la historia política de Ipiales, celebrada capital roja del antiguo Cauca Grande.
El presidente Gaviria recordaba en el homenaje a López que le ofreció El Externado: “También quiero hablar de algo que les consta a Alfonso Gómez y a Horacio Serpa. En el año 2006, hace apenas siete años, el presidente López tenía 93 años y decidió recorrerse conmigo el país a hacer la campaña liberal. Ustedes no se imaginan el esfuerzo físico que hicieron el presidente López y doña Cecilia. No se imaginan las dificultades para llegar a Tierralta, a desafiar a Mancuso y decirles a los liberales que salieran a votar a pesar del veto paramilitar. Con Horacio Serpa en Barrancabermeja, con la plaza llena López se encaramó en la tarima que se movía, en medio de un aguacero y él dejó claro de qué lado estaba y de cómo era un liberal de tiempo completo. O en Tumaco o en Ipiales. Allí dijo López: “Gaviria, la campaña es defender la constitución”. Y la campaña que hicimos en el 2006 fue para defender la constitución.
Sobre Ipiales, el expresidente López reconocía que era el refugio meridional y radical del liberalismo, que lo había acompañado cálidamente en sus procelosas horas de emerrelistas, así como también en las optimistas y victoriosas jornadas del 74, cuando ya era el candidato de la esperanza; puerto fronterizo al que volvía una y otra vez, cual lo hacen las golondrinas, que tienen siempre la nostalgia del retorno, como diría Bécquer. Hablaba de las calles rectas del pueblo y del embrujante hábitat de El Charco, palacio del mitológico cuy, en la ruta hacia el Santuario de Las Lajas, escenario de tertulias y tenidas de su estado mayor, con María Elena de Crovo, el largo Escallón Villa y el conde Álvaro Uribe Rueda, compartiendo con los disidentes liberales ipialeños Manuel María Montenegro, Ernesto, Avelino y Antonio Vela Angulo, Luis Alfredo Piedrahita, Julio H. Cabrera, Carlos Cabezas Villacrés, Julián Narváez, Milton Enríquez Cabrera, Pedro Nel Viveros, Gilberto Velasco, Azael López Herrera, Carlos Olmedo y Edgar Calderón Hernández, Roberto Misnaza, Celestino Bravo, Eduardo Sarasty Terán, Miguel Medina, Antonio Guerrero, Carlos Bravo Peláez, Fernando Bastidas, Néstor Almeida, Julio Almeida, Luis Guerrero, Héctor Ojeda Santacruz, Antonio Guerrero, Orlando Fuertes, Jorge, Libardo y Bayardo Argoty Almeida, Salvador Ramírez, Gilberto Rodríguez, Victoriano Almeida P., Néstor Chacón Jaramillo, Arnoldo Vallejo, Jorge Manrique, Marino Medina, todos ellos en su lozana juventud y en sus iniciales incursiones en la liza política. Incluso Bayardo Argoty lo escoltó en El Charco cuando ya era Presidente y ahí conoció el protocolo.
El MRL consiguió credencial en el Cabildo desde la primera vez cuando la obtuvieron Luis Alfredo Piedrahita, Fernando Bastidas, Milton Enríquez Cabrera, que así nos enseñaron a amar al liberalismo en todas sus vertientes. Cuando López era Presidente designó a Ernesto Vela Angulo Embajador ante la patria de Alcides Arguedas y llegó a Ipiales a condecorar con la Gran Cruz de Boyacá a José Elías del Hierro, quien con su amigo Gerardo Martínez Pérez y Ernesto Vela Angulo, Guillermo Chaves Chaves y Manuel María Montenegro han sido los ipialeños más encumbrados en todos los tiempos y los dos primeros sus amigos admirados. Coincidencialmente contemporáneos de 1905, los dos.
El Presidente evocó –en aquel abril de 1978, en el Casino de Oficiales del Grupo Cabal de Ipiales— la época cuando “hace ya algunos años en la remota ciudad de Urumita, ubicada en el departamento de La Guajira me correspondió coincidir en una visita con el doctor del Hierro, Gerente a la sazón de la Caja de Crédito Agrario (que lo fue por 9 años, jlp.) En medio del fervor de los habitantes, al pronunciar unas breves palabras expresé mi sentimiento de que el doctor Del Hierro estaba llamado a ocupar las más altas dignidades de la República, como la encarnación y representación del hombre de provincia, conocedor de las necesidades nacionales a quien todavía no se le había hecho justicia. Veía yo en el doctor Del Hierro una serie de merecimientos que sería prolijo enumerar, pero entre los cuales quiero destacar la pulcritud de su vida, la consagración al estudio, el sentido de servicio a la comunidad y un balance de ejecutorias que los colombianos todos, no podemos dejar olvidar”.
Recordó López que Del Hierro como Ministro del Trabajo reformó el Código Laboral y en la cartera de Minas y Petróleos sentó las bases de un sano nacionalismo y los fundamentos para la reversión de la Concesión de Mares al patrimonio nacional.
A su turno, Del Hierro reconoció que bajo el gobierno de López Michelsen se acogió el actual sistema de asociación con los extranjeros que fomentó la industria petrolera, “que nos sacó de la ruina en la que se cayó en ciertos gobiernos con nacionalismos mal entendidos”.
Volviendo a López, cuando fui diputado y ante el hecho insoslayable de su muerte en 2007, propuse y obtuve de la Asamblea Departamental que la sala de sesiones lleve el nombre “Alfonso López Michelsen”, que había sido igualmente elegido Concejal de Pasto en 1972.
López recordaba el mágico paralelo entre dos ciudades gemelas: Ancuya en Nariño y Amagá en Antioquia, que no era simplemente onomatopéyica.
El Presidente decía que los habitantes ancuyeños sabían de la existencia de una ciudad alterna, que, como su terruño, podía divisarse a distancia recortada sobre la ladera.
Así como su padre, que hasta el final de sus días buscó el entendimiento entre los partidos políticos como antesala de la paz burocrática por lo menos, a sus 94 años, López Michelsen también se abrazó a la suerte del liberalismo y a la puesta en vigencia del acuerdo humanitario como sus dos postreras banderas.
Pero López había tenido que ver con Ipiales más atrás, ya personalmente, ora en la parábola de su padre. En efecto, López Pumarejo sufrió el secuestro, el episodio más neurálgico de su segundo mandato en nuestra frontera. (Ver Elegía) Entrambos admiradores de la gesta de Eloy Alfaro, de su solidaridad con el liberalismo colombiano. López hijo igualmente amigo y admirador de José Marìa Velasco Ibarra.
V. López y la refinería de Tumaco
En el reportaje que le concedió a Enrique Santos, “Palabras Pendientes”, López refiriéndose a la posible refinería de Tumaco que venía prometiéndose y que su gobierno descartó inclusive avalado por la opinión de su Ministro de Minas, el nariñense Eduardo Del Hierro Santacruz: “Sin duda alguna, el petróleo tiene efectos tan embriagantes para el cerebro humano como el alcohol. Un ministro de Minas de los años 50 decía, cuando se descubrió el yacimiento de Orito, que Colombia estaba parada sobre un lago de petróleo. Bajo tal expectativa se construyó el oleoducto de Orito a Tumaco y en los últimos días de la administración Pastrana Borrero se planeó una refinería en el mismo puerto. Gracias a Dios y al arbitramento de la empresa nacional de petróleos de Rumania, a la que sometimos las diferencias entre mi gobierno y los partidarios de la refinería, el despropósito no se llevó a cabo. Quedó, sí, el oleoducto, que ayuda a transportar el petróleo del Ecuador hasta el mar y que es desproporcionadamente grande para la capacidad productora del Putumayo”.
Versión que es admitida y reforzada por Luis Eladio Pérez, que es ingeniero de petróleos “frustrado”, según él mismo lo confiesa en sus memorias de secuestrado, cuando recuerda que traspasó la cordillera, hasta caer en la zona del Putumayo, por el Oleoducto Trasandino, ese conducto que viene de Orito hacia Tumaco en la zona limítrofe con Ecuador. “Esta vía era un camino de herradura que va paralelo al oleoducto. Fue abierto cuando la Texas Petroleum Company, en el gobierno del presidente Carlos Lleras Restrepo, construyó el oleoducto sobre la base de que la producción de los pozos de Orito iba a ser muy significativa. Se llegó a hablar, en ese entonces, de la posibilidad de construir una refinería en Tumaco. Eso fue, entre otras cosas, un error histórico del presidente Lleras, porque no le exigió a la Texas la construcción de una carretera con buenas especificaciones, sino que ésta se dio el lujo de construir, por primera vez en el mundo, un oleoducto por vía aérea. Entonces se veían helicópteros poniendo la tubería, armando la tubería, y esa fue una equivocación. Y más aún porque la Texas se equivocó en los estudios del reservorio de los campos de Orito, pues la cresta del pozo petrolero estaba en territorio ecuatoriano. Cuando se dieron cuenta del error, mejor dicho, cuando se dieron cuenta de que la producción iba a ser mínima, no abandonaron el oleoducto, pero sí la construcción de la refinería de Tumaco y se fueron a negociar con Ecuador y por supuesto, ahí sí les exigieron la construcción de unas carreteras con unas especificaciones muy precisas, y ese es el origen del avance de Ecuador en materia de desarrollo vial. La Texas no perdió, perdió Colombia, perdimos los nariñenses, los putumayenses y los ecuatorianos ganaron porque exigieron esa construcción. Esa es la historia de los pozos de Lago Agrio en Ecuador y de la refinería de Esmeraldas, la que no se hizo en Tumaco. “Esa vía, ese camino de herradura, fue producto del movimiento circunstancial que generó el empate de esa tubería que venía vía helicóptero y que se convirtió en el santuario de la guerrilla, del Frente Segundo, que fue el que me retuvo, y también del frente 48, que es uno de los frentes más significativos que tienen las Farc desde el punto de vista económico y militar, porque maneja el tráfico de la coca en Putumayo y tiene una logística y un operativo gigantescos”. (Op. Cit, p. 28).
El DRI en Nariño
“Hace ya un cuarto de siglo, (es decir en 1974, jlp.), reflexionando sobre estos temas, acerca de la posibilidad de estimular la agricultura de subsistencia en los minifundios alrededor de las ciudades, nació el programa Desarrollo Rural Integrado (DRI) y se puso en ejecución en lugares como Pasto, Riosucio, Cáqueza y otros semejantes, con resultados tan sorprendentes como que en Nariño, cultivadores de hortalizas llegaron a aumentar sus ingresos en 20 o 30%, después que el Estado construyó vías para el transporte de los productos, atendió la salud por medio de puestos de primeros auxilios, suministró agua por medio de acueductos, facilitó la educación de los menores, pero, principalmente, merced al crédito, puesto en forma fácil al alcance de los campesinos”.
Cultura del minifundio, una institución desconocida en otras latitudes, y sin embargo característica de nuestra patria, porque quien está familiarizado con la topografía de nuestro suelo distingue a cabalidad regiones de latifundio como los Llanos orientales y las llanuras de la Costa Atlántica, frente a regiones como Nariño y casi la totalidad del Eje Cafetero, en donde los cultivos en gran parte se siembran en parcelas menores de 5 hectáreas.
Y el fundador del DRI hacía el arqueo de su propia iniciativa al cabo de sus primeros veinte años: El DRI distribuyó entre familias pobres, en 5 años, 70.000 hectáreas, una extensión igual a la que el INCORA repartió en 30 años.
Ramiro Orbes Montenegro recuerda que la administración López, con su Ministro Eduardo Del Hierro, dotó de electrificación rural la totalidad de la zona andina nariñense siendo que solamente la disfrutaban siete cabeceras municipales y eso que la dispensaba Monseñor Justino Mejía desde la hidroeléctrica de Las Lajas, para Ipiales y Pupiales.
Ipiales en sus editoriales
En sus disquisiciones periodísticas de tarde en tarde citaba a Ipiales a guisa de frontera patria:
“¿Cómo imaginar un permiso del Senado para invadir el Brasil por tropas extranjeras a través del territorio colombiano? ¿Y qué decir de un ataque a Venezuela por su región andina, sirviéndose de nuestro territorio como corredor para una invasión? ¿Nos llegará algún día la solicitud de algún enemigo del Ecuador para invadir a la hermana república desde Ipiales para ocupar a Tulcán con tropas acantonadas en nuestro territorio? (Del permiso de tránsito de tropas, 20 febrero 1994).
“¿Qué tenía de siniestro que también se compraran, al tiempo con el dólar, otras monedas como los bolívares y los sucres, los sábados y domingos en Cúcuta y en Ipiales? Hoy, cuando existe un mercado paralelo legal, cómo no sonreír ante el estigma de “siniestra” a la compra de monedas extranjeras en los hoteles y en las casas de cambio, como en cualquier país del mundo. Pueril es querer comparar el monopolio en la adquisición de monedas que ejercía en 1974 el Banco de la República, de acuerdo con la legislación vigente, con el libre mercado cambiario de nuestros días que no hace necesaria una “ventanilla siniestra” para darle vida a la compra de divisas por el Estado”, 27 de agosto de 1995).
“En la muerte de Carlos Urdaneta Holguín”: “El aguerrido y sectario caudillo conservador Pedro Nel Rueda Uribe, también fue de su entraña, como lo fuera José Elías del Hierro en Nariño”. (15 de febrero de 1998).
“De los cuyes y otras especies”, 25 de octubre de 1998: “Como todo no ha de ser rigor, el conejo del que nos vamos a ocupar en esta columna es un conejo de veras, que en el sur de Colombia se conoce con el nombre de cuy y sirve, desde tiempo inmemorial, la dieta de colombianos, ecuatorianos, peruanos y bolivianos. No faltaba más, sino que en este valle de lágrimas no nos cayera del cielo una buena noticia. A mis manos llegó un folleto contentivo de las calidades nutricias del cuy, de las condiciones para criarlo, alimentarlo y hacer que se reproduzca tres veces por año, como cualquier conejo. De ahí surgió mi interés por conocer la situación de los trigueros de Nariño y de toda Colombia. Grande ha sido mi sorpresa al verificar que dos departamentos tan disímiles como Nariño y el Cesar, y dos cultivos tan distantes, como el algodón y el trigo, van por el mismo camino. De 16.000 hectáreas que se sembraban a principios de los años 90, solo se sembró la mitad en 1997 y se espera que para el año 2000 el cultivo se reduzca a unas 4.000 hectáreas, para consumo del propio departamento de Nariño en la zona molinera de la región. Las razones de la decadencia de los cultivos son prácticamente las mismas en los dos departamentos: la falta de agua y el deterioro de la tierra, secuela inevitable de la ausencia de tecnología en un medio en donde se mantienen, desde hace siglos, incólumes los mismos procedimientos de explotación de la tierra”.
En el prólogo que escribió para la Cacica sobre Escalona y el vallenato: “Hace unos meses citaba yo, a propósito del festival de este año, cómo el dinero corría a raudales, no obstante, la desaparición de los cultivos de algodón, de arroz y de la decadencia de la ganadería reducida a una actividad de teléfono celular a tiempo con la aparición de tantos otros males que afligen la región. La verdad es que la proliferación de artistas y ejecutores es una fuente invisible de ingresos que hace su agosto en mayo, con ocasión del Festival; pero que funciona todo el año, desde Riohacha hasta Ipiales”.
VI. Semblanza
¿Quién dijo que no hay hombre, por sobresaliente que haya sido, que se mantenga en la memoria de las gentes, si no hay una lámpara votiva que ilumine la semblanza de su recuerdo?
Porque permanecer en la memoria es derrotar a la muerte. Por lo menos el emperador Adriano, en voz de la Yourcenar, decía que todo lo que rescata a la luz el esfuerzo del hombre le parecía laudable en un mundo tan dado a la omisión. A su vez, Gabo diría que la muerte no está en la vejez sino en el olvido.
Compañero Jefe por antonomasia, su rectorado ideológico se volcó sobre generaciones sucesivas arrobadas en su incalculable pensamiento que porfiaba con el remo liberal hundiendo su plano en las aguas de las reivindicaciones populares y abriendo sus velas a los vientos huracanados de las transformaciones sociales. Erguido intelectual a quien escuchaban con igual respeto los hombres que admitían y los hombres que negaban sus ideas.
Nacido a comienzos del siglo XX, en 1913, año también de Camus y de Nixon (y de su esposa, la Niña Ceci), su parábola intelectual se extendió hasta entrado el siglo siguiente, y aún en vísperas de su muerte, querellaba abrumado por el acuerdo humanitario que fue su postrera cruzada.
Nunca vaciló en correr la suerte de los inconformes o disidentes y se le reconoció como el gran provocador por sus afilados discursos, por sus picudas conferencias, desafiantes reportajes o inusitados ensayos. Se proclamó ufano el primer inconforme del país. Y en él sí que la elocuencia fue la angustia de las ideas.
Puntual en todas las rebeldías, polémico, incisivo polemista, siempre afirmativo, combatido y combativo, su pluma nunca se secó para labrar en los acuciantes debates contemporáneos. Para él parecería escrita la advertencia de su amigo Carlos Fuentes: “Nadie me verá decrépito. Siempre ser joven porque hoy me atrevo a volver a ser joven. Siempre seré recordado como fui”. El mismo non omnis moriar que dirían los latinos. “Todo en él era temblor y energía, convicción y fe. Ni un músculo, ni un nervio que no estuviera tenso para una misión secreta. Estaba consumido por el fuego de su pueblo. Fuego en el corazón y en la cabeza mucha luz”, que había dicho Charle Péguy.
Fue aguerrido e irreductible contencioso con sus malquerientes y difamadores que, como Caballero Escovar, en interminable diatriba –hasta 1988— llenaron bibliotecas de infamias a las que puso punto final la incorruptible pluma de Juan Lozano y Lozano, la escrupulosidad de Montaña Cuéllar y la acuciosidad de Germán Espinosa. O ante la inusitada retahíla por los episodios del “Hotel Marriot”, en ciudad de Panamá, la que desbarató el propio López en el reportaje de “Palabras Pendientes”; o la envenenada cargadilla en contra del célebre constitucionalista al que se le ahogó la pequeña y consentida constituyente cuando es bien sabido que el inapelable tribunal que la dejó sin oxígeno actuó como camarilla revanchista de odios políticos y no como corporación científica. En el telón de fondo se asomaba la proyectada reforma a la administración de justicia que la máxima cancerbera –ayer como hoy- impediría a ultranza.
De esas edades data nuestra admiración por el personaje, comoquiera que nuestra tesis de grado giró en la exégesis y apología de aquella audaz iniciativa que buscaba replantear el régimen territorial y la administración de justicia, amén que definía los alcances del poder constituyente, asignaturas pendientes todavía hoy, tantos años después.
En la Facultad de Jurisprudencia del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario cursó su pregrado de Derecho, que complementó en la Universidad de Chile y se graduó en julio de 1937 con una tesis dirigida por Eduardo Zuleta Ángel, cuyo saldo fue: “La posesión inscrita en el código de Bello”.
En las gacetas del entrañable claustro se editaron sus descarnados y eruditos opúsculos sobre la reivindicación de lo hispánico, la urgencia de desromanizar el Derecho en Colombia o sobre la obra del filósofo y político de la epopeya napoleónica Benjamín Constant, entre otras incursiones en el pensamiento moderno. El latín fue su venero, lengua erudita y renacental. “Aquello que no sea susceptible de ser traducido al latín, carece de claridad”, decía.
Era la época en que fue amanuense del propio Zuleta Ángel, magistrado de aquella “Corte Admirable” que con Ricardo Hinestrosa Daza, Juan Francisco Mojica, Liborio Escallón, Antonio Rocha, Hernán Salamanca, Miguel Moreno Jaramillo produjeron fallos iconoclastas como aquel que erigió el enriquecimiento sin causa como fuente autónoma de las obligaciones. O como aquella que legitimó la sociedad de hecho entre concubinos, que fue incorporada como parte del derecho de personas.
Antes de la magistratura, Zuleta se había ido a París, para perfeccionarse en Derecho Civil bajo la égida de los maestros cotizados en ese país y más desconocidos en Colombia: Rippert, Geny, Josserand, Bonnecase, Gaston Jeze, igualmente innovadores en materia de interpretación de los cuadernos legales. Lo que Zuleta calificaba como la oposición a la escuela de la exégesis, en la cual se consultaba más el texto literal que el espíritu de la legislación. Oírlo discurrir sobre la influencia de la moral en las reglas jurídicas –dice López—, sobre la causa en los contratos o sobre las relaciones entre el Derecho y la costumbre, era una apoteosis del espíritu.
López recordaba a su padrino como un colombiano estupendo, autor de frases originalísimas como aquella de que “mientras los colombianos pierden su tiempo hablando mal del prójimo, yo aprovecho el mío hablando bien de mí”.
Apenas de 25 años fue recibido profesor de derecho constitucional en la Universidad del Rosario, en la Nacional y en la Libre, de la cual fue su Presidente. En el Externado fue conferencista invitado y dignatario ad honorem. Como saldo de sus macizas disertaciones quedaron sus logrados ensayos sobre la estirpe calvinista de nuestras instituciones y la introducción al estudio de la constitución colombiana. Es fama que además de su prestigio académico y su erudita cátedra, el joven profesor se comprometía en inesperadas y traviesas exposiciones sobre derecho canónico, sobre el sociólogo Max Weber o incluso sobre la técnica de los óleos colgados en los pasillos de su claustro. De ese linaje fue su inusitada propuesta de conmemorar el IV Centenario de la Real Audiencia de la Nueva Granada y decretar el nacimiento del Derecho Público entre nosotros. Así como en el otoño de su vida se recuerda su patética disertación en el castillo Marroquín sobre las peripecias en Transilvania del conde Drácula. O cuando avanzó la teoría de que, como en la guerra de Troya, también en la guerra con el Perú, el rapto de una mujer fue el episodio doméstico que desató el conflicto amazónico. Es que a lo Becket, era un escritor con buena memoria que no se acordaba de nada porque no se olvidaba nada.
Curiosamente del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario fue alumno, luego profesor y cuando ejerció la Presidencia de la República fungió como Patrono, heredero de los privilegios del Rey de España, según las constituciones de su Alma Mater.
No se hable de su oceánica versación en todas las materias como la que desplegó en su columna dominical de El Tiempo, por más de veinte años, que así como ponía en aprietos a los gobiernos de turno ilustraba a sus compatriotas sobre los más insaciables asuntos. Más joven se reveló como humanista en los semanarios El Liberal y La Calle y en las revistas Mito y Nueva Prensa. Se puede decir que abría el apetito sobre un repertorio interminable que tenía que ver con el nuevo orden mundial, el derecho internacional humanitario, el intercambio humanitario, el respeto de los derechos de las minorías, la investigación científica, la biotecnología, los alimentos transgénicos, el futuro del café, del petróleo, las relaciones con Estados Unidos, la historia atribulada de Panamá, Eloy Alfaro, el Concordato, la nueva China, el cultivo de la palma africana, de árboles maderables, los premios nobel, el paludismo, la corrupción, el tratado Esguerra-Bárcenas de 1928, José Asunción Silva, la Handel, la devolución de la zona del Canal, la globalización, Churchill, Gabito, Clinton, la popularidad de Jorge Barón, Marco Fidel Suárez, el abandono de San Andrés, del sabio Ezequiel Uricoechea que enseñaba árabe en Gutinga, las últimas novedades bibliográficas, el neoliberalismo, el cuy del Charco de Ipiales, Alvin Toffler… Se dijo que “poseía un peligroso poder de seducción, una pasmosa fuerza de sindéresis”.
En televisión emitió un especial sobre flores, en el cual detallaba que la dalia es una planta que trajeron de Méjico; que el eucaliptus vino de Australia; que el trébol carretón lo trajo Nariño de Bretaña y otras más que llegaron de Etiopía, del África tropical, que producía lo mismo que nosotros llamamos el agapanto o la llama. Que el cartucho lo trajeron del África. La azalea de Corea; la camelia de Francia. Habló con sobrades y primosura de la flora, plantas y cosechas, mencionó los cartuchos, las llamas, las rosas bolas de nieve, las curubas y gulupas, a las que denominó “flores de la pasión”. Fue una apoteosis botánica.
En 1952 se exilió en México, D.F. debido a las exasperantes vicisitudes políticas que hicieron víctima a su padre y provocaron el destierro ingrato pero fecundo. Como a Jorge Zalamea, Porfirio Barba Jacob, Germán Pardo García, Marco Tulio Aguilera Garramuño, Eduardo García Aguilar, Álvaro Mutis, Marco Palacios, Fernando Vallejo, monseñor Guzmán Campo o el propio Gabo, la cultura azteca le sirvió de feraz abrevadero de la América mestiza, andina y tropical. Esa estancia le aquilató su pensamiento progresista, tolerante, autodeterminista de los pueblos. Recuérdese que en sus anales registra el fusilamiento del intruso Maximiliano que ordenó el “Benemérito de las Américas” –como le acuñó Mosquera- en defensa de la soberanía nacional y también que allí tuvo su cuna, cuatro lustros antes de su llegada, el APRA con sus divisas de orgullo indoamericano.
En ese entonces no sólo concluyó su novela de corte urbano y crítica sociológica, elogiada por la severa crítica neogranadina, sino que le permitió concebir y redactar sus primeros documentos de alta y moderna politología.
Allá y entonces fue socio de Natalicio González Paredes, el presidente guaraní de cinco meses (1948-49), igualmente exiliado pero diplomático, poeta, novelista y ensayista además de orador y jefe del partido colorado que con él y 3.000 gauchos marcharon hacia Asunción a la jura presidencial.
López, en 1959, vino a su país y dio inicio a su hoja de ruta que lo llevará en menos de tres lustros a la propia jefatura del Estado, no sin antes padecer los páramos de la disidencia. La fundación del Movimiento Revolucionario Liberal, MRL, es cabal prueba de su carnadura rebelde y contestataria. El periodismo, igualmente, le sirvió de infatigable molino de batalla, pero también de insaciable combustible literario y académico.
Fue tan rotundo su procerato intelectual, que no hubo lado oscuro de la luna que escapara a su lustroso experticio. Sus contertulios o auditorios expectantes recuerdan sus inesperadas disertaciones sobre Constant -que le mereció todo un ensayo en plena adolescencia-, Chateaubriand, Proust, Balzac o Freud o sus declamaciones de Verlaine o Baudelaire. Extraña que no se haya detenido en los icónicos predicamentos de Carlyle, aquél calvinista escocés que prescribía que cualquier credo es tolerable siempre que posibilite la virtud, lo que el propio López compartía en sus convicciones íntimas. O que no haya inclinado su estetoscopio sobre la legendaria biografía del Precursor Nariño, creador del derecho público colombiano que debía sortear el salto de la monarquía a la república.
Si se trataba de temática internacional, florecen testimonios que prueban su versación en la geopolítica, la historia crítica, la crítica histórica, los tratados públicos o las picantes anécdotas que sazonan la verdad y la leyenda de la vida de las naciones. La crónica contemporánea era desgajada semanalmente en su oficio de editorialista hasta cuatro días antes de su muerte. En sus memorias, mitad inéditas e incompletas, dio soberbia prueba de su severo dominio de la narrativa y de la captura de los sucesos que le correspondió presenciar en el mundo y en la aldea, a veces como protagonista, otras como espectador.
Fue tan abundante como Borges en su profesión de prologuista, que los hacía a sus propios opúsculos, “Cuestiones colombianas” o la “Postdata a la alternación”. Novelista, de una sola pero consagratoria novela; pletórico ensayista (el “centauro de los géneros”) y puntual obituarista a lo LENC y editorialista de revuelos. Los “lopólogos” estiman que sus obras completas perfectamente cubren una biblioteca de muchos volúmenes. Todo vertido en prosa linajuda, lúcida, férvida, tónica.
No en vano en su templo escoltaban como guardia suiza una fila interminable de colecciones apoteósicas tales como los 80 volúmenes de la “Samper Ortega”, los más de cien de la “Aldeana”, las 42 “Obras completas” de José Martí, las 12 de Gide, los imprescindibles 13 tomos del “Tiempo Perdido” de Proust en lujosa edición de Gallimard de 1925, (que también están de centenario), la Enciclopedia Británica, “El libro botánico” de Linneo en pergaminos de 1787 y desde luego la obra completa de Gabo, el Homero de nuestro tiempo, los del boom y los latinoamericanos que investigó Galo René Pérez; la biblioteca “Ayacucho” en todas sus promociones que le donó Blanco Fombona.
Todos los cueros y alfabetos que venían del erudito pasado y del voluminoso hogaño estaban allí obsequiosos a la voluntad insaciable del orgulloso propietario.
Imperativo fue abordar el perfil de sus contemporáneos que también coincidieron en el culto de las disciplinas del espíritu: los Lleras, Liévano Aguirre, Uribe Rueda, Belisario Betancur, García Márquez, Palacio Rudas, Forero Benavides, Alejandro Vallejo, Arturo Abella, sin soslayar la égida cosmogónica y paradigmática de su padre, Alfonso López Pumarejo, a quien el amante hijo llevó a la sacralización.
Todo el pensamiento de ALM vertido en sus ensayos de corte constitucional, histórico, filosófico, politológico, de lo que se obtiene como macizo saldo el reconocimiento de la contribución estelar de la cultura hispana desde la Recopilación de las Leyes de Indias y el venero de la normatividad consuetudinaria, hasta el derecho constitucional burgués demoliberal, sin soslayar su estirpe protestante y calvinista.
Así mismo como desgarradora consecuencia deviene la gesta incompleta de la revolución bolivariana que no pudo desdoblarse en reformas sociales que tumbaran las estructuras del coloniaje y de la dominación de los encomenderos de antes y de ahora. Surge inequívoca la realidad de que la esotérica independencia de 1810 fue prematura y su criatura consentida, el liberalismo económico, una desgracia para la América Latina, por lo que de inhibición y negligencia supuso para el Estado. Por lo que, por otra vía, menos escolástica y más humanística, el liberalismo sí fue pecado.
Gravitaba cosmogónicamente en su teorética la convicción íntima y perdurable de la contradicción que puso en claro en todos sus trabajos académicos e históricos: si la América Latina es católica, dogmática y autoritaria, por qué las instituciones políticas que se arraigaron fueron las calvinistas y protestantes de linaje anglosajón de suyo. Interpretaba que España intervenía en la vida toda de sus colonias con miras al interés general, como el imperio lo concebía, mientras que las burguesías de nuestra América han hecho que el Estado se cruce de brazos, se inhiba e inhabilite haciendo tránsito a un mero “estado nodriza” y no maniobre para controlar los intereses creados y propenda por la justicia para todos sino nudamente para proteger con arancel aduanero y amnistías tributarias, a las élites del poder.
Perfiles y contenidos que los abordaremos del último de los grandes, célebre y reputado intelectual cuya apasionante biografía nos sirvió para volcarnos sobre la historia misma de la patria, estadista y humanista que murió hace quince años y que ejerció definitivo y doctrinario ascendiente en la urdimbre intelectual colombiana a lo largo del siglo XX.

