EL ÁTICO
De vez en cuando, los pueblos vecinos eran visitados por un hombre esbelto y atractivo que aparecía y desaparecía como un fantasma, dejando el corazón roto de una hermosa y joven mujer que llegaba a amarlo hasta la locura.
Por:
Graciela Sánchez Narváez

… – ¡Es como si le arrancaran la vida! –dijo suspirando profundamente la desolada mujer. –Cuando perdí a mi esposo, sentí que lo había perdido todo. Él fue mi otro yo, amiga –se lamentaba Martha y las lágrimas que brotaban de sus ojos saltaban fáciles por sus mejillas y caían abundantes sobre la blusa celeste. Juanita la miraba compungida y llorando también. Sólo pudo estrecharla entre sus brazos y tratar de consolarla.
– Tranquila amiga, tranquila. Todo pasará… y a lo mejor, un día ni recordarás este martirio que hoy te ha tocado sufrir. ¡Ya lo verás!
Juanita no podía creerlo, pues fueron proféticas sus palabras. Solo habían pasado tres meses desde su encuentro y ya parecía que aquella amiga que Juanita abrazó ese día se había transformado rápidamente en una persona feliz, pues la encontró rejuvenecida y con una sonrisa a flor de piel. Caminaba erguida, cuando paseaba por plena avenida, tomada de la mano de un hombre atractivo, alto y espigado, con un cuerpo esbelto piel canela y unos ojos claros, con el color del trigo maduro. No le importaron los comentarios que la gente hacía sobre el corto luto que guardó por su esposo y el inmediato reemplazo después de su muerte.
A la salida de la misa, la madre del difunto, rigurosamente vestida de negro, se lamentaba de la actitud de Martha.
– Se ha ligado con un advenedizo, nadie sabe de dónde viene, apenas llegó, lo atrapó esta mujer irrespetuosa de las sanas costumbres de nuestro pueblo y de la memoria de mi hijo. –Las demás señoras asentían al unísono con la cabeza y suspiraban alternativamente. Al fin, una vecina susurró:
– Ella se olvida de que hay un Dios que se las cobrará todas, tal vez en esta vida no; pero lo hará en la otra.
Su esposo había sido un hombre tranquilo y sereno, tal vez un poco lento, pero muy inteligente y honesto. Ella siempre le reprochó cierto abandono hacia ella y a su familia por un trabajo que no le redituaba como ella esperaba. Hasta que murió, ella le había reclamado por esa manera de ser tan indiferente y desinteresada por los bienes materiales, que para ella significaban su seguridad y el futuro de su hija.
Ahora, con su nuevo amor, sentía que había encontrado al hombre con el que había soñado siempre. Sin proponérselo, terminaba comparándolo con su esposo fallecido y le daba gracias a la vida, por presentarle esta nueva oportunidad para ser completamente feliz. Sin embargo, muy íntimamente, se sentía culpable por hacerlo.
Y es que a Marcos, así era su nombre, lo admiraba de verdad. Su voz tan fluida y sonora le transmitía toda la seguridad que necesitaba; su actividad y agilidad corporal, lo hacían atractivo en cualquier medio, facilitándole las relaciones con la gente importante, tanto que en tan poco tiempo ya se movía entre las personas selectas de la capital.
– Voy a llevarte a conocer nuestra casa. Ya falta poco para adecuarla; es como te la mereces, es hermosa, por eso, debo viajar a la costa unos cuantos fines de semana más para que podamos ir a vivir justos. ¿Te imaginas? –le dijo esa tarde cuando tomaban café en la plazoleta. – Está ubicada a la orilla del mar, desde su parte alta verás el espectáculo de ese majestuoso mar meciéndose sensual ante la desconcertada luna, mientras los delfines azules saludan en la orilla a los transeúntes.
Su mirada tierna y su voz segura, cuando le contaba de la casa junto al mar y de los delfines que hablaban con la gente que los visitaba, la llenaban de felicidad. Todas las tardes le decía que la estaba arreglando para muy pronto trasladarse a vivir con ella a ese idílico lugar. Por este motivo, los fines de semana estaba fuera de la ciudad y ella lo comprendía.
Este día quiso sorprenderlo, Marcos había viajado la víspera, de manera que habló con Juanita para que la acompañara. Así llegaron al pueblo mencionado por su esposo, era fácil llegar a ese lugar pues se trataba del sitio turístico más famoso de la región, debido a sus bellas playas blancas. Mientras llegaban, Martha le contaba con entusiasmo a Juanita que Marcos había nacido frente al mar, en el mejor sitio del mundo, pues su casa familiar estaba ubicada en el parque central. El bus se detuvo bruscamente anunciando que habían llegado, y la gente que venía dormida o en silencio se levantaba para tomar sus paquetes y descender. – ¡Ya estamos aquí! –dijo Martha con entusiasmo.
Muchas personas estaban dialogando, tal vez después de un largo día de trabajo, porque eran ya las cinco de la tarde. El sol daba su último espectáculo antes de esconderse; su reflejo en el mar pintaba el ambiente de un amarillo rojizo cambiante que se desdibujaba cada instante, como si fueran múltiples cuadros nuevos ordenados en una gran sala de exposición.
Empezaron a preguntar. Saludaron a un agente de policía que charlaba con otros – Por Favor, ¿nos pueden ayudar indicándonos dónde se encuentra la casa de la familia Citelli? – Se quedaron pensando y preguntándose entre ellos, pero ninguno sabía nada de esa familia.
– Es más, –dijo uno de los agentes– Yo soy de este pueblo y jamás he conocido ninguna familia con ese apellido. – Martha se quedó atónita. Y así siguieron indagando, pero nadie les dio razón alguna ni por el nombre ni por el apellido de su novio.
Poco a poco Martha fue descubriendo que todo lo que le había dicho su enamorado era una soberana mentira, tanto sobre su familia como del apartamento, el auto y la casa en construcción. Fueron entonces, directamente a una estación de policía donde pidieron buscar el nombre de Marcos Citelli y no lo encontraron. Entonces Martha dijo:
– Tal vez, con la cédula sea más fácil
– ¿La tiene? –preguntaron.
– Sí. Me la entregó para un préstamo que queremos hacer en un Banco. – Encontraron muchos nombres relacionados, pero ninguno que coincidiera con la cédula que Martha tenía.
Los agentes examinaron detenidamente la cédula y uno de ellos, comentó:
– ¡Qué pena mi señora, éste es el típico caso de un fraude! La cédula es falsificada ¿Le ha prestado dinero?
– No, –dijo pálida Martha, saliendo temblorosa y diciéndole a Juanita que tomaran un taxi expreso de regreso a la capital, que su hija estaba sola y podía estar en peligro. Martha no le reveló a su amiga que había visto a Marcos en una de las fotografías que se encontraban en los registros de la policía. Juanita observaba que su amiga no lograba reponerse.
Al llegar a casa abrazó a su hija. No quería que la viera llorando, pero las lágrimas fluían solas, le preguntó si había llegado Marcos y su hija le contestó que no. Pidió a Juanita que se quedara en casa, a lo que Juanita no vio problema alguno, pues vivía sola en un apartamento vecino. Entonces tomó las cosas de Marcos, las colocó en una maleta y las sacó a la sala. Luego se dirigió a su hija llorando:
– Nenita, yo me recuperaré, lo olvidaré. Perdóname por caer en este error, me enamoré sin sentido. – La niña de doce años, se lanzó a sus brazos y le acarició el cabello pareciendo entenderlo todo.
Pasaron varios días y la maleta permaneció en la sala, sin que Marcos llegara a recibirla. Martha hizo cambiar las guardas de las cerraduras de las puertas.
Una noche, Martha le expresó a Juanita que le agradecía por su compañía, pero, que sabía que tendría que afrontar sola esta situación. Luego lloró en silencio.
Al día siguiente su hija le dijo que había sentido unos ruidos raros en el ático. La madre, pese a que se sentía culpable del estado de su hija, no le prestó mucha atención, pues no había podido dormir ya varios días y se sentía como si la hubieran azotado con mil latigazos. Sin embargo, se propuso levantarse. Su hija tendría que ver en ella el valor para afrontar esta situación. Se puso bonita y fue a la oficina. Juanita la recibió amablemente, nadie le comentaba nada, pero sentía el peso de las miradas, algunas inquisidoras y otras de insana satisfacción.
Martha sufría ese resfrío doloroso del desamor y del engaño, estaba en cama y no quería saber nada del mundo exterior. Ya no pudo disimular y cayó en depresión. Una noche le comentó a su hija que estaba un poco cansada, pero la niña le pidió que la dejara dormir con ella y la madre aceptó. La niña se abrazó de la madre.
– Mami, siento que alguien está entrando al ático.
Martha se sentó de un golpe y se quedó oyendo atentamente, realmente sintió un ruido especial, pero deprimida como estaba, no tuvo ánimo de hacer nada.
Al día siguiente se levantó forzosamente, pues Maguita, su hija, ya se despedía con afán para salir a esperar el bus que la llevaría al colegio. La abrazó fuerte y con un beso la despidió. Al cerrar la puerta quedó sola y, con una mezcla de curiosidad y desidia, miró la puerta del ático. Desde que murió su esposo jamás volvió a abrirse, él había guardado allí muchas cosas que no deseaba revisar. Pensó en lo que su hija le había dicho la noche anterior y después de llorar por la culpa al haber expuesto la memoria de un hombre tan bueno como lo fue su esposo, por el afán de compañía y de amor, se armó de valor.
– ¡Vamos a ver qué pasa!, puede ser un gato, –reflexionó.
Buscó la llave y abrió lentamente la puerta. No le gustaba subir, ya que allá también se habían guardado algunos muebles y otros objetos que la familia de su esposo fallecido había heredado y cada uno de ellos tenía una historia un poco tenebrosa. Él reía cuando se las contaba.
Subió las estrechas pero firmes gradas de madera y abrió lentamente la puerta, al apegar el oído sintió algo como un golpe seco y luego todo quedó en silencio. Recordó también que Juanita, su amiga, le había dicho que en el ático parecía haberse quedado algún animal.
–No te asustes, amiga, pero definitivamente hay algo raro en el ático.
–Sí. Mi hija lo ha sentido también.
Al entrar lentamente, Martha se espantó al encontrar a Marcos durmiendo plácidamente en una cama que había improvisado.
Sabía que la policía lo buscaba, que era prófugo de la justicia. Rápidamente bajó e intentó llamar por teléfono, pero ya el hombre había saltado sobre ella; Martha alcanzó a tomar un pesado pisapapeles para defenderse, pero Marcos la venció fácilmente, le ató las manos hacia atrás y le tapó la boca con una cinta.
Maguita llegó al mediodía del colegio y le sorprendió sobremanera encontrar a Marcos en la sala. Como si nada hubiera pasado, él le contó que se reconciliaron con su madre, que hablaron y arreglaron las cosas, que nuevamente vivirán juntos.
Cuando le pregunta dónde está ella, él le dice que fue donde su amiga. Todo parece normal, pero como el auto se encuentra en el parqueadero, la niña entra en duda y alcanza a llamar a Juanita, pero el nerviosismo es tan notorio que empieza a gritar. Marcos la golpea, la amordaza y la sube al ático. Juanita alcanza a oír por el teléfono los gritos y apresurando conclusiones llama rápidamente a la policía, explica lo sucedido, indica la ubicación y se dirige a la casa de su amiga.
Al encontrar a su madre en el ático, Maguita no sabe si está muerta o desmayada. Está amordazada y atada a una silla. Marcos se encuentra ofuscado y busca algo afanosamente entre los muchos trebejos del ático. En ese momento, aprovechando el ruido que hace la niña y la distracción del hombre, Juanita entra con una gruesa varilla de hierro y descarga un golpe con toda la fuerza sobre la cabeza de Marcos, quien cae al suelo aparatosamente. Procede entonces a desatar a Martha y a su hija.
Al rato llega la policía que identifica al hombre en el piso como un prófugo al que se ha estaba buscando desde hace tiempo por todos los lugares.
Al día siguiente es noticia en el mundo que ha sido capturado un fugitivo que hablaba varios idiomas y había escapado de las más seguras cárceles de un país lejano. En la región se comenta entonces que, de vez en cuando, los pueblos vecinos eran visitados por un hombre esbelto y atractivo que aparecía y desaparecía como un fantasma, dejando el corazón roto de una hermosa y joven mujer que llegaba a amarlo hasta la locura.
EL ÁTICO: un cuento algo largo con una estructura narrativa que se mezcla el mundo real con elementos de sueños alucinantes, tal vez, Graciela deseó expresar la idea que todo es posible y permite aceptar el misterio que hay en las circunstancias de la vida.
Además, refleja una serie de creencias populares y religiosas que son propias del sentir latino, como sucede con la crítica de las amigas que a los tres meses de muerto el esposo, se pasea con otro, poniendo a Dios de por medio: ” un Dios se cobrará todas, tal vez en esta vida no; pero lo hará en la otra”.
Son los dos personajes protagonistas: Martha, sufre de depresiones, se enamora al poco tiempo de muerto su esposo, vive su vida en tinieblas, encariñada por las apariencias de Marco como si él tuviera dos lados, uno real y otro ilusorio.
Marcos: un hombre mentiroso y prófugo de la justicia que vive de la mentira y el engaño, bajo un contexto lingüístico como uno meramente práctico y el otro de engañar que se mezclan como defectos que desorientan para crear confusiones, inventando situaciones en que las palabras relevantes se ven alteradas y se propician así cambios desconcertantes en las significaciones de los términos que estén empleando.
La consecuencia de la mentira y el engaño marca un hito esencial en un conflicto de un hombre que muestra una condición de apariencias dónde Martha cae y se doblega a sus requerimientos. Cuando la situación se descubre precisamente en el espacio del Ático que es de enigmática complejidad donde se guardan cosas viejas y viejos recuerdos con una hipótesis sobrenatural como para descubrir cuál es el final que el protagonista aparece y desaparece como un fantasma, perseguidor de mujeres víctimas de su presencia física e intelectual, con una máscara que se mueve en ese mundo de antivalores de confort, apariencia y moralidad le tiene sin cuidado.
Cómo desenlace, muy apropiado es descubierto por sus fechorías y llevado a la cárcel.
Un cuento triste con un fin feliz. Ameno para leerlo y recrearse con él, metafórico, fantástico e imaginativo. Buen tema, bien desarrollado y no da una gran enseñanza, todas las mentiras y engaños son descubiertos, tarde o temprano. Felicitaciones.