Por:
Mauricio Chaves-Bustos

¡Nada os pertenece en propiedad más que vuestros sueños!
Nietzsche.
Parte 2
Las conmociones del siglo XX
En 1918, coincidiendo con el aniversario de la Revolución Rusa, se lleva a cabo la Reforma Universitaria de Córdoba, Argentina, generando un verdadero Manifiesto, firmado por todos los representantes el 21 de junio de dicho año, se buscaba seguir el sueño bolivariano de la unidad americana, la gestación de un modelo educativo propio, ajeno a las pretensiones que EE.UU y Europa tenían sobre la educación latinoamericana, mediante la creación de una conciencia educativa que partiera de las exigencias que la realidad le mostraba y en total conexión con el pueblo avasallado y olvidado de siempre. Se transcriben algunos apartes, por la vigencia de su contenido y por el llamado perpetuo que sigue resonando aún:
La juventud vive siempre en trance de heroísmo. Es desinteresada, es pura. No ha tenido tiempo aún de contaminarse. No se equivoca nunca en la elección de sus propios maestros. Ante los jóvenes no se hace mérito adulando o comprando. Hay que dejar que ellos mismos elijan sus maestros y directores, seguros de que el acierto ha de coronar sus determinaciones. En adelante, sólo podrán ser maestros en la futura república universitaria los verdaderos constructores de almas, los creadores de verdad, de belleza y de bien. La juventud ya no pide. Exige que se le reconozca el derecho a exteriorizar ese pensamiento propio en los cuerpos universitarios por medio de sus representantes. Está cansada de soportar a los tiranos. Si ha sido capaz de realizar una revolución en las conciencias, no puede desconocérsele la capacidad de intervenir en el gobierno de su propia casa.[1]
Esta búsqueda de autonomía y autodeterminación tuvo sus detonantes en Latinoamérica, debido en primer lugar a la visión continental que impregnaron en el manifiesto, a tal punto que en 1921 se llevó a cabo el Primer Congreso Internacional de Estudiantes de la Reforma, la cual llegaría a Colombia en 1922. Es la matanza de las bananeras la que realmente inicia un movimiento estudiantil de carácter social. La hegemonía conservadora, en cabeza de Abadía Méndez, conservó el maridaje económico de las elites colombianas, incluido el propio Uribe Uribe, con las grandes compañías norteamericanas, especialmente para el cultivo de productos tropicales en el país, entre estas la United Friut Company, quien detentaba un poder político y económico muy importante, hasta el punto de auspiciar campañas y de mantener una élite política que coadyuvara con sus pretensiones económicas. La masacre de las bananeras, diciembre de 1928 a enero de 1929, se presenta por el descontento que manifestaron los trabajadores de Ciénaga y Santa Marta, buscando mejoras salariales y el respeto por la dignidad humana, quienes inician una serie de protestas y son reprimidos, a bala y fuego, por las Fuerzas Militares colombianas, dejando un saldo de más de mil ochocientos campesinos asesinados.
Jorge Eliecer Gaitán denunció ante el Senado este hecho, y en junio de 1929 los estudiantes de las universidades Nacional, Externado, Rosario y Libre, salen a las calles de Bogotá para manifestar su descontento. En julio de ese año fue destituido el alcalde de Bogotá, Luis Augusto Cuervo, quien había denunciado ante las autoridades una corruptela en manos del gobernador, motivo por el cual miles de ciudadanos salen a las calles para protestar por dicha destitución, además, los estudiantes arengan contra el presidente, especialmente por la masacre ocurrida en la Costa Atlántica, y ante lo cual se guardó un silencio cómplice y sin que se iniciaran más denuncias, aparte de la realizada por Gaitán; al mando del general Cortés Vargas, el mismo que ordenó disparar contra los obreros indefensos en Ciénaga, la Policía ataca a la población y deja un saldo de 30 heridos el 7 de junio, con tal infortunio que cae muerto el estudiante de 2 año de derecho de la Universidad Nacional de Colombia, el ipialeño Gonzalo Bravo Pérez[2]. El día 8, toda la ciudad acompaña conmovida el cuerpo del estudiante asesinado, conducido primero a la Asociación Nacional de Estudiantes y enterrado finalmente el día 9 al Cementerio Central.
Al futuro leopardo, Camacho Carreño, compañero de Bravo Pérez, correspondió la oración fúnebre, que al tenor dice en algunos de sus apartes: “! Oh! venturoso joven, en tu carne cinceló la bárbara flecha el símbolo doloroso que vanamente había querido labrar la angustia colectiva, y por obra de un singular destino, la caja de tus huesos ha cobrado la frágil arquitectura de un tabernáculo que guardara las divinas especies de nuestro patriotismo”[3]. Y Ciro Quiroz anota: “Sobrevino, en consecuencia, un sentimiento de luto general. La ciudad entera la emprendió contra los tranviarios, la policía, los funcionarios y hasta con parientes íntimos pero inofensivos del presidente (…) El Presidente ordenó tres días de duelo. El cadáver, conducido a paso lento y acompañado por una inmensa manifestación de rechazo, terminó desplazado hasta el cementerio sobre la cureña de un cañón. Fue cuidado por una guardia de honor que primero lo acompañó hasta la basílica, en procesión encabezada por la Dirección de la Federación de Estudiantes.”[4]

Desde entonces el movimiento estudiantil en Colombia va cobrando fuerza y vigencia, inicialmente al amparo de su afiliación a los movimientos políticos de izquierda, financiados por la Unión Soviética, buscando de todas formas una independencia, difícil de alcanzar, sobre todo porque realmente la lucha estudiantil ha sido tradicionalmente en el país perseguida, vilipendiada y ultrajada. El 8 de junio de 1954, los estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia marchan para recordar la memoria del estudiante nariñense caído hacía 25 años, del cementerio Central se dirigen a los predios de la Ciudad Blanca, cuando son sorprendidos por los estamentos militares que buscaban impedir su marcha, entonces aparece la figura del estudiante de medicina y de filosofía, Uriel Gutiérrez, proveniente de Aránzazu, Caldas, quien en un gesto de rebeldía y de ímpetu, bloquea el paso de los militares por la entrada de la calle 26, de pronto una ráfaga sorprende a los estudiantes, y Uriel cae víctima de una bala que atravesó su cerebro, como una metáfora social en donde la bota militar recrimina el estudio, el saber y la inteligencia.

Entonces, como en la premisa del célebre libelista Juan Montalvo, el 9 de junio los estudiantes se organizan y marchan contra el tirano, llegando hasta donde hoy queda el edificio Murillo Toro, y el contingente de militares colombianos que habían regresado de Corea, arremeten contra los 10 mil estudiantes de las universidades Nacional, Javeriana, Externado, Andes, Libre, El Rosario, Gran Colombia, América, inclusive estudiantes de colegio y caen víctimas de la intolerancia y la represión: Álvaro Gutiérrez Góngora, Hernando Ospina López, Jaime Pacheco Mora, Hugo León Velásquez, Hernando Morales, Elmo Gómez Lucich (peruano), Jaime Moore Ramírez, Rafael Chávez Matallana y Carlos J. Grisales, además de más de una veintena de heridos y un civil asesinado[5].
Lo que era una peregrinación a la tumba de Bravo Pérez, y el inicio de las fiestas estudiantiles, terminaron en tragedia y formando la Federación de Estudiantes, formada por los estudiantes: Fabio Lozano Simonelli y Homero Villamil, Universidad Nacional de Colombia; Francisco Posada Díaz, Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario; Oscar Hernando Parra, Universidad Libre; Jaime García Parra, Universidad Javeriana; Alfonso Villegas Puyana, Universidad de Los Andes; Omar Morales Benítez, Universidad Externado de Colombia; y Jaime Valencia, por la Universidad América, quienes asesorados por el decano de Derecho de la Nacional, Dr. Abel Naranjo Villegas, crearon un comité de diálogo con el gobierno y los militares, así como para perpetuar la memoria de los estudiantes caídos, además de intervenir en la defensa de los profesores detenidos, entre ellos Gerardo Molina, Luis Carlos Pérez, Alfonso Romero Buj, Juan Francisco Mujica, Diego Montaña Cuellar, Apolinar Díaz, Bernardo Medina, y la estudiante Lilia Flor Ospina, recién llegada de Belgrado y acusada de comunista, además de los más de 150 detenidos que dejó dicha jornada.[6]

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[1] El Tiempo (junio 8 de 1929). Bogotá: Diario El Tiempo.
[2] Quiroz, Ciro. (2002). La Universidad Nacional en sus pasillos. Bogotá: Editorial Universidad Nacional de Colombia
[3] Chaves-Bustos, J. Mauricio (2008). Un ipialeño, el primer mártir estudiantil en Colombia: Gonzalo Bravo Pérez. Disponible en: http://pagina10.com/index.php/tecnologia/item/1357-gonzalo-bravo-p%C3%A9rez-de-ipiales-primer-martir-estudiantil-en-colombia
[4] Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria del 21 de junio de 1918. Córdoba, Argentina. Disponible en: http://wold.fder.edu.uy/archivo/documentos/manifesto-reforma-universitaria.pdf
[5] Centro de memoria. 8 y 9 de junio día del estudiante. Disponible en: http://centromemoria.gov.co/8-y-9-de-junio-dias-del-estudiante/
[6] Medina Gallego, Carlos (2004). 8 y 9 de junio, día del estudiante. Crónicas de Violencia. 1924-1954. Bogotá: Ediciones Alquimia.