LA DEMOLICIÓN DE LAS ESTATUAS
“Desde la hora en que triunfe el hombre atrevido, desvergonzado, intrigante, adulador, el reino de Tiberio empieza y el de la libertad acaba”.
Por:
Vicente Pérez Silva

“La gloria culmina en la magnífica pero irrevocable soledad de las estatuas”.
Ayer cayeron demolidas las estatuas del conquistador Don Sebastián de Belalcázar, en Popayán y Cali. Ahora, en la plaza principal de Pasto, cae la Estatua del general Antonio Nariño; llamado con acierto el Precursor de la Independencia; pero, además, el traductor, impresor y divulgador de los Derechos Humanos. Nada menos. Todo un hombre que sobresalió por las dotes de su inteligencia, en los ámbitos de la política, las letras, el periodismo y las armas. Todo un guerrero que se destacó por su valentía; un pensador que por sus ideas libertarias padeció el destierro por años y los más crueles e inhumanos tratamientos en cárceles y calabozos.
De su vida y de sus ejecutorias civiles y militares nos dan cuenta interesantes biografías y estudios, materia de largo e intenso alcance, que escapa a un breve escrito periodístico. Bástenos mencionar las tan llamativas Memorias de un abanderado, escritas por un combatiente tan allegado a los afectos de Nariño y tan cercano a él en el fragor de las batallas, José María Espinosa. Atributos que le merecieron el honroso calificativo de Abanderado del General Antonio Nariño.
Sin adentrarnos en los reveses de las batallas libradas en las cercanías de Pasto, en contra de los ejércitos realistas, nada nuevo nos lleva a considerar que, a lo largo de la historia, unos son los incidentes y los episodios que ocurrieron en realidad; y, otros muy diversos los que afloran en la mente humana, sujetos a las diversas interpretaciones ideológicas de la historia. Interpretaciones que, infortunadamente, llegan a extremos de la tergiversación. De aquí, los errores, las exageraciones, omisiones y distorsiones de los hechos realmente acontecidos.

Y si del general Nariño y de su cometido militar contra los realistas pastusos se trata, es preciso no olvidar las circunstancias y motivos que a esta finalidad lo llevaron. Ahora concretamente, refiriéndonos a la demolición de su estatua en Pasto, al igual que las ocurridas en Popayán y Cali, conviene saber cuáles son las razones que les asisten a sus ejecutores para cometer estos desmanes: ¿Acaso, pretenden la desaparición de la memoria de tales exponentes de nuestra historia? Nada que extrañar, y, mucho que lamentar, si en la actualidad está proscrita la enseñanza de nuestra historia. Olvidando que, “la historia sólo tiene valor para nosotros en tanto que ilumine el presente y nos ayude a manejar el futuro”. Entretanto, muy conveniente conocer la opinión de la Academia Colombiana de Historia; y, particularmente, la de la Academia Nariñense de historia y las respectivas del Cauca y Valle del Cauca.
Tornando al recuerdo: “Pastusos, ¿queréis que os entregué al general Nariño? ¡Aquí lo tenéis! Y escapó de la muerte. Esto fue ayer, hoy se me hace escuchar esta aguda exclamación: ¿Pastusos, queréis la estatua del general Nariño?, ¡Aquí la tenéis, por los suelos!, musitando esta amarga sentencia: “La gloria culmina en la magnífica pero irrevocable soledad de las estatuas”.
Y, como si no hubieran acabado los infortunios del Precursor, enhiesto, les recuerda a sus demoledores estas sentidas palabras, con las que concluyó su histórica intervención en el senado:
“Desde la hora en que triunfe el hombre atrevido, desvergonzado, intrigante, adulador, el reino de Tiberio empieza y el de la libertad acaba”.
VICENTE PÉREZ SILVA
Angasnoy (Refugio del Cóndor), a los 5 días de mayo del 2021