HINCHAS ORGANIZADOS: ¿BARRAS BRAVAS O BARRISTAS SOCIALES? UNA MIRADA DESDE COLOMBIA
Si se analiza en términos relativos, es decir en relación al promedio de muertos por año, Colombia ocuparía el segundo puesto con 6.44 víctimas por año.
Por:
Jacques Ramírez G*
Santiago Salazar**

Resumen
Si bien muchos de los hinchas de fútbol han sido categorizados en la región como ‘barras bravas’, sobre todo por la permanente estigmatización como sujetos violentos movidos por la pasión, el artículo se sumerge en el análisis del denominado ‘barrismo social’. Por este término se entiende aquellas actividades y acciones que realizan los hinchas organizados que sobrepasan el campo deportivo y se introducen en temas de apoyo, lucha y ayuda en los ámbitos sociales (barrial, comunitario, societal) o político. A partir del análisis con hinchas de Colombia el estudio da cuenta de nuevas sociabilidades públicas urbanas que ha permitido una auto reflexión de su tejido organizacional e identitario que permite ver a las hinchadas no solo como sujetos políticos, sino como nacientes movimientos sociales.

Introducción
Una de las lecturas dominantes al momento de hablar sobres los hinchas de los equipos de fútbol es la estigmatización como ‘sujetos violentos’. En efecto, desde miradas planas, sobre todo de varias autoridades, periodistas, dirigentes deportivos e incluso académicos, se ha visto la violencia como derivada de una irracionalidad colectiva y actos premeditados de grupos juveniles.
Este tipo de argumentaciones han tendido a caracterizar a los hinchas con metáforas biologicistas “son cuerpos extraños que deben ser extraídos del cuerpo social” (Santos, 2003), categorizados como sujetos animalizados “bestias, salvajes” (Alabarces, 2000) o como jóvenes “desordenados y peligrosos” (Magazine, 2008). De igual manera, desde el periodismo deportivo se ha visto a este grupo descontextualizado de la realidad social, económica y política en la que se insertan.
Armstrong (1998) hace también una crítica para el contexto inglés respecto a los estudios sobre los hooligans, señalando que en la década de los ochenta del siglo pasado los medios de comunicación, académicos y el propio gobierno definieron a este grupo como un “problema social”. A ellos culparon del aumento de sentimientos de inseguridad -muchas veces basados en suposiciones preconcebidas más que en investigaciones rigurosas- para no poner la mira en el incremento del desempleo y el desmantelamiento del Estado de bienestar en el thatcherismo.
Aunque no se puede negar la presencia de alguna forma de violencia en las hinchadas, las cuales han sido categorizados en la región como ‘barras bravas’, desde la socio-antropología del deporte, se han dado algunas explicaciones a este comportamiento. Para Dunning (1995) uno de los factores explicativos de la conducta violenta de los hinchas de fútbol está relacionada de una manera central con normas de masculinidad. Otros autores han planteado que la violencia en los graderíos puede ser entendida como una “agresión ritualizada” en la medida que los actos violentos señalan una disputa por una identidad, un imaginario, un territorio simbólico y a veces real (Alabarces, 2000); una representación de los jóvenes de una agresividad masculina en un contexto de exclusión económica resultante del modelo neoliberal (Magazine, 2008); un espacio de producción y representación de una ‘lógica simbólica de masculinidad violenta’ (Ramírez, 2010) o producto de la pasión colectiva que se vive en los graderíos dado que el fútbol parece estar diseñado para expresar sentimientos extremos y emociones ‘ilógicas’ como la pasión (Bromberger, 1994).
Algunas miradas hablan incluso de un proceso de neotribalización o “tribus urbanas”, las mismas que “se rigen por la afectividad entre los pares, se ligan a un tótem común, que en el caso de los hinchas organizados son sus tiempos y sus propias barras vistas como entidades autónomas (Santos, 2003).
El objetivo de este artículo es repensar a los hinchas desde otros lentes por fuera del lugar común en el que se les ha analizado y etiquetado, esto es desde el denominado ‘barrismo social’. Este término, aún en construcción, hace alusión a la extensión de la identidad clubísitica por fuera del campo deportivo para usar su propio tejido organizativo en nuevas acciones, luchas y formas de sociabiliad pública urbana que aportan a un colectivo mayor ya sea barrial, comunitario o societal. Incluso se puede dar casos de la unión de barras (adversarias en la arena deportiva pero identificados como hinchas) que se juntan para una causa común que tiene fines sociales.
Vale señalar nuestra mirada crítica aquellos estudios en Colombia que ponen de entrada el adjetivo calificativo de ‘bravas’ a las barras, influenciados más por el lenguaje dominante de los medios de comunicación o heredados de lecturas de otros contextos sobre todo cono-sureños, que en un conocimiento profundo sobre más dinámicas internas de estos grupos. Algunos de estos estudios, que enfatizan más en el análisis iconológico, de mensajes o semiótico,[1] se refieren a estos grupos como ‘mafias’, ‘pandillas’, ‘salvajes’, ‘vándalos’ o ‘incivilizados’ que “se encuentran al margen de estar constituidos como referentes políticos o sociales-ideológicos” (Salvador y Piñeiro, 2016).
Por otro lado, tampoco queremos caer en lecturas moralistas y/o simplistas donde se ve a las barras (bravas) como un problema y al barrismo (social) como una solución. Por el contrario, lo que abogamos es por un análisis de las hinchadas que salga de los lugares comunes a través de estudios a profundidad o descripciones densas como las que ha realizado Magazine (2008) en su estudio de una barra en México o Clavijo en Bogotá (2004).
Este artículo, constituye un texto exploratorio y preliminar al barrismo social a partir de algunos datos sobre el tema que hemos detectado en estudios preliminares (Salazar, 2021 y Ramírez, 2017). De esta manera el presente trabajo constituye una ventana a una investigación de más largo alcance que pone la lupa a este tema en el contexto de la violencia (?) y las respuestas estatales. Para el caso colombiano sobre todo las barras involucradas en el proceso consolidado de ‘Barras colombianas por la convivencia’ y la de Deportivo Pasto (La Banda Tricolor). A nivel metodológico se privilegió una entrada cualitativa, donde se realizaron entrevistas virtuales con miembros de las barras como alternativa metodológica en contextos de pandemia y de estallido social en 2021, a lo que se suma un análisis de fuentes secundarias tanto en prensa escrita como en los portales virtuales de dichas barras.
II. Aproximaciones al barrismo social

El legado del estigma proveniente de los hooligans en Europa y las barras bravas en Latinoamérica, dejó una huella difícil de superar. Las manifestaciones violentas dentro y fuera de los escenarios futbolísticos vinculaban estrechamente a estos grupos como los artífices de comportamientos ‘irracionales’ o hechos vandálicos difundidos rápidamente por un segmento de la prensa.
En efecto, la barra “brava”, ese que suelen presentar los medios, es quizás el más pronunciado y reconocido de manera general. Sin embargo, en nuestro trabajo de campo, varios entrevistados supieron señalar que “no toda barra es brava y no todos los bravos son barristas”. Aunque suene a frase coloquial, el significado de su potencia radica en comprender que sus esferas de sociabilidad pública urbana (Magazine, 2008) como hinchas van más allá de las graderías, cánticos, viajes, el “calor del tropel” y el aliento en los partidos de fútbol.
Por sociabilidad pública urbana se entiende las maneras específicas en las que la gente actúa a través de las relaciones sociales y se relaciona socialmente a través de acciones. Su lucha está limitada generalmente a las áreas urbanas, y es “pública” en el sentido de que no tiene que ver directamente con la vida en el hogar o con la familia (Magazine, 2008). De esta manera el hincha, se interesa y se vincula cada vez más en otros procesos sociales y políticos lo que ha dado paso a la denominación de barrismo social.
La propuesta de Fernando Bolaños (2007), al hablar de ‘barras populares’ contempla una pedagogía que entrelaza el componente teórico sobre el tema y la acción colectiva de los jóvenes en las calles, a partir de la convivencia, el crecimiento del sentir y el vivir en comunidades grupales. Siguiendo a Maffesoli, Bolaños (2007) se explica la existencia de dos componentes claves: la empatía colectiva y la pluralidad de papeles. En conjunto, las dos conllevan a un ejercicio cotidiano de conciencia que parte de un ego para alinearse a la sensibilización y la búsqueda de alternativas y salidas en colectivo, y se asumen así roles sociales en diferentes perspectivas y formas de relacionarse que son orgánicas por: afectos, emoción, empatía, sentimientos de grupismo, vida solidaria, colectividad incondicional, apoyo mutuo y la valoración de otros/nuevos significados que comienzan con sus primeras puntadas en la alineación contra el poder, contra la dominación y la resistencia.
El autor también recuerda que primero debería entenderse a la barra desde sus componentes internos, con cada integrante, desde sus aspiraciones, necesidades, virtudes y defectos. Este ejercicio introspectivo recoge una suerte de conciencia de la comprensión que permita acoger la alteridad del fenómeno, “del bravo”, para transformarlo (Bolaños, 2007, págs. 10- 11).
Rastreando el significado desde una mirada crítica
Si bien no existe una definición concreta para “barrismo social”, algunos autores se han aproximado para dar ciertas luces y comprender mejor esta noción y propuesta. Villanueva (2014) plantea que la génesis o instauración de este concepto constituye una amalgama compleja de análisis sociológicos, antropológicos, filosóficos, pedagógicos (y políticos añadiríamos) los cuales deben ser discutidos y pensados en su conjunto con el objetivo de sustentar este fenómeno desde distintos campos.

Algunas perspectivas como las de Arroyo (2014) o Londoño y Pinilla (2009) adjudican el nacimiento del barrismo social a la congregación del colectivo barrista colombiano y las reuniones entre diferentes cúpulas (líderes) en busca de potenciar y rescatar lo heterogéneo y positivo de cada barra organizada al interior del país. Es una alternativa propuesta desde el ámbito popular y se fundamenta en valores y sentimientos que resignifican y amplían la realidad del hincha. Por un lado, “los sumerge en su pasión por el mundo del fútbol y, a la vez, mediante la construcción de redes que impliquen la articulación y esfuerzos, voluntades, experiencias y conocimientos, asumen una identidad como sujetos sociales y políticos” (Londoño & Pinilla, 2009, pág. 75). Aquí vale señalar que en estricto sentido, las barras de fútbol (sin adjetivos calificativos) son organizaciones sociales con un fuerte sentido político incluso en algunos casos con nexos con actores, dirigentes y partidos políticos y en otros con una posición anti-sistémica pero no a-política.[2]
En efecto, es en Colombia donde más se ha desarrollado esta noción, tanto desde la reflexión académica, la política pública, el activismo, como desde los propios sujetos -hinchas- que de esta manera se han empezado a repensar a sí mismos. Sin embargo, hay que resaltar que los autores citados e incluso los propios hinchas, como veremos más adelante, cuando hablan de “rescatar lo positivo” de las barras dan cuenta del estigma social que pesa sobre ellos como ‘sujetos violentos’. Por eso observamos que muchas de estas primeras definiciones caen en el ámbito de lo normativo que incluso ha sido apropiada por el discurso oficial.
Así, según Érika Linares (2019) desde la óptica del barrismo social, se parte de la premisa de que los hinchas pueden resolver sus conflictos por otras vías que no sean violentas. “Son más que la parte negativa […] que le apostaron a su potencial creativo, organizativo y de acción en propuestas que le aportaran al colectivo y a sus propias vidas, propiciando la creación de mejores condiciones y oportunidades” (Linares, 2019, pág. 24). Como se observa, estas lecturas no solo dan a entender de manera simple que las barras bravas son ‘lo malo’ y el barrismo social ‘lo bueno’, sino que desconocen los significados, sentidos de pertenencia e identidad que puede generar ser parte de una barra (así sea brava) en la propia vida de los hinchas.
Esta óptica de ver al barrismo social como la solución ha sido incorporada por los hacedores de política púbica en dicho país andino, en donde, en el 2014, se lanzó el “Plan Decenal de Seguridad Comodidad y Convivencia en el Fútbol”, y que constituye un caso que involucra en la política pública directamente a las barras (al menos en papel). Aunque desde el título se observa el enfoque secretista, en dicho Plan se define al barrismo social como:
Las acciones encaminadas a redimensionar las formas de expresión y las prácticas de los integrantes de las barras de fútbol que inciden negativamente en los ámbitos individual, comunitario y colectivo, y de potenciar los aspectos positivos que de la esencia del barrismo deben rescatarse. Esta propuesta se fundamenta en procesos formativos tales como el diálogo de saberes, que recogen valores sociales, normas, creencias, ideales y sentimientos, y le permiten a los barristas resignificar la realidad que los sumerge en su pasión por el mundo del fútbol, y asumir así su identidad como sujetos sociales y participativos (Ministerio del Interior, 2014- 2024, págs. 7- 8).
El Plan Decenal manifiesta cómo el barrismo social se fortalece también mediante los estatutos y pactos que emanan como un ejercicio organizativo y, que, según Diana Salazar (2019), tiene sus pilares en los aspectos educativo, cultural, económico, participativo, social, deportivo/recreativo y ambiental (Salazar, D., 2019, pág.169). Este Plan articula varias de las actividades, y además brinda cierta autonomía a aquellas ciudades en donde existe la presencia de barras organizadas. Se entiende entonces, la existencia de un trabajo mancomunado que se legitima desde el eje institucional/normativo y trabaja con las/los actores considerándolos como sujetos de la acción social.
En síntesis, vemos que estos intentos de conceptualización o resignificación de las barras desde Colombia parten justamente de esa mirada esencialista de los hinchas como sujetos violentos. Por eso en muchas de estas primeras reflexiones aún aparece esta idea de “superar la parte negativa”, “superar la pasión”. No está demás señalar que en el caso de Colombia existen una violencia estructural, muchas veces impulsada desde el propio Estado, que ha buscado desde finales del siglo pasado hasta nuestros días controlar el espacio público, incluido el espacio público deportivo, sobre todo a raíz del vínculo entre carteles del narcotráfico que usaban las barras para el microtráfico y que financiaban a ciertos clubes (Quitián 2008). La violencia en los graderíos no puede ser descontextualizada de la realidad social, política y económica en la que los sujetos están insertos.
Estos esfuerzos teóricos aún requieren de un mayor engranaje ya que si bien se busca entender a las barras también como procesos organizacionales de corte sociopolítico por fuera del ámbito deportivo, no terminan de desaparecer los lugares comunes que han encasillado a estos grupos. Lo interesante, como veremos a continuación, es ver como los hinchas van apropiándose de estas nociones, criticando la mirada oficial y solidificando sus propias estructuras, en medio de recientes movilizaciones sociales.
III. El barrismo social en Colombia
Siguiendo a Juan Manuel Restrepo (2018), Perú y Argentina lideran en números absolutos las víctimas fatales en el fútbol suramericano con 333 casos para el primero (entre 1964 y 2017) y 323 casos para el segundo (entre 1922 y 2018). De ahí siguen Brasil con 304 casos (entre 1988 y 2017) y, en cuarto lugar, Colombia con 116 casos (entre 2000 y 2018).
Sin embargo, si se analiza en términos relativos, es decir en relación al promedio de muertos por año, Colombia ocuparía el segundo puesto con 6.44 víctimas por año. Esto dio paso a que desde el inicio del nuevo siglo se piense en un marco normativo para regular la presencia de hinchas y normar la seguridad en eventos deportivos. Dos proyectos de ley se enviaron al senado (el Proyecto de Ley número 50 de 2003 y el Proyecto de Ley número 35 de 2004) que no llegaron a aprobarse. No fue sino hasta finales de la década que se empiezan a aprobar un conjunto de normas que tratan sobre los hinchas con un enfoque securitario: la Ley 1270 de 2009, la Ley 1356 de Seguridad en eventos deportivos (2009), Ley de Seguridad Ciudadana de 2011, Ley 1445 de 2011, el Código de Infancia y Adolescencia, el Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes, el Código Penal y de Procedimiento Penal y el Código de Policía.
De todas ellas la más importantes en la materia en relación a nuestro tema es la Ley 1270 por la cual se crea la Comisión Nacional para la Seguridad, Comodidad y Convivencia en el Fútbol (CNSCCF), que encabeza del Ministerio del Interior y de Justicia con la asesoría y asistencia técnica del Instituto Colombiano del Deporte (Coldeportes), como organismo asesor del Gobierno Nacional en la implementación de políticas, planes y programas, al igual que la ejecución de estrategias, con la finalidad de mantener la seguridad, comodidad y convivencia en la organización y práctica del espectáculo del fútbol.
Conformada la Comisión Nacional, el siguiente objetivo fue la construcción de Comisiones Locales para la Seguridad, Comodidad y Convivencia en el Fútbol (CLSCCF) en cada municipio o distrito, bajo el mando de las alcaldías. La ley estipuló dentro de sus funciones, en el artículo tercero: “el diseño de un sistema de registro, que permita a los clubes de fútbol tener información actualizada de los miembros de sus barras y concluyendo en un proceso de carnetización”. Posteriormente, se pensó en diseñar un modelo organizativo con principios democráticos para las barras, acorde con los artículos 38 y 103 de la Constitución Política (ambos referentes a la libre asociación y democratización de las organizaciones).
Si bien el marco normativo enfocaba en el tema del control de la violencia en los graderíos, muchas barras organizadas sobrepasan sus actividades netamente “clubísticas” de alentar los noventa minutos de juego, y amplían su agenda para empezar a comprenderse como sujetos que se involucran en ciertas actividades sociales, colectivas y políticas como una nueva plataforma de lucha urbana. “Como se explicó, este ejercicio de resignificación y apropiación de nuevos espacios, tuvo un hito histórico (y presuntamente fundacional), que data de julio de 2006 cuando los representantes de 19 de las barras de fútbol que existían en ese momento en el país y de 2 organizaciones de barras de fútbol tradicionales decidieron organizarse a nivel nacional, a través de la creación del Colectivo Barrista Colombiano” (Arroyo, 2014, pág. 111).
La misión del colectivo ratifica el compromiso por “promover, liderar y fortalecer espacios de tolerancia y convivencia fundamentados en los pilares del barrismo social” (Colectivo Futbolero Colombiano, 2016). En su visión, proyectada de acuerdo con la temporalidad del Plan Decenal de Seguridad, Comodidad y Convivencia en el fútbol, se pensaban para el año 2024 “ser un modelo organizativo incluyente a nivel nacional e internacional, que represente los intereses de los aficionados al fútbol en Colombia” (Colectivo Futbolero Colombiano, 2016).
En diciembre de 2015, en la ciudad de Buga en Colombia, una de las memorias sobre el congreso de barras colombianas encaminado a la paz en el fútbol, recogió 3 puntos importantes a tratar, sobre los cuales predominaba el interés por “la apertura de fronteras para que regrese el fútbol visitante, capacitación y el buen uso de las redes sociales” (Colectivo Futbolero Colombiano, 2016). Sobre los dos primeros puntos se vislumbrará la apertura hacia un proceso organizativo cada vez más consolidado y fuerte.
Estos esfuerzos se replicaron en el trabajo en conjunto de diferentes ciudades como: Bogotá, Cali, Medellín, Pasto, Manizales, Armenia, Pereira, Santa Marta, Ibagué, Tunja, Neiva, Cartagena y Barranquilla, entre otras, incorporando los siguientes temas –‘códigos’ en sus palabras- dentro de sus agendas: 1) el respeto a la vida; 2) el respeto a la infraestructura oficial de las barras (bombos, esculturas, murales, estadios, que forman parte de la cultura futbolística); 3) el respeto a las ciudades por parte de la hinchada visitante; 4) la comunicación para mediar los problemas entre barras; 5) la seguridad, comodidad y convivencia en los viajes, aludiendo al respeto y garantías para el desplazamiento por los buses y las carreteras; 6) respeto por las familias de los barristas; [3] 7) el compromiso a un ejercicio de autorregulación de los eventos y 8) la realización de congresos periódicos entre los diferentes integrantes (Colectivo Futbolero Colombiano, 2016). En dicho encuentro, se manifestó el malestar por el abandono estatal: “Con el olvido del gobierno y toda la corrupción actual, deberíamos valorar lo que nuestra sociedad tiene. A nadie le gusta que destruyan su ciudad” (Colectivo Futbolero Colombiano, 2016).
La incorporación de estos códigos y la promoción del “sí al visitante” rápidamente se difundió en las ciudades del país, desde Pasto a Santa Marta, generando una aceptación masiva. Según se explicó en la “Escuela urbana de Barrismo Popular” (2020), los códigos tienen las bases del colectivo futbolero, pero se reactualizan y varían acorde a los contextos y apropiaciones barristas.
No obstante, el 2017 se constituye como un punto álgido frente al incremento de la violencia y el quiebre de la confianza entre los barristas, dado que, a raíz del asesinato de “Toyota”, uno de los líderes del Barón Rojo Sur y clave en la investigación de presuntos hechos de narcotráfico en barras del América de Cali (El País, 2017) y sumado el robo de varios de los trapos de la barra “Rexixtenxia Norte” (Medellín) presuntamente por miembros del “Frente Radical Verdiblanco” (Cali) (Pulzo, 2017), generaron un cambio en las dinámicas del Colectivo Futbolero pasando a autodenominarse como “barras por un mejor país” y posteriormente “Barras Colombianas por la convivencia”, nombre vigente hasta la actualidad.
En diciembre de 2018, este nuevo proceso, que ya adjudicaba algunas bases de fondo, toma forma en un encuentro en la ciudad de Medellín con 15 barras populares para concretar “la voluntad de trabajo en pro de un verdadero anhelo de convivencia y en cumplimiento de un camino real en el que se honren los compromisos, los códigos y el trabajo de una manera definitiva” (Barras colombianas por la convivencia, 2019). [4]
Un año después este colectivo vuelve a reencontrarse en la ciudad de Bucaramanga con más barras organizadas, incorporando además una de las mayores muestras musicales conformada por todas las barras. [5] Este sentido gregario, incorporó un componente político contemplando vías de acción y participaciones para canalizar la disconformidad con las decisiones políticas tomadas por el gobierno colombiano. En ese sentido, algunas se reunieron para salir a las calles en apoyo al paro del 21 de noviembre del año en mención:
“Las 17 agrupaciones que hacen parte de nuestro grupo de trabajo, saldrán a las calles el próximo 21 de noviembre para hacer parte de las protestas desde una posición independiente a la de cualquier partido o corriente política, las diferentes barras del FPC creemos que las intenciones para reformar asuntos laborales, pensionales y de financiamiento de la educación impactan de manera negativa en la clase popular, queremos hacer parte de un ejercicio de presión ciudadana para que el gobierno replantee su manera de conducir el país eso sí, sin acudir a la violencia ni la alteración de la seguridad ni la propiedad de los demás ciudadanos, invitamos a todas las Barras Colombiana por La Convivencia a auto regular la protesta, no permitir personas con capuchas o con intereses ajenos al justo reclamo ciudadano que puedan poner en riesgo la legitimidad de la movilización (Barras colombianas por la convivencia, 2019)”.
Desde Barras Colombianas por la Convivencia se adoptó la propuesta oficial en torno a luchar contra la violencia, la seguridad, etc., pero interpelan al gobierno a quien piden que “replantee su manera de conducir al país” y resignifican y amplían su lucha con demandas populares oponiéndose a las reformas laborales, económicas o educativas propias de los gobiernos de corte neoliberal.
La tercera asamblea oficiada en marzo de 2020, tuvo como epicentro a la ciudad de Manizales, en un contexto emergente de pandemia. Las mesas de trabajo y reuniones en conjunto, suman nuevos pactos, e iniciativas como: mejorar las logísticas para una mejor convivencia en los partidos, apoyo a las barras visitantes como formas de recibir a quienes llegan a la ciudad, las campañas de “sí al visitante” y la congregación de los colectivos murgueros, además de representaciones artísticas y reforzamientos de procesos de base ya establecidos con antelación.
Aunque suene un tanto utópico, la voluntad de la búsqueda de la paz por el fútbol, genera una consigna que todo el grupo comparte en rechazo a las manifestaciones de violencia. Además, el sentido del altruismo también acarrea que ciertas iniciativas o actividades se manifiesten tales como “Gambeta al Covid- 19” propiciada por “La Banda Tricolor” del Deportivo Pasto, y otras similares en términos de recolección de alimentos, recursos y dinero para algunas de las poblaciones afectadas, en las que participaron “Garra Samaria Norte” del Unión Magdalena, “Los Del Sur” de Atlético Nacional y “Lobo Sur” del Deportivo Pereira.
Este ejercicio desarrolló también en los y las barristas la emergencia de movilizarse nuevamente por otras causas a raíz del paro colombiano de 2021. En efecto, desde el 28 de abril hasta que terminaron las protestas se congregaron una buena cantidad de barristas, que se articularon desde diferentes escenarios y ciudades. El estallido social originado en contra de la implementación de la Reforma Tributaria, denominada Ley de solidaridad sostenible, con la cual se daba paso al incremento de impuestos a ciertos productos de primera necesidad de la canasta familiar, sumado a otros malestares, [6] convocó a multitudinarias manifestaciones sociales que al ser reprimidas violentamente por el Estado provocaron varios heridos, muertos y desaparecidos.
En este contexto, vale resaltar el accionar de algunas barras como “La Banda Tricolor” quienes emitieron un rotundo rechazo a los sucesos violentos propiciados por la policía y el Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD). Esta barra instauró y activó una mesa municipal de barrismo en la que participaron varias de las barras organizadas en la ciudad, quienes a su vez se articularon con otros movimientos sociales conformando el Comité de Juventudes de Paro en la ciudad de Pasto, quienes especialmente manifestaron que:
“Nos mantenemos en pie de lucha respaldando la movilidad social, que seguiremos en las calles peleando por un país más justo y digno, mostrándole a Colombia que el sur (del país) se cansó de tanto olvido, e invitamos a todos los sectores sociales a que se mantengan en la lucha hasta que no se desmilitarice la ciudad y se garantice nuestro derecho a manifestarnos de manera segura, digna e íntegra” (Mesa de barrismo popular y social Pasto, 2021).
De igual manera en Barranquilla, los plantones entre el 12 y 13 de mayo fueron promovidos por la barra “La Banda de los Kuervos” (Atlético Junior), oponiéndose rotundamente a los encuentros disputados por Copa Libertadores entre Junior de Barranquilla y el River Plate de Argentina, y el de América de Cali versus Atlético Mineiro de Brasil. Según el diario El Tiempo, uno de los líderes comunicó: “Consideramos que en este momento no se debe realizar ningún partido de fútbol en la ciudad debido a la crisis político-social que se vive en el país. El fútbol no puede estar por encima de esta problemática” (El Tiempo, 2021). Incluso desde el grupo de barristas hubo declaraciones señalando la disconformidad por realizar la Copa América en Colombia en pleno contexto de paro nacional. Finalmente, la copa no se realizó en el país.
Varias barras se sumaron a las movilizaciones y lograron posicionar nuevos acuerdos de convivencia, acción colectiva y de relegar las diferencias para apoyarse y reconocerse. Hinchas de Bogotá, Cali, Pasto, Pereira, Medellín, Villavicencio, Popayán (que inclusive no cuenta con fútbol profesional, pero sí con barras organizadas), Armenia, Bucaramanga y Barranquilla, entre otras, pactaron por la no agresión entre barras y la solidaridad en colectivo, manifestándose juntas en las calles: “Las barras sólo han protagonizado acciones de compartir, como sancochos comunales […] seguirán implementando la estrategia Goles en paz, un programa integrado por los líderes de las barras de todos los equipos del fútbol colombiano que hacen presencia en la capital del país” (El Tiempo, 2021).
En Cali, el epicentro del paro y de las protestas también las barras circunscribieron acuerdos. El Barón Rojo Sur (América) y el Frente Radical Verdiblanco (Cali) manifestaron que ninguna se mostraba indiferente al estallido, especialmente considerando que la mayoría de sus integrantes son jóvenes que no podían pasar por alto el difícil contexto caleño de esos días. Con la consigna de “hasta que no tengamos paz no habrá fútbol”, se reafirma el giro y el quiebre sustancial: las barras ya no solo se mueven por el espectáculo deportivo y por sus equipos. La histórica movilización convocada para el 12 de junio en Bogotá, de la que participaron una gran cantidad de barras por la convivencia, marcó un hito histórico:
Este encuentro representa un hito en el barrismo colombiano y probablemente mundial al lograr juntar a casi la totalidad de las barras populares del país en contra del peor gobierno de la historia de Colombia. El sueño de un mejor país libre de corrupción, desigualdad y violencia no nos lo van a arrebatar y nuestro aporte será siempre el de demostrar que la convivencia es posible en el fútbol y que los barristas somos capaces de cambiar el país desde todo nuestro potencial humano y solidario como actores sociales (Barras colombianas por la convivencia, 2021).

Todas estas acciones han dado paso a que los propios hinchas entiendan y definan sus acciones dentro del barrismo social:
- Todos tenemos un lema que parte del barrismo social: “el barrismo no es vandalismo”, ese es el lema de nosotros Los del Sur […] Muchos “pelados” fueron rechazados por sus grupos, por la sociedad, por los barrios marginados, donde el Estado nunca les brindó un estudio, una oportunidad de trabajo y que tienen que rebuscársela todos los días para su familia, para el sustento diario, entonces lo que hacemos son actividades, vamos a buscar, vamos a nutrir, vamos a recuperar al “pelado” que está en las drogas, vamos a ayudarle a buscar un trabajo, vamos a ayudarle a estudiar, tocando puertas, todo con el sudor de la frente para que sea útil a la sociedad” (Triviñas, miembro de “Los del Sur”, Atlético Nacional, 2021).
- “Habemos todos los sectores sociales, desde el ‘man’ que piensa diferente, hasta el man que tiene más, tiene menos, pero todas las clases sociales […] nosotros somos una cultura social, una cultura urbana y futbolera. La apuesta es esa, que desde La Banda nos apropiemos de todos esos procesos sociales, culturales, porque entendimos que tenemos que crecer como organización, sabemos que como personas y como barristas influimos dentro de esta sociedad […] tenemos la diversidad de Colombia, de Nariño y de Banda Tricolor, la idea es hacer un barrismo diferente, un aguante diferente (Menor, miembro de “La Banda Tricolor” (Deportivo Pasto, 2021).
- Finalmente, todo este trabajo de años, acaba de desembocar en otro encuentro pero de mayor calibre que han denominado como “la primera Asamblea del barrismo colombiano”, que incluye a otros sectores y fue realizada en Bucaramanga a mediados de julio del 2021, en donde, al tenor de las movilizaciones que se han desarrollado, fue vista como un espacio de “resistencia, lucha y construcción de un mejor país, convencidos que desde el barrismo popular y social se transformará esta Colombia con verdadera paz”.
Siguiendo el contexto emergente del estallido, el logro más importante de esta Asamblea fue la coordinación para la instauración de una consulta popular en acompañamiento con el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), una organización fuerte y con bastante relevancia en la coyuntura colombiana. Así lo manifestaron desde La Banda Tricolor: “creo que el tema político es lo más importante, pero obviamente se trabajaron diferentes mesas: arte y cultura, deporte y medio ambiente, derechos humanos, pero en el tema político sí demostramos que estamos bastante fortalecidos después del estallido social” (El Niño Dios, 2021). Como este ejercicio no hemos encontrado otro a nivel regional, y es sin dudas una prueba valiosa de la resignificación de los barristas en Colombia. [7]
Conclusiones
- El artículo tuvo como objetivo sumergirse en el aún incipiente trabajo investigativo sobre el barrismo social a partir del análisis de hinchas organizados en Colombia. Este ejercicio permitió entender que la estigmatización que adquieren los hinchas vistos como barras “bravas”, ha imposibilitado que haya otras lecturas por fuera de esa mirada exclusiva que les cataloga como bárbaros, violentos o salvajes. La primera gran conclusión es que falta mayor investigación de carácter etnográfico para comprender estas nuevas acciones y sociabilidades públicas urbanas, que han sido denominadas como barrismo social o popular.
- Los datos de nuestro estudio dan cuenta que estas sociabilidades se activan con más fuerzas en momentos de convulsión social, como han sido las protestas en contra de las políticas neoliberales en Colombia (2021) o la llegada de la pandemia en el 2020. La noción de ‘lucha’ es un término recurrente en el discurso de los barristas que es resignificada en estos contextos de movilizaciones y que está produciendo nuevos relatos identitarios.
- Como se vio a lo largo del texto, el caso colombiano es visible dado que tiene un proceso de aproximadamente 15 años y se ve reflejado en el nivel de organización sólido y maduro al interior de las barras, con diálogos interbarras y de barras con otros movimientos sociales que tienen posiciones políticas similares, sobre todo en contra del gobierno Uribista que el actual presidente representa. Evidentemente, no se puede entender el surgimiento y consolidación de barrismo social colombiano por fuera del contexto de violencia estructural estatal que se ha visto profundizado en los últimos años y la respuesta social manifestada en las recientes movilizaciones de un pueblo cansado de un modelo excluyente. Así como tampoco se puede dejar de poner atención al papel que ha cumplido las relaciones entre las barras con la institucionalidad gubernamental y el marco normativo el cual ha tenido un enfoque securitista en el país.
- No hay duda que en los últimos años se ha producido un potente proceso de autorreflexión orgánica e identitaria del propio sentido de ‘ser barrista’.
- Por último, a manera de hipótesis, planteamos que las actividades de los hinchas en torno al barrismo social puede empezar a entenderse como un movimiento social que reivindica un sentimiento de identidad clubística, de hinchas pertenecientes a una barra organizada, que se agrupan con fines sociales y políticos y que tienen un fuerte matiz popular. Se requiere más investigación, no solo en Colombia, sino en otros contextos para tener mayores elementos de análisis comparativo.
Notas:
[1] Al respecto para el caso colombiano ver: Cañón y García (2006), Castaño, Uribe y Restrepo (2104), Castro, Gómez y Jaramillo (2018). Vale señalar que la mayoría los trabajos en esta temática, sobre todo en Ecuador, constituyen tesis de grado, principalmente de la carrera de Comunicación Social.
[2] La recurrencia a la imagen del Che Guevara en varias hinchadas es un ejemplo de lo señalado. En él proyectan una visión propia de la barra, del mundo y de ellos mismos como jóvenes, rebeldes, luchadores, revolucionarios.
[3] En jerga de barristas colombianos: “La cucha, la hermana y los hijos, no merecen pagar los trapos rotos, respeto a las familias de los hinchas” (Colectivo Futbolero Colombiano, 2016).
[4] En la cohesión y el trabajo mancomunado, se unieron: “Holocausto Norte de Once Caldas”, “Guardia Albirroja Sur” de Santa Fe, “Frente Rojiblanco Sur” de Junior, “Lobo Sur” de Pereira, “Artillería Verde Sur” de Quindío, “Revolución Vinotinto Sur” de Tolima, “La Hinchada del Ciclón” de Santa Marta, “Fortaleza Leoparda” del Bucaramanga, “Alta Tensión” del Huila, “Aguante Sur” de Patriotas (Boyacá), “Rexixtenxia Norte” del Medellín, “Rebelión Auriverde Norte” del Cartagena, “La Banda del Indio” del Cúcuta, “Los Del Sur de Nacional” y “La Banda Tricolor” del Pasto.
[5] Al respecto, ver: https://www.facebook.com/484375178758951/posts/599922067204261/
[7] Aunque vale resaltar el caso chileno, en donde -también en el contexto de las movilizaciones de finales del 2019- se observó la emergencia de las barras en la protesta social. Al respecto ver: Navarrete y Caro (2020). El caso argentino en torno a las movilizaciones al iniciar el siglo XXI también poder ser vistas como un antecedente en la región, en donde en la movilización popular aparecieron símbolos como la camiseta de la selección de fútbol, así como prácticas aprendidas en los estadios como cánticos y tácticas de lucha contra la represión (Alabarces, 2006).
