Por:
Marco Freddy Solarte Ruano*

Entró el conserje a la sala de profesores, se acercó a mi escritorio y, con voz baja, me dijo: una monjita pregunta por usted.
_ ¿Dijo su nombre?
_ Sí, María José.
_ Dile que en seguida le atiendo.
Entre tanto, intenté recordar; pero la memoria lo negó; solamente cuando gritó mi nombre, emocionada, lo recordé y nos fundimos en un largo y estrecho abrazo; cerca estaban sus padres y hermanos, los presentó sin perder detalle y lo mismo hizo conmigo.
Mi alegría por el rencuentro, después de tantos años, se esfumó y se tornó en tristeza, cuando su padre le inquirió que debían irse porque tendrían que estar en la terminal de buses, muy temprano.
María José se conmovió por mi tristeza y les pidió que se adelantaran, que ella luego iría; se despidieron y los dos fuimos a una whiskería por un trago y conversar; al darme cuenta de que se ubicó muy cerca le abracé y besé, sin darle tiempo para arrepentirse; luego, dejé que sus manos hicieran lo que bien quisiera, mientras yo, confundido, mordía un pañuelo, para no gritar.
Se veía agitada y sudorosa, pero con determinación desabrochó su hábito, me lo entregó, se colocó un bluyín, tomó un taxi y, sin cruzar palabra, se marchó.
Y esto es lo que ha escrito en un E-mail:
“Fue en el oratorio, donde nuestras miradas se encontraron por primera vez; en ese momento supe que lo mío no estaba en ese lugar, y dejé que mi mente, mi corazón y mi cuerpo debía entregarlos a ti; sin embargo, después de una conversación larga con la Superiora, volví a intentarlo, pero los comentarios de nuestras alumnas cada vez cogían más fuerza y, convencida por mis razones, fui en tu búsqueda para empezar mi vida de esposa, con marido e hijos.
A mi primer hijo le puse tus nombres, pues no siempre lo que se desea se puede lograr; mi esposo es un buen hombre: trabajador, cariñoso y responsable; está enterado de lo sucedido, yo se lo comenté y me siento muy bien en mi hogar; pero tú, siempre estarás en mi mente y corazón”.
*Profesor Titular, Jubilado por la Universidad de Nariño.
San Juan de Pasto, octubre, 2022