Por:
Jorge Luis Piedrahita Pazmiño

No se crea que es la primera vez que los poderosos grupos plutócratas se mancomunan para desestabilizar un gobierno progresista. En la alta conquista, contra el primer Virrey se desataron las fuerzas agazapadas de los avilantados encomenderos, los mismos que derrotaron las prédicas humanitarias y justicieras de Bartolomé de Las Casas o del Obispo de Popayán Juan del Valle que corajudamente opusieron la autoridad de los Sínodos en vigilia. Contra el propio Libertador los hipócritas e hirsutos santanderistas le cobraron su revolucionario compromiso popular; lo mismo arreciaron en contra del primer gobierno socialista que encabezó el general José María Melo, abanderado de los artesanos y de los agricultores en contra de los voraces magnates del librecambio y la oligarquía.
En el arduo proceso de independencia, siempre aparecieron los califas de la resistencia burguesa que se oponen al tributo distributivo, como los enemigos del Libertador que no querían pagar impuestos ni que se afectara su patrimonio cada vez que las urgencias de la guerra lo exigían. Defendieron ferozmente los estancos, la alcabala, los diezmos, la esclavitud, todas las lacras que supervivían del régimen imperialista anterior.
Los fraudulentos adversarios de la Revolución en Marcha –Laureano Gómez en la cabeza, junto con los gazmoños gremialistas-, llegaron a la decapitación moral de López Pumarejo para ver de echarle abajo todas sus conquistas populares, el impuesto directo lo primero. Empero, la República Liberal tal como la concebía y la ponía en marcha López, no era el comienzo de retaliaciones contra los conservadores, ni ninguno de sus oponentes, ni la expansión de sentimientos sectarios. Cada día se definía con mayor claridad el carácter social de ese movimiento encaminado a enmendar los yerros pasados y sanear los vicios de un país lleno de fórmulas jurídicas, que nada le dicen a una nación ayuna de soluciones democráticas. Lo que el presidente Petro Urrego ha llamado “acumulado de normas” de las dificultades que ha tenido para ejecutar sus promesas de cambio.
Por eso es por lo que el presidente Petro no debe temerle a “chambonear” –como dijera el Compañero jefe- y otrora, Uribe Uribe –el bueno y progresista, apóstol y mártir del socialismo: “Yo he podido renunciar, como en efecto he renunciado, una vez por todas y para siempre, a ser un revolucionario por las armas, pero no he renunciado a ser un revolucionario y un agitador en el campo de las ideas. Cada mañana toco tropa a las que he venido profesando y pasada la revista revaluadora, doy de baja sin pena a las que hallo inútiles para el servicio y las repongo con otras jóvenes y robustas. Querría que así procediesen todos, en vez de apacentarse en la inercia del pensamiento y de la acción. Si el país se pierde es por la pereza ideológica”.
Y por fortuna el presidente en ejercicio lo declara: “El principal rival del Estado, del Gobierno, está en su interior. Es un enemigo interno, representado por creencias, maneras de pensar, no simplemente por personas, que al final lo que producen en concreto es que no se permitan los cambios, a pesar de que el presidente quiera”.
Petro dijo que su gobierno sería el del cambio y ahora se ha encontrado con una rigidez que para algunos es inamovible. Por un lado, hay una rigidez mental, por eso habló de una cultura y predisposición al cambio, y por otro una impavidez administrativa y legal. No está intentando acabar con el Estado para reformarlo, sino que critica la rigidez que impide el cambio.
Es que el hirsuto santanderismo fincado en la superchería del poder taumatúrgico de las leyes ha llevado a que redactemos la más gramatical constitución del mundo, “desgraciadamente electiva”, como dijo su autor, tan despistado que no conoció sino Sopó en toda su vida. Pero que nada significan en un país ahogado en el culto a la legalidad, pero perdido en las soluciones populares.
Los cien días legendarios –de los que horadaron la fama de Napoleón, de Kennedy, de López Pumarejo-, también recaban dividendos para el gobierno del Pacto Histórico:
Cogió el toro de José Félix Lafaurie por los cachos –como debía ser- y les ofreció a los irreductibles ganaderos compra de 3 millones de hectáreas fértiles (sin perjuicio de otros postores). Obtuvo pues, a un tiempo congelar ejércitos privados y adelantar la reforma agraria. De la ganadería extensiva a agricultura intensiva en manos de campesinos. Y no hizo uso de la temida pero válida expropiación, sino que apeló a la compra de la tierra para redistribuirla entre quienes la necesitan. Junto con la titulación de predios y recuperación de baldíos y entrega a los campesinos, se da comienzo a la revolución verde, que conforme lo dicen los expertos llevará al cumplimiento de aquel predicado: el que controla el campo controla la paz.
La igualdad y paridad de género dejó de ser una promesa: la mitad de la bancada del Pacto Histórico y la mitad de los ministros son mujeres. Por primera vez en la historia, tres indígenas ocupan altos cargos: el nasa Giovani Yule dirige la Unidad de Restitución de Tierras, la embera Patricia Tobón dirige la Unidad de Víctimas y la arhuaca Leonor Zalabata es nuestra embajadora en la ONU.
La ANDI, FENALCO, EL GRUPO AVAL, EL PERIODISMO PANIAGUADO -tal como estaba calculado- están en contra de la reforma tributaria y en general de todo el repertorio de iniciativas del gobierno socialdemócrata. No obstante, la OCDE, dijo: “Su balance y progresividad contribuirán a paliar las dramáticas desigualdades sociales de Colombia”.
Petro en la ONU se perfiló como líder continental al vocear sus propuestas que en materia de energías responden frontalmente al dramático desafío que le plantea al mundo el cambio climático.
Y en lo que tiene que ver con su censura a la guerra de las drogas y su demanda de encarar al narcotráfico internacional e integralmente, y no solo represiva ni localmente, fue respaldada por el propio Antony Blinken, secretario de Estado de los Estados Unidos.
La doctrina de seguridad humana reemplazó al engendro uribista y duquista de “la seguridad nacional”. Ahora, dice el presidente Petro, “la seguridad se contará en vidas, no en muertos”.
Se ratificó el Acuerdo de Escazú, una plataforma de información ambiental y medidas de protección de los ecosistemas y de los líderes ambientales. Que fue burlado por el inefable Duque, ahora inexplicable catedrático y gurú de la defensa del medio ambiente.
Medio centenar de generales de la Policía, el Ejército y la Armada fueron llamados a calificar servicios. Fue un movimiento drástico y perentorio del presidente: es imposible construir la paz con sujetos que tienen mando de tropas y a la vez cuentas pendientes con la justicia. Ayer mismo se comprobó con los emberas que de verdad se cumplirá por parte de la policía los protocolos internacionales de protección de los derechos humanos.