Por: Jesús Mauricio Chaves-Bustos
El Poeta Bustos exhaló su último suspiro el 14 de febrero de 1971, a las 5 de la tarde, era un domingo y tenía 78 años recién cumplidos – había nacido un jueves 5 de enero de 1893 –, de los cuales dedicó 65 años a la poesía, ya que hasta donde hemos rastreado, un poema suyo aparece fechado en 1906, es decir cuando tenía escasos 13 años. Fundó los periódicos Nubes Verdes y Sur de Colombia, dirigió La Palabra y colaboró en múltiples periódicos y revistas de Nariño, así como de otros departamentos y del Ecuador.
Fue el Poeta de Ipiales, el pueblo donde nació, creció, amó y murió; el pueblo que quedó grabado en su retina, especialmente el santuario de su Lajeña, como llamaba a la Virgen de Las Lajas, adjetivo que él inventó y que aparece como de su exclusividad en múltiples poemas que le dedicó. Nunca quiso vivir fuera de su pueblo, por ello no pasaba más de un mes ausente, el aire de su tierra, frío e inmenso, le era consustancial a su existencia.
Su trabajo permanente fueron las letras; a la par de poesía, aunque menos conocidos, son sus ensayos históricos sobre la cultura ipialeña y nariñense, sus crónicas y sus opiniones sobre diferentes aspectos de la vida cívica de su región. Nunca quiso publicar un libro -en 2017 logramos publicar la recopilación de su obra poética en el libro titulado Rimas Crepusculares, Editorial Edinar-; y la cuantiosa fortuna que heredó de sus padres, la invirtió en revistas, periódicos y causas sociales, a las cuales nunca les rehuyó, al contrario, fue abanderado de múltiples trabajos que forjaron el Ipiales del siglo XX, pero lo hizo calladamente, fiel a sus principios y a su formación.
En Nariño, fue conocido y reconocido como “El Poeta”, así lo llamaron sus amigos, sus conocidos, fue el pueblo quien lo enalteció con ese apelativo que llevó hasta el último momento de su vida, y con el cual se lo sigue reconociendo. Durante muchos años, era frecuente escuchar su voz en las emisoras del sur occidente colombiano, en donde departía sus poemas, con la alegría de saberse bien correspondido por quienes lo escuchaban; por ello fue respetado y amado por su pueblo.
Lo que voy a decir, sé que va a causar resquemores, está bien, esa es la dialéctica que necesitamos para seguir rodando en este mundo que va sin más prisa que volvernos polvo y echarnos al olvido; así como lo hizo con el poeta Bustos, que durante tanto tiempo permaneció en el anonimato, a no ser por las voces de amigos, discípulos y lectores, que de una u otra manera lo mantuvieron vivo, como un pequeño fogón en el horno donde se cocina la tradición de la palabra en el Sur.
Se ha sostenido que don Juan Montalvo bautizó a Ipiales como “La ciudad de las nubes verdes”, y claro, fue él el primero que las divisó, o que dejó consignada en sus fértiles palabras tal asombro. En el texto denominado Sur de Colombia, que aparece en el libro Páginas Desconocidas, Tomo I, de Juan Montalvo, publicado en la Colección de Escritores Hispanoamericanos, Publicaciones de la Revista de la Universidad de La Habana, en 1936, en la página 431 se lee:
“Pero antes que esta negra señora de la mitad del tiempo se apodere del mundo, ¡qué portento es ese que mira arriba el que no lleva la vista clavada en el suelo! ¡Unas veces las regiones occidentales son un mar de violado purísimo, por el cual está navegando un ángel escondido en una nubecilla de color de rosa, y alaba al Criador en ese cántico sin voz que no oye sino e! alma ahijada con la soledad y la naturaleza. Otras, un abanico gigantesco, el vértice en el horizonte, se abre por el firmamento en plumas de diferentes colores que alcanzan el cénit con el extremo. Oiga usted, Semblantes, le dije una vez a mi compañero de destierro, mirando a la bóveda celeste; si yo escribiera que he visto nubes verdes, ¿me creerían? Por decirlo usted, quizás; pero realmente es increíble lo que estamos viendo”.
El texto original aparece firmado por el autor en Ambato el 12 de enero de 1879 y publicado en Quito, en la Imprenta del doctor Roberto Arias, el 28 de enero de 1879. Revisando los textos y la correspondencia de don Juan Montalvo, no hay más referencias a las nubes verdes que divisó en Ipiales.
He rastreado hasta donde la gente de Ipiales asimiló esa hermosa visión que tuvo el proscrito ecuatoriano durante uno de sus destierros, viendo nubes verdes, y nos puso a soñar desde entonces.
Literariamente, el primer encuentro con el título como tal de Nubes Verdes, lo encuentro en la revista que fundó el poeta Bustos en 1923, cuya primera época va hasta 1924; la segunda época de 1928 a 1929; y una tercera época en 1968. Antes había colaborado en los periódicos Ensayos, de la Sociedad El Carácter (1914); dirigió el periódico Porvenir, de la Sociedad Caro (1915) y dirigió el periódico Sur de Colombia (1916).
Circularon también en Ipiales, antes de Nubes Verdes, los periódicos: Gaceta del Departamento (1908), Los Andes (1910), El Suriano (1910), La Voz de la Frontera (1912), Futuro (1912), Unión Republicana (1913), El Obandeño (1913), El Bien Social (1915), Germinal (1915), El Ideal (1915), Liga Suriana (1918), La Prensa del Sur (1918), Rebeldía (1922) y Renovación (1922).
Y en el siglo XIX circularon los periódicos La Querella (1870), todo parece indicar que fue fundado por el propio Montalvo; La Infancia (1872); El Eco del Carchi (1876); La Verdad (1880); El Porvenir (1881); El Carchi (1880); El Centinela (1897); El Masuer (1897); La Frontera (1897); Sur Liberal (1898); El Sur del Cauca (1890); y Revista Escolar (1898).
Resalto la lista de periódicos y revistas que circularon en Ipiales, con el fin de que algún día exista la posibilidad de rastrearlos y encontrar en ellos el lugar preciso en donde a Ipiales se la denominó “La ciudad de las Nubes Verdes”; hemos hecho el ejercicio con los escasos periódicos que existen en las Bibliotecas Nacional de Colombia y Luis Ángel Arango que, estimamos, son las más completas del país; de igual manera se ha buscado en medios electrónicos, sin que arroje resultado alguno.
Así que, por lo dicho, me sostengo en la tesis de que fue el Poeta Bustos quien tomó esa visión que tuvo Montalvo en nuestro cielo, y empezó a llamarla “Ciudad de las Nubes Verdes”, tal y como bautizó su revista en 1923.
Sé que me lloverán anatemas, me endilgarán de iconoclasta y hasta de embaucador, pero hasta que no se demuestre lo contrario a lo que aquí escribo, entonces seguiré diciendo con el bardo Florentino:
Yo no puedo callar: aunque mi grito
se pierda en la mudez del firmamento,
yo no puedo callar… En lo infinito
¡brillará rutilante el pensamiento!
Yo no puedo callar: sé que proscrito
me lanzaré al azar con ardimiento…
Tendré la consistencia del granito
y del Sol el perenne lucimiento!
Yo no puedo callar: nunca se abate
quien tiene un ideal, la Poesía.
Yo no puedo callar: en el combate
fustigaré el error, la hipocresía…
¡El cóndor solo cae al golpe fuerte
del ala inexorable de la muerte!
Bogotá, D.C., Bosque Popular, febrero 14 de 2021
El autor del artículo:
J. Mauricio Chaves-Bustos (Ipiales, 1969).
Con estudios en Derecho y Filosofía y Letras. Escritor de poesía, cuento y ensayo. Autor de los libros El Vuelo del Kinde –memorias del Sur-, editorial Caza de Libros, Ibagué, 2013; Liturgia del Amor, oraciones profanas para amantes profanos, editorial Mundo Eólico, Bogotá, 2018; recopilador y gestor del libro Rimas Crepusculares, poesía completa del poeta Florentino Bustos Estupiñán, alcaldía de Ipiales, Empresa Editora de Nariño, 2017. Coautor de varios libros de temas históricos, literarios, sociológicos y folclóricos.