Alas para volar: La historia se repite
IDEAS CIRCULANTES
Por:
Graciela Sánchez Narváez

El inconformismo es de tal magnitud en nuestro territorio, que las protestas que estamos viviendo continúan por encima de las recomendaciones que se han hecho, relacionadas con el aumento de muertes debido al ascenso del nivel de contagio de Covid-19.
Parecería que la historia se repite en nuestro país. Hemos visto cómo miles de jóvenes salieron a marchar pacíficamente para protestar en contra, no solo de una Reforma Tributaria, sino de las falsedades con las que los jóvenes son engañados día a día, haciéndoles creer que van a habitar un mundo mejor, porque según el gobierno, todo joven colombiano tiene derecho a una educación gratuita, a un empleo seguro apenas se titulen, a la libertad de expresión y a ser dueños de sus derechos, por lo cual son libres de reclamar lo que les corresponde cuando los gobernantes no cumplen con sus funciones y compromisos. Saben que tienen derecho a la protesta y a la denuncia pública, saben que tienen derecho a vivir dignamente, saben que la movilización es la única alternativa para reclamar esos derechos porque desafortunadamente es la única manera de llamar la atención de un estado indiferente.
Sí. La historia se repite, pues, en los años setenta también multitudinarias marchas de jóvenes desencantados desfilaron por las calles de las ciudades de Colombia, reclamando mejores condiciones para los pueblos. La “generación sin nombre” hace mención a un grupo de intelectuales, poetas y dramaturgos inconformes con respecto a las decisiones políticas, económicas y culturales de esta época, que también fue marcada por la fuerza de los movimientos estudiantiles, de los disturbios, de la lucha de los trabajadores y del desplazamiento de campesinos. En este tiempo, ocurrieron históricos eventos como la toma de la embajada de la República Dominicana por parte del M19 y la represión contra líderes de izquierda. Poetas como Giovanni Quessep, Jaime García Mafla, Juan Manuel Roca, María Mercedes Carranza, entre muchos otros, expresaron su desilusión frente a la realidad colombiana.
Los jóvenes de hoy vuelven a afrontar los golpes de las crisis. La pandemia, con todas sus estrategias de distanciamiento y autocuidado, agudizó la situación de desazón, decepción, desconfianza, pesimismo y desencanto que ya venían sintiendo nuestros jóvenes colombianos en un país sin alternativas ni posibilidades de mejoramiento en cuanto a lo económico y lo social. Es por esto que la sociedad colombiana no encuentra explicación sobre los lamentables atentados que ocurrieron en contra de la vida y bienes de muchas personas de nuestro país en estos días del paro nacional, sin embargo, comprende perfectamente que hubo infiltración de dudosos grupos interesados en desvirtuar la intención pacífica que los jóvenes y la clase trabajadora tienen en este paro nacional.
El inconformismo es de tal magnitud en nuestro territorio, que las protestas que estamos viviendo continúan por encima de las recomendaciones que se han hecho, relacionadas con el aumento de muertes debido al ascenso del nivel de contagio de Covid-19. Fue la población joven colombiana la que se vistió de música y cultura para protestar, haciéndonos saber que aún no les han podido romper sus sueños, pues. siguen luchando, a veces desorientados frente al territorio que les tocó habitar, porque la desinformación cunde por doquier y no hay un gobierno en quién confiar, pues los actos de atropello y corrupción continúan sin parar. Por esto, a veces han deseado huir para salvarse a sí mismos y a sus familias, que tienen dificultades en todos sentidos, pero generalmente, sienten la esperanza de quedarse en este país hermoso y fructífero para intervenir en su renacimiento, con un gobierno que sea capaz de responder a sus anhelos.
Vivimos un momento de indiferencia estatal. Cuando la desconfianza institucional cunde por el país, es lógico que todo discurso se maneje desde los imaginarios colectivos que van creciendo a su antojo en su propia comunicación. Se trata entonces de llamar la atención con hechos a un gobierno desconectado completamente de la realidad económica y social que vive nuestro país, a un gobierno que parecería no dar muestras de comprender que el barco que tanto deseó timonear. se encuentra a punto de naufragar.
Muchos jóvenes se resisten a hundirse con sus ilusiones porque en su país no encuentran lo que les prometen cada día, y no es que sea una juventud muy ambiciosa en su plan de vida, pues su lucha se convirtió, como sus padres lo advirtieron, en estudiar para conseguir un título que los acredite para el trabajo con el fin de independizarse y poder hacer su propia vida, sin embargo, después del tortuoso camino que debe recorrer para obtener su ambicionada titulación, si es que la consigue, encuentra que las oportunidades laborales son completamente escasas y todo se convierte en una simple ilusión.

Y es que hay razones suficientes para este desencanto: de acuerdo con el DANE la tasa de desempleo de los jóvenes no solo se duplicó, sino que se aumenta cada vez más. Según Iván Jaramillo, un docente de la Universidad del Rosario, la desocupación actual de los jóvenes es del 29,7 por ciento. Esta no es una generación perdida, es la de los “ninis”, dice el catedrático refiriéndose a jóvenes que ni estudian ni trabajan, es una generación que tiene unos desafíos mayores que las que debieron enfrentar las generaciones anteriores, sin embargo, sin otra alternativa, viven aún con sus padres cuando su meta era independizarse y hacer su propia vida.
El gobierno insiste en su preocupación por los jóvenes de nuestro país como el futuro de Colombia, pero tal vez no le ha dado importancia o no ha desarrollado las estrategias necesarias para resolver sus verdaderos problemas. Este grupo etario corresponde a dos generaciones: quienes se encuentran entre las edades de 24 a 36 años y los menores de 23 años. Uno y otro grupo nacieron ya con internet, celular y todos los avances tecnológicos, por lo que manejan la inmediatez de la noticia, lo conocen todo, aún sin tener acceso a la educación. Para esta generación el mundo se redujo y se volvió “la aldea que habitamos todos”, en este sentido, saben lo que le está ocurriendo al mundo que habitan, saben del hambre aguda que soportan los pueblos con la situación de la emergencia sanitaria, saben de gobiernos que se esfuerzan por resolver estos problemas, viven desencantados porque en nuestra querida Colombia no hay credibilidad en las instituciones políticas ni militares, atravesadas todas por hechos de corrupción.
Su desencanto es justificado en esta importante etapa de la vida, cuando tienen que tomar serias decisiones sobre el mundo y definir su propio destino, y encuentran un medio hostil que les insiste que vuelen, pero no les da alas para hacerlo.
Un buen esquema para elaborar una radiografía completa de la coyuntura actual en Colombia