MUERTOS POR VOLQUETADAS

La imagen es bochornosa y debería aporrear a todo un país...

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Por:

Gustavo Álvarez Gardeazábal

Gustavo Álvarez Gardeazábal

Es probable que la insensibilidad que ha traído la globalización de las costumbres se haya apoderado del país. O quizás, que como hemos tenido tantos muertos violentos nos cansamos de registrarlos.

Hace unas semanas, a finales de julio, murieron de manera dramática 60 reclusos, asesinados en la cárcel de Tuluá, pero como eran presos y la cultura judeocristiana que nos inculcaron les dio trato minimizante a todo aquel que sea prisionero, a muy pocos conmovió esa miserable masacre, dizque ordenada desde otras cárceles y auspiciada por la torpeza venal del Inpec.

Esta semana y casi como noticia perdida en las páginas de los diarios, y repetida apenas con sordina por las redes, se vio el dantesco espectáculo de una volqueta paseando como si fuese un viaje de arena una montonera de cadáveres y dejándolos ahí a la vista de un país insensible, de un gobernante inconmovible y de unos medios oligarquizados, pero recordándonos ante los ojos del mundo que la guerra volvió a comenzar en Colombia, aunque esta vez entre las fuerzas guerrilleras que no firmaron la paz y ya no es por el poder político o el interés de derrocar al gobierno bogotano sino por el dominnio sobre el mercado de la coca y la producción de cocaána.

La imagen es bochornosa y debería aporrear a todo un país y repetirse viralmente en redes, pero si para el grueso del público colombiano un preso es despreciable y si lo matan no hay por qué protestar, un guerrillero ha terminado por ser tan poca cosa que la volquetada abrumadora de los muertos en combate con otra guerrilla poco o nada toca las fibras y más bien da la salida a olvidarse del verdadero problema en que hemos caído: la guerra de la coca.

Igual a como el imperio británico hizo resbalar la sabiduría china con la guerra del opio, los gringos y los mejicanos que comercian e intermedian el producido de las 250 mil hectáreas sembradas de coca en Colombia, nos precipitan en una guerra atroz, que por lo menos debería darnos vergüenza y tocar el orgullo patrio.

Nada. Es más rentable guardar silencio: la guerra no dizque es nuestra, el problema de la cocaína tampoco: es de los gringos periqueros.

Muchas gracias.

El Porce, noviembre 25 de 2022.
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