NO ES POR JODER: ENSEÑARON A LEER
Me parece pertinente no sólo mencionar el problema sino, las posibles causas que han incubado tal situación en nuestra infancia y que involucra componentes del sistema educativo o los agentes que lo trasponen en las aulas de clase.
Por:
Nancy Urrea Lizcano *

ANEXO UNO
Apreciado Marco, respecto a tu artículo, me gustaría hacer mención sobre algunos elementos que considero importantes durante el proceso lecto- escritor de un niño y aunque quizás no den respuesta a tu pregunta, pueden abonar a una mejor comprensión de la situación problemática que la situación conjuga.
Considero responsables varios factores al momento de integrar a un niño en un ámbito que le representa un complejo compendio de códigos y símbolos sin resolver (si tienes 6 o 7 preferirías estar jugando afuera a la pelota con tus amigos; es decir, es natural que a esa edad tengas otras motivaciones). Dichas situaciones pueden ser leídas, interpretadas y ajustadas o no por el profesional a cargo dentro de sus planes de estudio o mejor aún, si se trata de una constante como efectivamente lo es para nuestro país tal y como lo indican las pruebas saber de años anteriores, el ajuste debería llevarse desde el currículo escolar.
Me parece pertinente no sólo mencionar el problema sino, las posibles causas que han incubado tal situación en nuestra infancia y que involucra componentes del sistema educativo o los agentes que lo trasponen en las aulas de clase.
El tan reconocido sistema educativo finlandés, por ejemplo, no se apresura a escolarizar a los niños antes de los 7 años y allí, en la escuela, tienen asegurado su material didáctico y alimentario a posteriori del entorno familiar y social. En otros países, los encargados de dirigir estos cursos son profesionales con títulos de maestrías o doctorados debido a su nivel de manejo de situaciones complejas en edades tempranas. Muchas de nuestras aulas que atienden esta población no cuentan ni siquiera con dotación, profesionalismo e idoneidad para atender los casos que apremian atender en sus aulas.
Hasta aquí, sólo he mencionado que en parte el éxito allí es cultural, estratégico y sistemático, donde por lo menos los niños en edad escolar tienen aseguradas sus necesidades básicas y sus preocupaciones o realidades son diferentes, respondiendo a motivaciones de diferente índole.
Advertimos que en esos países pilares de éxito educativo los niños tienen relativamente “una vida feliz”, sus constructos psíquicos y socioafectivos deben responder mayormente a estímulos que inciten el transformar la idea y lo puedan relacionar en un mundo sin tener que suicidarse porque también hay que decirlo, la tasa allí es altísima.
Sin embargo, y me acojo en parte a esa premisa, el nivel exponencial de un infante con su entorno familiar en las primeras etapas, constituye en el motivador primario del desarrollo de hábitos tangibles logrados a través de los patrones de conducta visibles que éste ubique y que lleguen a ser convencionalizados para trasponerlos a su propia realidad.
En la escuela, el niño está totalmente sujeto a la responsabilidad, profesionalismo y experticia del maestro para comprender el relato fantástico de su referente con el mundo real.
En parte, que los niños se sientan apáticos a la lectura se debe a que no ven un referente de adulto en casa que lea para cultivar (el patrón) el hábito de lectura, socializarlo, analizarlo o expandirlo. En clase, como se presente el formato o la narrativa tiene relación intrínseca al universo estudiantil al que va dirigida esa lectura donde, de manera planificada, se han dispuesto una o varias secciones con intenciones específicas. Hasta ahora, no se mencionó que el niño participara de la selección del texto, pero sí evidenció conductas responsables alrededor del libro, una lectura, una idea o una pregunta.
Por otra parte, en estas edades es posible que se puedan presentar disociaciones con la realidad debido a los estímulos que ven en la televisión o internet; estar sobre estimulados con imágenes, sonidos o dulces; estar mal nutridos y hasta haber dormido mal la noche anterior antes de presentar un texto; por tener biberones digitales antes que empiecen a balbucear, cosa que va ligada a la primera.
Otro aspecto es la orfandad en medio de una sociedad ocupada, estresada y sin tiempo para responder y atender con tiempo de calidad a un niño con una demanda tan alta de atención. En realidad, somos muchos los responsables de que los niños desde pequeños no hagan una lectura del mundo que los rodea primero, se debe a que mucha información que requieren para formar hábitos o ser en gran medida analíticos y
Todo parte cuando con desidia no se le responde al niño, se ignora o no presta atención, no se les mira a los ojos, no hay una actitud de respeto y se es cuidadoso con las palabras. El niño escucha, pero lee también a quien le ofrece una variable vehemente en lo que escucha.
La lectura inicia con imágenes, colores, formas, podría decirse que todo lo que podamos ver o imaginar puede ser una narrativa
Decía Bruner a propósito del relato: “es el que nos lleva a representar la realidad, a describirla, a transformarla”; las creaciones o producciones espontáneas orales o escritas que desarrolle un niño, serán constructos de su mundo de ideas, de lo que podamos modelar para él dentro de tantas posibilidades. Definitivamente, educar es un acto de amar, como lo dijo Freire.
Ahora bien, las narrativas mediáticas que enfrentan los niños deben ser reguladas por los adultos de forma estratégica tanto en casa como en la escuela.
Por una parte, el maestro debe sacar provecho de los aportes que le pueden brindar los nuevos formatos, eso sí, con el ánimo que cuente con voluntad y disposición para aprender sobre TIC y desarrolle de manera responsable las habilidades necesarias que le aseguren a él y a sus estudiantes una óptima trasposición de saberes.
Así mismo, creo que un libro tiene el poder para traer un niño a la realidad y lo considero una herramienta y también una oportunidad de acercarnos en casa con nuestros hijos. Un libro, permea el tiempo y es una recomendación para familias que se preocupan por aprender a escuchar a sus hijos. Eso seguro garantiza no sólo buenos hábitos para los niños quienes en un pestañeo crecen sino para formar vínculos indisolubles a través de la palabra en familia.
San Juan de Pasto, enero 2022.
* Lic. Español y Literatura; Especialista Edumática; Magíster en Pedagogía y Desarrollo Humano de la IEM de Pereira, Colombia