Por:
Chucho Martínez *

La votación en Nariño por Petro de 592.170 almas (80.91%) y Hernández 126.198 (17.24%) tiene un inmenso significado más cualitativo que cuantitativo porque es el acumulado histórico de frustraciones, protestas e irreverencias, en contra de ese centralismos odioso y excluyente que ha contado con la complicidad de una dirigencia regional genuflexa y mediocre; pero también son votos de esperanza por otro futuro para Colombia y Nariño que empiece por devolvernos la paz de la que nos sentíamos orgullosos en otros tiempos y por otra mirada a la región que reconozca sus potencialidades para transformar las ventajas comparativas en competitivas de Nariño, que hasta ahora, infortunadamente, han sido aprovechadas por los grupos armados ilegales, la delincuencia, la corrupción y la politiquería, como si estuvieran confabulados en condenarnos a otros 118 años de soledad.
El grito de rebeldía y esperanza de los nariñenses expresado pacífica y democráticamente en las urnas, debe ser reconocido por el nuevo gobierno, no solo permitiéndole a Nariño participar en el poder central, sino y especialmente, adoptando políticas de Estado que nos ayuden a superar nuestros precarios indicadores de desarrollo social y económico que de verdad hagan ruptura con el modelo
Nefasta coincidencia que no sólo Nariño votó masivamente por Petro, también lo hicieron, Putumayo, Cauca y el Chocó, cuyo común denominador es el atraso y la guerra, lo cual justifica una política regional diferenciante de la que hasta ahora han aplicado los gobiernos que nos han homogeneizado sacrificando nuestras especificidades.
Mi propuesta es construir regionalismo positivo de desarrollo endógeno que se instale por encima de grupos económicos, sociales, políticos y otros en los que está fragmentada la sociedad, que sirva de contraprestación al esfuerzo descentralizador del Estado que debe suscribir con las regiones un nuevo Contrato Social, como parte de la construcción de otro modelo de democracia participativa.
No podemos desperdiciar esta preciosa oportunidad en la que coincide la posición política absolutamente mayoritaria de los nariñenses con el presidente de la República. De ocurrir lo contrario, por ambiciones personales, sería un grave atentado contra el futuro de las nuevas generaciones.