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A PROPÓSITO DE PABLO NERUDA

IDEAS CIRCULANTES

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Por:

Graciela Sánchez Narváez

 

Graciela Sánchez Narváez

 

 

“Solo, en las soledades
quiero llorar como los ríos,
quiero oscurecer, dormir
como tu antigua noche mineral”
Pablo Neruda
Elegía (Canto General)

 

Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto es el verdadero nombre de Pablo Neruda. Nació en Parral, Chile (1904). Recibió el Premio Nobel de Literatura en 1971. Es una de las más grandes figuras de la Lírica Hispanoamericana del siglo XX. Sus obras destacadas son: “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”, “Residencia en la Tierra” y “Canto General”, entre muchas otras de importancia.

El enojo reciente de las mujeres de Chile es porque ellas no han considerado justo que el aeropuerto de su país lleve el nombre de Pablo Neruda, a quien consideran un violador que maltrató a las mujeres de su pueblo, como él mismo lo reconoce en su obra “Confieso que he vivido”, donde comenta su encuentro sexual con una criada y el posterior abandono de su hija discapacitada, lo que lo determina como un padre cruel e irresponsable. Muchos lo delatan como un poeta envidioso, que se ponía un poco al margen de quienes escribían en su tiempo y les obstaculizaba su tarea. La historia, y especialmente las mujeres, no le han podido perdonar estas indeseables marcas de su vida.

 

 

Y es que no se sabe cuál de estas acciones es más grave; sin embargo, una sola ya lo determinaría como un ser humano incoherente, egoísta y cruel con las mujeres.

Fuera de todo apasionamiento y con el reconocimiento de la verdad que podemos obtener de las mujeres que protestan, y algunas otras expresiones sacadas de sus contextos y de algunos cometarios, sólo puedo hablar desde la orilla, para tratar de pensar en la posibilidad de distanciar al autor de la obra, para rescatarla y valorarla independientemente de esta afrenta, aunque el aforismo popular confirme lo contario: “Por sus obras los conoceréis”.

Cuando leemos una obra de arte, cualquiera que esta sea, es imposible desligarnos de esa mirada con la que fuimos educados. Si le pertenece a una mujer, esperamos encontrar en ella ternura, delicadeza y suavidad, y si le pertenece a un hombre, buscamos su carácter fuerte, valiente y aguerrido, sin embargo, en uno y otro caso, como lectores, tendemos a preguntamos, qué motivó al autor a escribir o a esculpir en su obra eso que nos conmueve a todos universalmente.

Bueno, ¿pero quién realmente es un autor en literatura?

Muchos pensadores han respondido esta pregunta que siempre ha estado latente. Al autor se lo ha entendido como el creador del hecho literario que se proyecta en el texto mismo. Derridá, encontró para explicarlo el término “éscriture”. Para este pensador, el autor, más que apuntar a un nombre propio, lo hace a una descripción de su personalidad. La función del autor no es otra que la de caracterizar a la existencia y la de hacer circular ciertos discursos creativos en nuestra sociedad.

 

 

Antes del siglo XVIII y aún a principios del XIX, la obra se escribía para la humanidad, y el nombre del autor sólo se requería para caracterizarla; fue en estos siglos cuando se convirtió en la fuerza imperativa de la literatura. Fue entonces cuando los beneficios y prejuicios del autor aparecieron, creando la controversia que encontramos en nuestros días. En la escritura, el autor pierde toda identidad. En el momento en que la voz pierde su origen, el autor entra en su propia muerte, para que la escritura comience. Al eliminar al autor se transforma el texto moderno. Antes, la temporalidad era diferente porque se concebía al Autor como el pasado de su propio libro. El autor precedía al texto. En nuestro tiempo, el Scriptor (escribidor) moderno, nace a la vez que el texto. cada texto se escribe eternamente, aquí y ahora.

En nuestros tiempos la escritura ya no designa el proceso de representación, sino que “interpreta”. Ya no existe el autor con características divinas, los autores son eternos copiadores de lo existente, no pueden usar sus textos para expresarse sino sólo para inspirarse en la cultura que “ya está escrita”. Se creía que se había explicado la obra cuando se había encontrado al autor. Se busca entonces, la simbiosis de escritor y lector. El lector aparece con la muerte del autor, con las múltiples escrituras que realizan los lectores. La unidad de un texto no reside en su origen, sino en su destino.

El escribir los textos literarios siempre implica generar huecos que sólo el lector puede llenar. El acto de interpretación es necesario para rellenar este vacío desde la mirada del lector.

Un buen escritor no permite que interfieran entre él y la palabra misma. El escritor está comprometido con su sentimiento, sin importar las circunstancias que lo rodean. La poesía, por ejemplo, dejó de obedecer la normatividad métrica y la codificación de rima y estilo literario, para adentrarse más bien en su ritmo que, libre como el viento, vuelve al poema un canto armónico y fino. Se detiene entonces en el contenido, como lo decía Borges, es una lectura filosófica del mundo y de la humanidad.

 

 

En aras de rescatar la obra de un gran escritor y como lectores responsables, entendiendo perfectamente toda la inconformidad de las mujeres chilenas, ¿podremos separar, en el caso de Pablo Neruda, su obra de su propia biografía?

Su obra pertenece a la corriente vanguardista y postmodernista. Es innovadora, tensa, oscura a veces y, otras, reflexiva frente a la injusticia, la desigualdad y las guerras. Su obra está cargada de sentimiento y expresividad. Con lenguaje claro, sensible y preciso, escribe sus versos profundos, íntimos y universales. Escribe sobre el amor, la vida, la soledad, la ternura, la política y las guerras. Es su obra digna de admirar.

Los dejo con uno de los más hermosos poemas que tocan el corazón y se quedan allí por siempre.

 

A una Rosa

Veo una rosa junto al agua,
una pequeña copa de párpados bermejos
Sostenida en la cumbre por un editor aéreo.
Una luz de hojas verdes toca los manantiales
y transfigura el bosque con solitarios seres
de transparentes pies;
el aire está poblado de claras vestiduras
y el árbol establece su magnitud dormida.
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